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viernes, 2 de febrero de 2024

Scott Mainwaring: «Estamos viviendo un fortalecimiento de fuerzas y regímenes autoritarios», por @angelarellano


Ángel Arellano 01 de febrero de 2024

@angelarellano

¿Hay más regímenes autoritarios en Latinoamérica? ¿En qué cambió el radicalismo político? Mainwaring repasa casos en la región.

Scott Mainwaring es uno de los investigadores más conocidos en el campo de la ciencia política. Profesor de la Universidad de Notre Dame en Estados Unidos, lleva décadas inmerso en los diferentes procesos sociales de Latinoamérica. Sus libros y artículos sobre partidos y sistemas políticos han sido referencia para politólogos e investigadores en la región y el mundo.

Mainwaring nos explica la relación del peculiar momento de auge de los autoritarismos en América Latina con las tendencias globales. Repasa diferentes casos y experiencias y explica cuál es la paradoja a la que se encuentran enfrentados los partidos políticos.

Discurso antidemocrático

¿Ha cambiado el radicalismo político latinoamericano en los últimos años?

—Han surgido más radicalismos en la derecha y en la izquierda desde comienzos del siglo, pero en un tiempo muy corto. En una parte de los años noventa predominaba una fuerte hegemonía democrática y una idea de apostar más al mercado. Esa hegemonía, muy corta, se quebró, quizás con el surgimiento de Hugo Chávez y el discurso antiliberal. Chávez ayudó a financiar a otras personas como Evo Morales y después, quizá, a Rafael Correa. (No tengo datos muy claros en relación con el caso de Correa.) Entonces se formó una izquierda no democrática. También había una izquierda bastante democrática representada por Uruguay, Chile y, en menor medida, el PT en Brasil.

En las últimas décadas también ha surgido una derecha más claramente antidemocrática. Siempre hubo actores no democráticos y autoritarios pero, por un tiempo, el perfil de esos actores bajó. Lo que ha cambiado es que el discurso antidemocrático de la derecha se ha legitimado de nuevo.

A escala mundial Viktor Orbán fue una figura muy importante. Después surgió Donald Trump con un discurso plenamente autoritario. «Yo acepto el resultado electoral si gano, y si no gano, no acepto». Este es un discurso abiertamente autoritario.

El discurso a favor de la violencia y de golpear a la oposición democrática es un discurso autoritario. En América Latina, aunque no el primero, pero sí quizás el más importante, fue [Jair] Bolsonaro. ¿Y [Javier] Milei ahora en la Argentina? Yo no digo que necesariamente vaya a gobernar de una forma autoritaria. Tenemos que ver, pero su discurso fue nítidamente autoritario. Y [Nayib] Bukele ha hecho una cosa muy importante para su país: bajar la criminalidad. Pero ¿cómo? Al precio de un ejercicio violentísimo del Estado. Es cierto que buena parte de población salvadoreña aplaude, pero El Salvador ha perdido su democracia. Entonces, tanto en la región como en el mundo han surgido con mucho empuje un discurso autoritario y prácticas consistentes con ese discurso.

¿Ruptura?

¿Considera que el extremismo político actual abreva en el autoritarismo y en la ruptura de la democracia?

—El extremismo casi siempre se combina con el autoritarismo. Uno puede ser muy conservador o progresista y ser perfectamente democrático. Pero los extremos no valoran la democracia.

No sé si siempre usaría la palabra ruptura, porque la forma más común de quiebre democrático en América latina en la tercera ola de democratización ha sido la toma de poder por el Ejecutivo. Es decir, por un presidente que en primera instancia fue electo de una forma libre y competitiva. Por ejemplo, Chávez en Venezuela o Bukele en El Salvador. No hay un momento claro de ruptura en el cual puedes decir «en este día quebró la democracia». No hay un 11 de septiembre de 1973, el quiebre democrático en Chile. O el 24 de marzo de 1976, el quiebre del golpe militar argentino.

El mundo y la región

¿Hay algún aspecto del momento político latinoamericano que lo diferencie del resto del mundo?

—Creo que estamos viviendo un fortalecimiento de fuerzas y regímenes autoritarios. El cambio no es muy fuerte. No estamos en los años treinta de Europa. No estamos viviendo un periodo de fascismo pleno, pero tomemos algunos de los países más importantes del mundo. Estados Unidos tuvo un presidente muy autoritario que, si se reelige en el 2024, todo indica que va a ser aún más autoritario de lo que fue en su primer mandato. ¿Cuál es la mayor democracia del mundo? Era la India. Bueno, también la India ha vivido un proceso de erosión democrática. ¿Cuál es el país con potencial de ser una democracia islámica? Turquía, pero la democracia se quebró en la década pasada.

Hacia comienzos de este siglo, Rusia tenía un régimen híbrido. No era una democracia, pero uno podría decir que era un régimen semidemocrático. Hoy día, Rusia es un régimen autoritario con algunas tendencias totalitarias. Y China bajo Xi Jinping va a regresar en términos políticos hacia un régimen, no sé si totalitario, pero va en esa dirección.

Estamos viviendo momentos de gran peligro y se podría decir lo mismo de América Latina. En los primeros 23 años del siglo han surgido dos nuevos regímenes estables muy autoritarios: son los casos de Nicaragua y Venezuela. Teníamos ya el caso de Cuba y ha habido erosiones democráticas en países importantes como México y Brasil. En el caso de México, eso se debe en parte a los esfuerzos de AMLO, pero quizás sea más porque se ha fortalecido mucho el crimen organizado.

En América Latina tenemos solamente tres regímenes autoritarios muy cerrados, pero hay seis regímenes autoritarios. Es el mayor número desde los años ochenta, así que es un momento difícil para la democracia. Y hay una relación: el fortalecimiento de China como modelo permite que los regímenes autoritarios tengan recursos fuera de la hegemonía democrática que prevalecía en los años noventa.

Tendencias autoritarias

¿Considera que hay futuro para el centro político en la región o cree que la tendencia hacia la radicalización va a seguir incrementándose?

—Creo que el centro político tiene futuro. El fortalecimiento de la derecha autoritaria y de la izquierda autoritaria en los últimos 25 años tiene mucho que ver con fracasos de gobernanza. Cuando el centro consigue gobernar bien, o cuando la centroizquierda y la centroderecha consiguen gobernar bien, el apoyo a los extremos disminuye. Pero cuando los gobiernos fracasan, y especialmente cuando las diferentes alternativas en el poder fracasan y se agotan las alternativas dentro del sistema, ahí se fortalecen los extremos.

Uruguay es uno de los casos de democracia sólida y estable por mucho tiempo. Esto se ha hecho sobre la base de gobernar por lo menos razonablemente bien y tienen un centro. Si bien es cierto que el Frente Amplio surgió en el 71 como un partido plenamente de izquierda, con algunas tendencias muy autoritarias, hoy día es un actor democrático. Los partidos conservadores en el Uruguay también tienen dentro una tendencia mayormente democrática.

Comunicación

¿Hay incentivos en el mundo de hoy para que siga avanzando el surgimiento de outsiders a partir del aprovechamiento de las plataformas y las redes sociales?

—Sí, sí que hay. Las redes sociales facilitan la comunicación de los outsiders. En el mundo de medianos del siglo pasado, ¿cómo te comunicabas con el público? A partir del partido y de la radio. En los años cincuenta, sesenta y setenta ganó más espacio la televisión como mecanismo de comunicación, pero no sustituyó al partido. Hoy hay más herramientas para sustituir al partido como mecanismo para llegar al público.

En segundo lugar, de nuevo creo que está el fracaso de las alternativas dentro del sistema. Si un sistema funciona bien en términos generales, es muy difícil que surja un outsider. Los outsiders surgen en condiciones de mucha corrupción, de economías que no crecen o que, si crecen, lo hacen de forma lenta y que no mejora las condiciones de vida de mucha gente. Para muchísimos países de la región esto es un tema de primerísima importancia. Si uno vive en condiciones de miedo permanente, la tendencia a valorar la democracia disminuye y la tendencia a valorar a quien dice que va a solucionar el problema de la seguridad pública aumenta.

Sociedad y partidos

¿Usted comparte la observación de que frente a la valorización internacional de la sociedad civil hay una falta de atención a los partidos como principales actores?

—Comparto el cien por ciento.

¿A qué se debe eso?

—Quizás en parte porque los partidos como concepto, como entidad, están muy desprestigiados. Por ejemplo, al hablar de establecer vínculos entre la sociedad civil y los partidos, la gente piensa que podría perder su autonomía.

Cuando hice mi tesis de doctorado en los comienzos de los años ochenta en Brasil, vi un discurso muy anti-Estado, muy antipartido, por parte de los grupos de base del PT, a pesar de que cada vez más se afiliaban al PT. Tenían un discurso muy fascista: «tenemos que resolver los problemas nosotros». Entonces surgió esa ola de democracia participativa. Si uno delega uno por ciento del presupuesto municipal para que lo decidan los grupos de base, bueno, esto puede ser algo muy interesante para fortalecer la democracia. Pero si el Estado nacional no funciona, no se resuelve nada.

Es una paradoja, los partidos están muy desprestigiados. Tanto que se pierde de vista lo fundamental, que es tener un sistema de partidos estable, institucionalizado. Son los actores fundamentales de la democracia. Y cuando no lo son, es un peligro.

Tomado de: https://dialogopolitico.org/agenda/scott-mainwaring/


 

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