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viernes, 17 de agosto de 2012

Hipocresía


Por Diego Bautista Urbaneja 12 julio 2012

Alguna falla de fondo debe haber en un proyecto político cuya fortuna depende de que aquello que se dice querer destruir goce de buena salud. Cuando eso ocurre estamos ante lo que algunos llamarían hipocresía estructural.

No hay que llevar ese principio demasiado lejos. En la vida política la coherencia nunca alcanza valores absolutos. La historia está llena de ejemplos de conductas y posturas contradictorias con los principios que se proclaman.

Pero esto también tiene sus límites y cuando estamos ante un caso de incoherencia fundamental, es porque el proyecto que se proclama esta enfermo en su mero centro.

Estas consideraciones vienen a cuento de la incoherencia fundamental que hay entre el proyecto político que proclaman los actuales gobernantes del país y sus condiciones de existencia. El proyecto proclama como una de sus metas fundamentales el de la destrucción del capitalismo. Al mismo tiempo, su viabilidad depende de la renta petrolera y esa dependencia crece día a día. Por su parte, la renta petrolera depende de la buena salud del capitalismo mundial.

Por eso no entiende uno el regocijo de los personeros de este gobierno ante las crisis que afectan a las principales economías del mundo, como ocurre hoy con las economías europeas. Una generalización de esa situación crítica ubicaría la renta petrolera en niveles que afectarían en su mero centro la marcha del actual gobierno. Ahí los vemos, anunciando la crisis terminal del capitalismo, cuando la verdad es que una cosa como esa se llevaría consigo al supuesto socialismo venezolano, el orden económico más rentístico, más dependiente de la renta petrolera de toda nuestra historia. 

No caen en tal cosa por cierto los países “amigos” de “la revolución”. No los importantes. Ni en Brasil ni en Argentina andan en esas pajuatadas. Lo que quieren es desarrollar su propio capitalismo para ocupar posiciones exitosas dentro del capitalismo mundial, caso Brasil, o al menos regional, caso Argentina, reservándose el derecho de, gracias a los ingresos que así obtienen, desarrollar las políticas sociales que les parezcan más justas.

Sufre el pensamiento de los actuales gobernantes venezolanos una grave confusión. Se confunde el capitalismo con el capitalismo norteamericano y, secundariamente, con el europeo. El lugar donde el capitalismo alcanza su más alto desarrollo varía con el tiempo, así como las formas de capitalismo que llegan a esa cima del éxito. Inglaterra dio paso a Estados Unidos, y éste posiblemente dé paso a otro país en algún momento quizás no muy lejano. China, por ejemplo. O quizás lo que vayamos a tener sea un capitalismo mundial sin un claro predominio de alguna economía nacional.

Da entonces la impresión de que quienes orientan a este gobierno olvidan esas distinciones y creen que ir contra Estados Unidos es ir contra el capitalismo como tal.

Otro descuido en el que cae este gobierno respecto al sistema que le da de comer, es pensar que el capitalismo se congela en formas fijas y va con ellas al abismo. Ignora el enorme dinamismo, plasticidad, capacidad de autotransformación de ese sistema. Cuando muchos lo daban por muerto, apareció Keynes. Luego, la revolución informática. Por ahí debe venir el “capitalismo sostenible”, que encontrará en las tecnologías conservacionistas una nueva fuente de dinamismo.

La verdad es que el problema de nuestro país no ha sido el capitalismo, sino el rentismo. Más exactamente, la incapacidad de dejar de ser rentista, porque en sí mismo el rentismo es una gran oportunidad. La incapacidad de construir un capitalismo no rentístico, que no dependiera de la renta petrolera, fue una primera muestra de ese gran problema nacional. Estamos atravesando otra etapa de esa incapacidad, la de construir algo que sus conductores llaman socialismo que no dependa para mantenerse en pie de la renta petrolera, que en este caso tiene, y tiene que tener, magnitudes gigantescas. Así como nuestro capitalismo, en su primer intento que ocupó la segunda mitad del siglo XX, no fue capaz de dejar de ser rentístico, este supuesto socialismo que se dice querer levantar está todavía más atado a la renta petrolera que su antecesor.

Esta es la enfermedad de fondo cuyo síntoma atisbábamos en las primeras líneas de este artículo. Este socialismo es inviable, porque depende de la renta. Como socialismo que dice ser tiene que ser anticapitalista. Como rentístico que es, su suerte está atada a la del capitalismo. Esta condenado así a la mentira y a la hipocresía. 


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