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sábado, 8 de agosto de 2015

Se acabó lo que se daba, por @yedzenia



Por Yedzenia Gainza, 07/08/2015

Hay cosas que parecen infinitas, pero la verdad es que nada es para siempre, y como dice la canción: “todo tiene su final”. Así que un día al ser humano casi sin darse cuenta de todo lo que ha pasado se le activa el sensor del “BASTA”, no porque sea suficiente, sino porque ya es demasiado. Cosas tan disparatadas como el fanatismo, o tan nobles como la paciencia, la esperanza, la inocencia o el amor tienen el umbral del “demasiado” mucho más alto de lo que puede imaginarse, y es eso lo que hace pensar que son una fuente inagotable de segundas, terceras, decimonovenas, y quincuagésimo séptimas oportunidades de las que algunos con más o menos éxito se aprovechan según su conveniencia.

En este país de riqueza infinita que no se refleja en la mayoría de los 30 millones de almas que lo habitan, hace tiempo que comenzaron a sonar las campanas del hastío. Y lo que antes era una ceguera colectiva producto del culto a un líder hipócrita que fue llenándose los bolsillos mientras con histrionismo soltaba las migajas a un pueblo hambriento, ahora se ha convertido en ese gran bulto que sale después de estrellarse contra el muro de la realidad.

La pandilla que gobierna Venezuela comienza a llevarse las manos a la cabeza porque ya nadie cree en sus mentiras, pues mientras más excusas inventan más se nota su ineptitud y corrupción. Llevan años hablando de los logros de unas políticas piratas –con patas de palo y todo– que han cedido ante el peso de la violencia, la inflación, la escasez, y por supuesto, la injusticia. Los malandros que crearon al “hombre nuevo” comienzan a preocuparse porque ya no pueden controlar al monstruo que durante años han estado alimentando, y que ahora a falta de techo, comida y cerveza se les ha rebelado. El chavismo teme a su propia cosecha, teme a la tempestad que abonó con odio, paternalismo, mentiras y leyes laborales que fomentaron el parasitismo. El chavismo tiene miedo de lo que le viene encima porque ya la farsa no da para más. Los saqueos escondidos bajo el eufemismo de “situación irregular” se extienden a lo largo y ancho del país, las expropiaciones se intensifican en el vano intento de justificar el fracaso de todas las anteriores, y el poder del hampa ha llegado al punto en que la policía tiene que esconderse de los delincuentes para poder sobrevivir a un ataque.


En las colas los venezolanos están muriendo de mengua o tiroteados por los uniformados que se supone tendrían que protegerlos. Ya nadie quiere esperar, y por más que el control de los medios lo intente, es imposible esconder la miseria que inunda las calles. Aumentan los controles, aumenta la inflación y aumenta la desesperación en un país con un presidente incompetente que no para de dar excusas atribuyendo a la oposición estrategias y dinero para sabotear su humo. Porque aparte de encarcelar inocentes, amenazar a la población, violar derechos humanos, jugar perinola con la Constitución Nacional, acosar a la empresa privada, hacer el ridículo por el mundo, comprar apoyo internacional y despilfarrar lo poco que queda. Nicolás Maduro y su predecesor no han hecho más que echar tierra en los ojos de sus seguidores y vejar a sus detractores. Bastante torpe es un régimen que a pesar de controlar las instituciones, los medios de comunicación, los servicios públicos, las armas y prácticamente la totalidad de la producción nacional, insiste en hacerle creer al mundo que el problema es la oposición que no le permite trabajar.


En Venezuela ya no quedan ni chicles para estirar los innumerables, fantásticos y mediocres pretextos de Maduro y el combo de alcahuetes que le asisten como a un adolescente tan flojo como corto de intelecto siempre necesitado de un culpable para su ineptitud. La gente que hace colas para comprar comida vive agobiada deseando que no se dispare el dólar mientras intenta conseguir harina o presenta la documentación necesaria para comprar pañales –si hay–. Si no fuera por las continuas fallas eléctricas, los supermercados pondrían los precios en paneles electrónicos donde los clientes pudieran ver aumentar en tiempo real el precio de cada cosa según el dólar paralelo, el único que a falta de un Banco Central medianamente útil, es el que realmente indica cómo va la economía.


Al régimen que sigue regalando dinero y perdonando a precio de gallina flaca deudas multimillonarias se le acaba el tiempo, ya no tiene dónde raspar para engordar sus cuentas bancarias. De modo que entre la ruina y el miedo ve acercarse su final a manos de un pueblo decepcionado, hambriento, pero sobre todo, exhausto de tanto despropósito. Al chavismo Venezuela le quedaba muy grande, pero no se había dado cuenta hasta ahora cuando sus más fieles seguidores ya no pueden llenarse la barriga con consignas, es por eso que actúa desde el miedo a enfrentarse con la cara más dura de un pueblo: la demacrada y furibunda que demuestra (sin medir las consecuencias) a través de secuestros y saqueos, que ya ha sido demasiado y que como amor con hambre no dura, se acabó lo que se daba.




Yedzenia Gainza
@yedzenia

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