Por René Núñez, 13/10/2015
Se percibe un país a la deriva sin controles ni intenciones pensadas,
maduras y racionales de rectificación de los responsables de conducirlo por el
camino de la prosperidad, de la seguridad y de la justicia social. Mientras un
82% de los venezolanos manifiestan sus desacuerdos con la actual gestión
pública; una élite política reducida desde el poder, continúa usufructuando
súbitas y sospechosas riquezas, prebendas y prerrogativas con el silencio
cómplice de unos poderes no autónomos e independientes.
Entretanto, grupos sociales más vulnerables siguen asumiendo una
conducta política “bipolar” frente los graves problemas sociales que les
aquejan y hacen difícil su convivencia social en paz. La inflación, el bajo
poder adquisitivo, el desabastecimiento, la inseguridad natural y jurídica, la
reducción de empleos formales y decentes, la corrupción y los abusos de los
derechos humanos, son males sentidos pero no comprendidos por ellos. Ignorando
el principal culpable de su desgracia humana: el modelo político- económico
socialista instaurado en 1999 y que explota 15 años después en una crisis
devastadora tanto en lo económico-social como en lo institucional. Un sector
que no termina de reconocer sus sufrimientos y los daños infringidos por un
sistema que en vez de hacerlos prósperos como se les prometió, hoy son más
pobres que antes. Es tal la enajenación cultural, que están impedidos del reconocimiento
de los beneficios, de las ventajas ofrecidas por los contrarios. Un sectarismo
declarado debilitador del pluralismo, las libertades, características
esenciales de una sociedad democrática.
En los momentos de confusión y desmotivación popular, antes lo hacía
Chávez ahora lo hace Maduro, la máxima instancia revolucionaria persiste en
recurrir a la lealtad incondicional de sus seguidores como el mayor e
ineludible compromiso que todo revolucionario debe mantener y defender a ciegas
y sin fisura alguna, indistintamente si el programa de acciones del gobierno
mejora o desmejora sus condiciones de vida.
Por otro lado, los partidos de oposición han sufrido también las
consecuencias de las decisiones autoritarias gubernamentales. La campaña en su
contra de descréditos y chantajes ha provocado fisuras y divisiones internas;
haciéndoles difícil la estructuración de una alternativa democrática
sostenible, doctrinal, creíble y viable.
Todo este desorden institucional, ha tenido como secuela que en estos
momentos un 57% de la población está indecisa para acertar y comprender a que
propuesta asirse o acogerse en las próximas elecciones parlamentarias. Muy
preocupante la baja credibilidad del liderazgo y los partidos.
La confianza de una sociedad la generan sus líderes. En la Venezuela de
hoy, dirigentes y partidos son los responsables hacia adentro de recobrar el
rol y sentido común dogmático para evitar que el electorado siga refugiándose
en la abstención o recurra a opciones engañosas, de dudosa humanidad y
viabilidad en lo económico y social. El 6D no resuelve los problemas del
desabastecimiento, la inflación, la inseguridad, la corrupción, la impunidad,
entre otros; pero si se abre el camino de las soluciones si las asumen todos
los sectores con diálogo, respeto e imaginación creadora. En democracia.
René Núñez Presidente de Ifedec Bolívar
Estamos en "Onda Global" con Ing. Waldo Negrón, los domingos
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