Agencias 03 de febrero de 2024
“Por
ahora y para siempre”, reza una inscripción en el mausoleo de Hugo
Chávez, que el 2 de febrero de 1999, hace 25 años, juró por
primera vez como presidente de Venezuela y abrió una era que
continuó Nicolás Maduro tras su muerte.
“Una
tragedia” para unos, “un éxito”, para otros.
El carismático ex militar conquistó multitudes con la promesa de acabar con la pobreza. Hoy, no obstante, el país está sumido en una depresión económica sin precedentes, que, junto a las continuas crisis políticas, llevaron a unos siete millones -de una población de 30 millones- a migrar.
En ese
panorama, Maduro busca un tercer mandato, colocando obstáculos a cualquiera que
represente una amenaza a la continuidad de la llamada “Revolución
Bolivariana”.
Economía
y petróleo
Maduro
repite constantemente que enfrenta una “guerra no convencional” en
contra del “imperialismo” -como llama a Estados Unidos-, y atribuye
siempre la responsabilidad de los problemas del país a las sanciones con las
que Washington buscaba despojarlo del poder en 2019.
En
2022 se produjo una ligera recuperación económica, insignificante frente a la
reducción de 80% que sufrió el PIB en una década. Y la hiperinflación de
miles de puntos porcentuales llevó al gobierno, irónicamente, a permitir
una dolarización informal.
La industria
petrolera, que genera prácticamente la totalidad de los ingresos del país,
también está devastada: culpa de las sanciones, dice el gobierno;
desidia, corrupción y falta de personal calificado (muchos
despedidos tras un paro en 2002), señalan expertos. La producción que fue de 3
millones de barriles por día (bd) con Chávez en el poder sucumbió a unos
300.000 antes de repuntar a los 900.000 de la actualidad.
“El
chavismo ha representado una tragedia importante para el país”, dice Benigno
Alarcón, politólogo y profesor de la Universidad Católica Andrés
Bello (UCAB). “Un gobierno que habiendo tenido en un primer momento
los ingresos más grandes que ha tenido cualquier gobierno en Venezuela y
habiendo tenido la oportunidad de hacer de Venezuela un país moderno (…),
malgastó el dinero en clientelismo para mantenerse en el poder”.
“No
hubo inversión (…), no hubo mejoras en lo económico, en la infraestructura, en
la capacidad productiva del país”, abundó, destacando cómo “terminaron matando
a la gallina de los huevos de oro”, Petróleos de Venezuela (PDVSA),
que llegó a ser de las más importantes del mundo.
Pobreza
No hay
cifras oficiales de pobreza, normal en este país que poco informa
indicadores económicos incómodos. Un estudio de la UCAB la
ubicó en 90% entre 2018 y 2021, y 81,5% en 2022.
“Es
de las más altas del mundo”, destaca Alarcón. “La lógica para mantener el
poder, independientemente de Chávez o de Maduro, es la misma (…): se sostienen
sobre la miseria del pueblo”.
“Si
quieres vivir, si quieres tener medicinas, si quieres sobrevivir en medio de
esta realidad, tienes que estar con nosotros”, relata.
Rodrigo
Cabezas, que fue ministro de Finanzas de Chávez, hace una
distinción entre “chavismo” y “madurismo”.
“La
confrontación con Estados Unidos es la gran coartada del madurismo para
intentar justificar su tremenda incompetencia en la conducción
del Estado, de la economía, de la sociedad, para intentar justificar su deriva
terriblemente autoritaria, violadora de derechos humanos”, explica el ahora
profesor de la Universidad del Zulia.
“Este
es el capitalismo más desigual de América Latina”, critica, en medio de la
dolarización y la liberación de controles cambiarios y de precios. “El éxito de
Chávez de colocar lo popular en el centro de la gestión pública hoy está
totalmente disipado”.
“Nadie
podrá decir que la economía venezolana se destruyó durante Chávez”, insiste,
citando crecimiento, aumento del salario mínimo (hoy en 3,5 dólares mensuales)
y reducción de la pobreza en esos años. “El foco de la atención era lo
popular”.
Política
Para Ana
Sofía Cabezas, vicepresidenta de la Fundación Chávez, la Constitución es
“de las cosas más importantes que nos ha dejado el comandante Chávez”.
El
texto, aprobado en 1999 e impulsado por el ex presidente, es un ejemplo en
derechos humanos y sociales, aunque los detractores del chavismo los acusan de
ser sus principales violadores.
Chávez
representaba “la esperanza de cambio y redención social”, sostiene Cabezas,
recordando que siempre ganó con holgura las elecciones en las que participó:
1998, 2000, 2006 y 2012, meses antes de morir.
El ex
presidente cambió la Constitución para poder reelegirse
indefinidamente, beneficiando ahora a Maduro, reelecto en 2018 y
encaminado a buscar un tercer mandato este año.
Alarcón
destaca que las “violaciones de los derechos humanos comenzaron con
Chávez”, aunque es el gobierno de Maduro el que está investigado por
la Corte Penal Internacional (CPI) por la represión de
manifestaciones estudiantiles en 2017 con un centenar de muertes,
entre otras denuncias de ejecuciones extrajudiciales, torturas y
detenciones arbitrarias.
El
rostro de Chávez está por todas partes, 11 años después de su muerte. Maduro lo
nombra, el canal del gobierno pasa viejas alocuciones, dominando aún parte
del culto a la personalidad del que también goza el actual
presidente.
“Chávez
vive”, dice entusiasmada Cabezas (que no tiene parentesco con el ex ministro).
“Se traduce en el despertar de las fuerzas populares, de la conciencia del
pueblo venezolano”.
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