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domingo, 31 de enero de 2016

La HUMILDAD de Daniel, por Claudio de Castro



Claudio de Castro 30 de enero de 2016

Conducía mi auto y de pronto pensé en un caso que dio la vuelta al mundo. Un hombre que entró en una jaula de leones en Kiev gritando: “Dios me salvará si existe”.  No sobrevivió. Al momento pensé en Daniel en el foso de los leones.


Por la tarde, me senté a reflexionar. Ésta era la inquietud:

¿Por qué el primero fue devorado por los leones mientras que Daniel sobrevivió siete días con leones hambrientos?

¿Cuál era el motivo?

“Había en el foso siete leones a los que se les daba diariamente dos cadáveres y dos carneros; entonces no se les dio nada, para que devoraran a Daniel” (Daniel 14,32).

¡Fue asombroso!  ¡Nada le pasó a Daniel!

Busco respuestas.

Tal vez el primero fue imprudente, al meterse en esa jaula y tentar a Dios con aquél: “Si existes me salvarás”.

El segundo, una víctima inocente, confió en DiosFue humilde.

Dios se complace en los humildes.

Ser humilde es una gracia que pediré con insistencia.

Me he dado cuenta que en ocasiones presionamos a Dios, queremos obligarlo, y nos molestamos cuando no obtenemos lo que pedimos.

No hay recta intención.  Y no pedimos como debemos.

Te aseguro que Dios siempre te dará lo mejor. Puede que no sea lo que estás pidiendo. Pero es lo mejor para ti.
Es algo que descubres con los años.

A menudo pienso en Dios como un padre que se desvela.  

Para comprender, veo a mis hijos y me digo: “Si yo que soy papá pienso esto, ¿qué pensará Dios que es nuestro padre?”

Cuando mis hijos hacían alguna travesura, les llamaba la atención. A veces el silencio los delataba otras veces era muy evidente. Como la vez uno de ellos, siendo muy pequeño, se quitó su camisa, la arrojó en el inodoro y jaló la cadena.

Nos dimos cuenta cuando empezó a correr agua por toda la casa.

“¿Qué has hecho?”, le pregunté.

“Lavaba mi ropa, como mamá”.

No paré de reír por un buen rato.

Todo el proceso quedaba envuelto, protegido, en mi amor incondicional de padre.

Nunca dejé de amarlos, a pesar de sus travesuras. Sin que se dieran cuenta muchas veces me sonreí por estas ocurrencias. Y cada día los he amado más.

¿Cómo nos verá Dios?  Lo ofendemos, lo ignoramos, usamos su nombre en vano  y no se cansa de perdonar. Está pendiente de lo que haces, piensas, sueñas. Le ilusiona saber que lo amas.

La santa Biblia lo describe a la perfección: “Santo, perfecto, omnipresente, todopoderoso, eterno, lento a la ira, misericordioso, justo…”

Dios es amor, en su esencia más pura y perfecta.

 “Para comprender el Amor, debes amar”.

He aprendido que la interacción con Dios tiene mucho que ver con la oración, la humildad y la confianza.

Es muy sencillo:

“Si confías mucho, recibirás mucho y si confías poco, recibirás poco”.

Ahora lo sabes.

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