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lunes, 29 de junio de 2015

Los Asalariados En Los Sistemas Capitalista Y Estatista, por cmolinacamacho@gmail.com

Por Carlos Molina Camacho, 28/06/2015

El trabajo humano nos hace parecidos a Dios, nos torna creadores. El trabajo nos hace útiles a la sociedad y, siempre y cuando sea hecho en condiciones humanamente aceptables, nos brinda felicidad, ya que toda creación genera una dicha que no se obtiene fácilmente por otros medios.

En el capitalismo, sistema en donde los que laboran, sea en empresas de producción de bienes o servicios o bien de distribución de éstos (establecimientos comerciales), el trabajo es una fuente de subsistencia para sí mismo y para su familia.  Desde luego que también supone una creación, fruto del cerebro y de las manos del hombre o de la mujer que lo realizan, y debe ser un timbre de orgullo cuando es bien hecho.

Mas sin embargo en ese sistema trabajas para otros. Esas empresas son propiedad de los dueños del capital. Los trabajadores son simples asalariados, pues laboras, principalmente, para el beneficio económico de otros. No tienes injerencia en la conducción de esas empresas, simplemente no son tuyas….

En el sistema económico del estatismo o socialismo de origen marxista, el trabajador realiza su faena para un patrono que se llama Estado o para algún organismo dependiente de ese Estado: la empresa es pública. Los beneficios económicos no van a los bolsillos de los dueños del capital, sino que deberían distribuirse en servicios a los ciudadanos. Sin duda que en este sistema se logra un innegable progreso social, al menos en teoría.

Pero aún tenemos que decir que los asalariados de esas empresas públicas tampoco tienen mayor influencia en la administración de ellas, las que son dirigidas por los técnicos o burócratas del partido gobernante que terminan conformando una nueva “clase social”, junto con los jefes políticos de turno.

Recordamos la obra de Milovan Djilas, político yugoslavo (1911-1995) que escribió en los años 50 del siglo pasado una crítica del burocratismo  en una obra que tituló:  LA NUEVA CLASE.  Ese atrevimiento suyo de criticar el sistema comunista le costó la expulsión del partido (1954)  y la cárcel (1956).

Los aspectos negativos de este sistema son varios, y su implantación en algunos países ha puesto de manifiesto que los beneficios son más teóricos que prácticos. La sabiduría popular nos recuerda que “el ojo del dueño engorda el caballo”. Los dueños de esas empresas públicas son los millones de personas que conforman la sociedad en su conjunto, que mal pueden estar supervisando o vigilando la buena o mala marcha de esas empresas, tarea que por tanto delegan en unos funcionarios públicos, que son simples asalariados del Estado.

Habrá entre esos funcionarios públicos gente muy honesta y responsable que cumplirán fielmente sus obligaciones, sea como administradores de esas empresas  o como contralores o supervisores de las mismas. ¿Pero será la mayoría de ellos?  Las experiencias vividas en países en donde se impuso ese sistema nos hacen pensar que más bien son una ínfima minoría los funcionarios públicos que reúnen, por desgracia, esas cualidades  de honestidad y responsabilidad.

Los defensores del mismo –afortunadamente ya no son muchos- se olvidaron de un gran enemigo que tenemos los que deseamos la justicia social: el ego humano, sus debilidades, la carencia de valores, las ambiciones, los engaños,  la desidia, la corrupción, etc,  Hay ejemplos de empresas del Estado bien administradas, tanto en Venezuela como en otros países. Recordemos la PDVSA de la llamada Cuarta República, pero son la excepción.

Todo ello sin hablar de los egoísmos políticos.  Muchas de esas empresas se fueron convirtiendo en refugios para contratar compañeros de partido,  sin que ellas los necesitasen realmente. Se abultaron  enormemente las nóminas. Se acordaron salarios altos sin correspondencia con la productividad de las unidades económicas, etc.  Total:  fracasó el sistema. Recordemos aquello de que “Lo que nada nos cuesta hagámoslo fiesta”. En los dichos populares hay mucha sabiduría…

Sin una economía sana no hay cambio social posible. Los soviéticos se dieron cuenta 70 años después de su implantación, pero tuvieron el valor de rectificar, al igual que otros países.

Cuba está hoy dando sus pasos en la buena dirección, y procura desmontar ese leviatán que es el Estado cubano, para abrirse a una economía privada que opere en mejores condiciones. Ojalá sea el momento histórico del socialismo cooperativo en esa querida isla.

La prosperidad china no se la debe a su estatismo sino a que estimuló la iniciativa privada en la economía del país.

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