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sábado, 8 de agosto de 2015

El Proyecto, por @jeanmaninat



Jean Maninat 07 de agosto de 2015
@jeanmaninat

El Proyecto, así con mayúscula, es uno de los más dañinos legados que dejó el marxismo-leninismo regado por el planeta, en su afán de conquistar el mundo. Las utopías totalitarias, y sus metástasis variopintas: movimientos de liberación nacional animados por la geopolítica, populismos benefactores, nacionalismos arcaicos, integrismos religiosos, pulsiones y punciones secesionistas, grupos de notables dispuestos -a cualquier precio- a refundar sociedades que trastabillaban hacia la prosperidad; todos, toditos sus oficiantes, han sido picados de culebra por la presunción de que tenían en el bolsillo -o en la cartera-  el Proyecto que redimiría a sus conciudadanos de sus penurias y a ellos los haría entrar en la historia por la puerta grande.

El PRI, en México, gobernó durante setenta años -con el apoyo circunstancial de muchos de sus más ilustres intelectuales- en base al supuesto que había una “revolución institucionalizada” -un Proyecto- que caracterizaba su especificidad como nación, y le daba un password especial para omitir el tráfago de una democracia trasparente y participativa. Los héroes de la Sierra Maestra, en Cuba, quisieron entender que la sumisión a un líder patriarcal y elocuente, les labraría un destino mejor que el que les había otorgado una cadena de intentos fallidos por recuperar su identidad como nación independiente. Hoy, a duras penas, regresan del espejismo. El Proyecto fracasó, y el Hombre Nuevo es tan viejo, como el individuo que quiere labrarse una vida en base a su trabajo y su empeño personal.

¿Qué aúna hoy a los líderes de la otrora luminosa irrupción del Proyecto -en sus varias versiones- cuyo afán declarado era cerrar las brechas de desigualdades sociales que afean Latinoamérica? ¿Qué pasó con sus cánticos de más democracia y transparencia cuando estaban en la oposición? Que envalentonados por el apoyo popular, recurrieron al sortilegio autoritario según el cual: sólo yo, y más nadie que yo… soy el depositario del Proyecto.  Es el eco histórico del caudillo, del hombre a lomos de un caballo encabritado que nunca abreva, que nunca pasta, como los que adornan -hechos estatuas- tantas plazas en los desvalidos poblados de la región.

El Proyecto, todo lo quiere sumergir, todo lo quiere aniquilar a nombre de su propia permanencia: intenta borrar de un brochazo empedernido la división de poderes a nombre de un fin mayor; intenta esclavizar la representación popular a nombre de un fin mayor; intenta cauterizar a los sindicatos y a la sociedad civil a nombre de un fin mayor; intenta cercenar la libertad de expresión a nombre de un fin mayor; intenta estrangular la iniciativa privada a nombre de un fin mayor. Intenta, en suma, asfixiar a la sociedad a nombre de un fin mayor…su sobrevivencia.

Pero el Proyecto es un animal de múltiples y enredadas patas, y una  panorámica por el continente nos demostrará que siempre termina consumiendo a sus hijos. El Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil, es el ejemplo más triste de cómo lo que fue  una propuesta novedosa, -fundado por gente honesta y luchadora- puede terminar en el fango de la corrupción más desorbitada tan solo para perpetuarse en el tiempo. Yo no delinquía para mí provecho, lo hacía por el partido… por el Proyecto.

Una vez que la luz artificial galáctica ha  amainado y crece el desencanto entre quienes tanto la cultivaron, quizás convenga regresar al oficio de hacer política sin más proyecto personal que ser un servidor público, desprovisto de poses histriónicas y giros épicos, darle un descanso -por el amor de Dios- a las banderas y los símbolos patrios, dejar de hablarle permanentemente a los micrófonos de la historia; para tentar -muy humildemente- a los descreídos de salir a votar masivamente el 6D en contra del tremedal en que nos ha sumido el Proyecto del Socialismo del siglo XXI.


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