Por Nicholas Smith
En su libro El fin del
poder usted hace una afirmación muy audaz. En un tiempo en el que la gente
siente que el poder económico y político se encuentra más concentrado y
atrincherado que nunca, usted argumenta que de hecho, el poder se ha vuelto
cada vez más transitorio y constreñido. ¿Por qué considera que este es el caso?
Pasé siete años investigando
para este libro. Mi conclusión está basada en la mejor información estadística
y estudios disponibles, en innumerables conversaciones con líderes de múltiples
esferas alrededor del mundo.
La evidencia demuestra que
indiscutiblemente en la actualidad, individuos e instituciones en posiciones de
poder, encuentran rivales que retan sus capacidades de acción y que en muchos
casos niegan el ejercicio de opciones que antes se daban por sentado.
Individuos e instituciones
consolidados también se están convirtiendo en sujetos del poder –en algunos
casos por primera vez– a medida que emergen actores alternativos que pueden
ignorarlos, hacerlos retroceder o incluso rebelarse contra ellos.
Esto está pasando en los
ámbitos de la política nacional, internacional, negocios, medios de
comunicación, tecnología, cultura y deportes. Inclusive en la religión y en lo
militar. Sucede en Asia, Europa, Latinoamérica, África, y en Estados Unidos.
Básicamente en cualquier lugar donde el poder sea una valiosa moneda corriente.
Hoy el poder se ha vuelto
más fácil de adquirir, más difícil de usar y más fácil de perder. Veo esta
situación sin precedentes históricos como el resultado de la proliferación de
nuevos actores o micro-poderes que están retando y confrontando efectivamente
al poder tradicional, y a los que me refiero como mega-jugadores.
¿Esto significa que cada
centro de poder tradicional dejará de existir?
No creo que los
mega-jugadores vayan a desaparecer, al menos no todos. Por ejemplo, estoy
convencido de que los estados nación permanecerán alrededor por un largo
tiempo. No debemos olvidar que aún hay grandes concentraciones de poder en el
mundo: el gobierno de Estados Unidos, el Partido Comunista de China, el
Vaticano, las grandes empresas de gas y petróleo, Goldman Sachs, Google, por
dar unos cuantos ejemplos. Todos estos siguen ejerciendo enorme influencia. Mi
argumento reside en que los mega-jugadores serán constreñidos y cada vez más de
forma significativa. Los micro-poderes serán capaces de negarles opciones y
forzarlos a desempeñarse en formas diferentes. De hecho, en ocasiones, van a
bloquear a los mega-jugadores por completo.
¿Por qué sucede esto ahora?
¿Cuáles son los detonantes de esta situación?
Identifico tres fuerzas de
cambio detrás del fin del poder. La revolución del “Más”, la
revolución de la movilidad y la revolución de la mentalidad. Cada una de estas
categorías incluyen múltiples variables, pero en general, su efecto es hacer
más vulnerables y frágiles los escudos que han protegido tradicionalmente a los
poderosos.
La revolución del “Más”
esencialmente captura el hecho de que ahora vivimos en un mundo de profusión y
abundancia. Las cosas que hacen una diferencia son más copiosas de lo que lo
han sido jamás. En la actualidad hay más partidos políticos, más ONGs, más
compañías, más tecnologías, más gente. En términos del promedio de edad de la
población, este es el planeta más joven que ha existido. Es el más urbanizado,
el más educado, el mejor alimentado y el más conectado.
Además la revolución de
la movilidad nos remite a que ahora todo se mueve más: gente, información,
ideas, iglesias, criminales, filántropos, universidades, artistas, culturas,
deportes. Todas estas cosas no están confinadas a una sola locación, al
contrario, cruzan fronteras a una velocidad sin precedentes.
Finalmente, la
revolución de la mentalidad encapsula el mayor cambio que la humanidad ha
tenido en términos de aspiraciones, valores, esperanzas y frustraciones. Ahora vemos
las cosas diferentes y esperamos mucho más del mundo, de aquellos que nos
rodean y quizás de nosotros mismos.
Naturalmente, es más
sencillo practicar el poder sobre poblaciones aisladas, estáticas y poco
ambiciosas. Pero la revolución del “Más” abruma las barreras
que protegen a los poderosos; la revolución de la movilidad ayuda a los
retadores del poder a esquivar estas barreras; y la revolución de la mentalidad
permite socavar las barreras. Cuando estas tres fuerzas se combinan, las agitas
y liberas, los pequeños jugadores –con frecuencia– tienen la ventaja.
Tener el poder ya no es lo que solía ser.
En otras palabras, usted
está aplicando el concepto económico de las barreras de entrada a la
distribución del poder.
Veo la disciplina académica
de la organización industrial como una herramienta muy útil para pensar el
asunto del poder. Los constructos que nos ayudan a entender el comportamiento y
prospectos de una compañía en la industria, también pueden descubrir nuevos
aspectos del fenómeno político y social, que es exactamente lo que el libro
pretende lograr.
Predecir el fin de cualquier
cosa parece ser una empresa de alto riesgo. ¿Qué pasa si las revoluciones del
“Más” -movilidad y mentalidad- son históricamente anómalas? Son ciertamente
inusuales en el contexto de la historia humana como un todo. Estas fuerzas
pueden ser el resultado de un contexto de desarrollo histórico muy específico,
y podría no ser tan poderoso en unos 50 años.
Es una pregunta muy válida.
Y estoy de acuerdo con que hay muchos textos sobre “el fin de algo”. Pero mi
respuesta es simplemente señalar los factores que se ocultan detrás de estas
tres revoluciones. Crecimiento poblacional, tecnología, desarrollo, y una clase
media ilustrada. El efecto de este desarrollo es indiscutible. Siempre habrá
una decaída en el flujo, y las tendencias se podrán ralentizar, así como
acelerarse. No obstante, la dirección general está clara y en muchos casos,
considero que es irreversible. Por esta razón, el “más”, movilidad y mentalidad
son fuerzas de una perspectiva de largo término.
¿Esto significa que la
estabilidad es una cosa del pasado? o ¿la constante aparición y desaparición de
micro-poderes llevarán a una parálisis?
Si las tendencias que
describo en el libro son llevadas a extremos, entonces ambos escenarios son
posibles. En realidad no veo un problema con que los micro-poderes
desestabilicen el sector privado, porque eso debe desencadenar en más
competencia. Pienso que hay más preocupación con la política nacional e
internacional. Ya hay mucho embotellamiento en nuestro sistema político, y
agregar a más actores que puedan vetar o bloquear la toma de decisiones, solo
reduce las posibilidades de materializar una visión, especialmente en una
escala global. En este caso, la parálisis puede ser una causa de inestabilidad,
ya que un gobierno eficaz se hace más difícil de lograr.
Habiendo dicho eso,
pienso que aprenderemos a manejar estas situaciones de forma razonable y
efectiva. El surgimiento de micro-poderes traerá consigo una oleada de
innovaciones políticas constructivas, y la forma en que tomamos decisiones, nos
organizamos, participamos en la sociedad y elegimos a nuestros líderes
cambiará, y lo hará de forma profunda y sorprendente.
Este cambio será irregular y
en ocasiones desordenado, vendrá de lugares imprevistos y tomará formas
inesperadas. El activismo social y la tecnología desempeñarán un papel mucho
más significativo en el gobierno. En conjunto, la alteración se producirá
rápidamente y tendrá grandes consecuencias transformadoras.
Por supuesto, las cosas
ocurrirán a distintas velocidades alrededor del mundo. De hecho, la innovación
quizá no llegue siquiera a darse en algunos lugares, y tal y como el siglo XX
fue un siglo de creación de Estados, el XXI podría ser un siglo de fracasos de
Estados. Pero en general, la innovación política es inevitable, y tengo la
esperanza de que puede tener un impacto positivo tanto en nuestros gobiernos
como en nuestras sociedades.
¿Ese optimismo es
justificable? ¿Cuáles son los riesgos políticos y sociales asociados al fin del
poder?
En el libro identifico una
serie de desafíos concretos –desorden, desprofesionalización y pérdida de
conocimiento, banalización de movimientos sociales, impaciencia, períodos de
atención más cortos y alienación. Cada uno de estos elementos debe ser tomado con
mucha seriedad. Si algo nos enseña la historia es que mientras las revoluciones
traen nueva gente y nuevas ideas al frente, también pueden ser un enorme
desperdicio. Siempre algo valioso se pierde, sin importar cuánto se trate de
preservar, y la experiencia colectiva y la memoria cultural generalmente se
convierten en especies en peligro de extinción durante grandes dislocaciones en
el poder. Por definición, el ethos revolucionario es hostil hacia las
formas establecidas de hacer las cosas, incluso si existen prácticas que
resultan útiles y que vale la pena mantener.
Entonces, ¿cómo se puede
evitar que la situación se vuelva destructiva?
Creo que la clave es
revertir la tendencia de la anti política. Mencioné la alienación como un
riesgo importante del fin del poder, y siempre es preocupante cuando la
gente comienza a sentir profunda repugnancia hacia todo lo político. El hecho
de que esta perspectiva particular tenga una larga historia no la hace menos
tóxica.
Deberíamos hacer todo lo
posible para traer a los partidos políticos de vuelta al centro de nuestras
conversaciones, tanto a nivel nacional como en la mesa familiar. Los partidos
deberían ser un centro de activismo y el hogar natural de idealistas que
quieren cambiar el mundo positivamente. Desde el fin de la Guerra Fría, el
campo político se ha dejado mayoritariamente en manos de oportunistas y
arribistas, mientras que los activistas han gravitado en torno a las
organizaciones no gubernamentales. Esa tendencia debe ser revertida. Algunos
partidos son corruptos, burocráticos y elitistas, y podemos valernos sin ellos.
Pero otros pueden modernizarse, energizarse y redefinirse para el siglo XXI y
podemos tomar algunos de los atributos positivos que han hecho a las
organizaciones no gubernamentales tan atractivas para muchos.
¿Pero los partidos políticos
siguen siendo relevantes en un paisaje lleno de múltiples micro-poderes?
Sí, y por una razón muy
simple: liderazgo. Está claro que muchas alteraciones recientes han sido
impulsadas por iniciativas sin líderes. ¿Quién fue el líder de la Primavera
Árabe, por ejemplo? Pero esa no es la única manera de efectuar cambios y creo
que los líderes seguirán siendo indispensables. En ese sentido, los partidos
políticos continuarán siendo relevantes, porque son el lugar donde los líderes
se forman, se educan y adquieren la capacidad de guiar a otros.
El mundo es sin duda un
lugar cada vez más complejo. La mayoría de los micro-poderes, por otro lado,
parece enfocarse en un conjunto de intereses relativamente reducido. Esto
significa que el micro-poder quizá tenga algunas dificultades para manejar la
complejidad, o incluso, para aceptar su existencia.
¿Cómo se puede resolver
esta tensión?
Ser monotemático es
atractivo por al menos dos razones: ayuda a enfocar y energizar, y elimina los
sacrificios y dilemas espinosos que confrontan los demás. Es la aproximación
preferida de muchas organizaciones no gubernamentales, algunas de las cuales
han sido muy exitosas en destacar sus preocupaciones específicas. Pero dada la
proliferación de los micro-poderes y sus agendas asociadas, yo diría que la
capacidad de equilibrar prioridades y sopesar alternativas se convertirá en un
activo mucho más importante a largo plazo. Y cualquiera con ambiciones serias
de ejercer un gobierno responsable necesitará tener opiniones y políticas,
sobre todo, desde educación y la economía, hasta agricultura y energía nuclear,
pasando por la guerra, la paz y todo tipo de temas.
La cuestión de las
capacidades parece ser clave. En particular, ¿cuáles son las habilidades que
las empresas, de cualquier tamaño, necesitan dominar para prosperar en este
nuevo entorno?
El activo más importante,
que generalmente es pasado por alto, es la visión periférica. Concuerdo
totalmente con el argumento de que en el mundo híper competitivo de hoy hay que
ser obsesivo para ser exitoso. No hay duda de que las compañías necesitan un
foco firme y preciso en su misión corporativa, y deben centrarse en la esencia
de su negocio de una forma altamente disciplinada, rigurosa y comprometida.
Pero el gran problema de
esta aproximación es que los nuevos competidores y micro-poderes posiblemente
provengan de lugares altamente improbables y usen estrategias completamente
diferentes. Ser tomado por sorpresa podría ser el tema decisivo del mundo
corporativo en los próximos años. De manera que hay que ser obsesivo y
concentrado, pero al mismo tiempo tener cuidado con la especialización
excesiva, porque puede impedir ver de dónde provienen las verdaderas amenazas.
A lo largo del libro, usted
señala que en la contemporaneidad se ha producido una fijación con la idea de
que Internet es la única explicación relevante sobre los cambios en el poder,
especialmente en los negocios y la política. Este es el territorio favorito del
analista Evgeny Morozov, por supuesto. ¿Cómo ha sido exagerado o
malinterpretado el rol de Internet?
Sería torpe negar lo que ha
significado internet en el desarrollo de estos cambios. Yo capturo este hecho
en mi concepto de la revolución de la movilidad. Sin embargo, me gustaría
llegar a un entendimiento más matizado. Algunos analistas olvidan que Internet
no es más que una herramienta que requiere de un usuario; son las
preferencias y aspiraciones de ese usuario las que impulsan el cambio. Es
interesante pensar que mientras se busca explicar los eventos de laPrimavera
Árabe a través de las redes sociales, recientes estudios han mostrado que
muchos de los tuits de la época, eran realizados por personas que no pertenecen
al mundo árabe, y estaban tratando de participar en el diálogo desde afuera, en
vez de los propios manifestantes.
Internet es un factor
crucial en la creación del cambio, pero debemos tener cuidado de no asumir que
es el único. En términos globales, puede que no sea, ni siquiera, la tecnología
más transformadora de los últimos 25 años, dado que las tarjetas telefónicas
han conectado a miles de millones de personas en países en vías de desarrollo
que carecen de acceso a la electricidad, conexiones de banda ancha y
computadoras. En ambos de los casos, necesitamos mirar más allá de la
tecnología al servicio de los usuarios, si queremos entender por qué suceden
las cosas en la forma como lo hacen.
En mi visión personal, “El
Fin del Poder” es en efecto un libro bastante optimista, a pesar de su
dramático título y la seriedad de los temas que trata.
¿Es esta una respuesta
razonable?
Absolutamente. Pienso que el
libro sí es muy optimista. En él se argumenta que vivimos en un mundo en el
cual vivir con dictadores y monopolios produce cada vez más incomodidad. Un
mundo en el que adolescentes en el garaje de sus casas pueden desarrollar
compañías de tecnología y a continuación competir contra gigantes corporativos
y la gente en la calle es capaz de derribar tiranos. Algunas veces olvidamos
nuestro sentido de la perspectiva. Si tomamos cualquier indicador capaz de
rastrear la condición de la vida humana en la actualidad, ya sea, expectativa
de vida, niveles de alfabetismo, o la posición de la mujer, veremos que se han
disparado desde el comienzo de la década de 1990.
Estoy muy consciente de los
problemas que aún no han sido abordados, los retos que no han sido superados y
la vasta, inimaginable cantidad de tragedias que presenciamos cada vez que
avanzamos un paso como especie. El cambio positivo está distribuido de forma
inequitativa, y solo tenemos que ver la situación que enfrenta la gente en
Siria o Irak para tener una idea de cuánto hay por hacer. Pero en promedio,
estamos en un mundo mejor del que era antes. Las tendencias e impulsos de los
que hablo en el libro, están moviendo a la sociedad, economía y gobiernos en la
dirección correcta. Creo que solventar las dificultades que permanecen no
debería ir más allá de nuestras capacidades. En efecto, el fin del poder podría
ser el inicio de algo muy positivo.
♦♦♦
Publicado en Ericsson
Business Review, Issue 3, 2015
Traducción de Diego Marcano
Arciniegas y Flaviana Sandoval
13-10-15
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