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miércoles, 15 de junio de 2016

Urbanismos por @marconegron


Por Marco Negrón


El afortunadamente insustituible caudillo del Socialismo del siglo XXI había ofrecido conducir a los venezolanos a lo que su vena coplera bautizó “el mar de la felicidad”. Por supuesto que el referente seleccionado -la otrora Perla de las Antillas- hizo que incluso muchos de los menos informados encendieran rápidamente las alarmas. Y se quedaron cortos: él y sus herederos terminaron hundiendo en una crisis que nadie alcanzó a imaginar a uno de los países de la región que a finales del siglo XX parecía mejor preparado para superar el subdesarrollo.

Con indignación hoy debe reconocerse que Venezuela ha pasado a ocupar los últimos lugares entre sus pares: la más alta inflación, el menor poder adquisitivo familiar, los más elevados índices delictivos, la más sostenida y profunda caída de la economía, una injustificable carencia de alimentos básicos y medicinas esenciales. El mar de la felicidad ha resultado ser un tremedal, materializado en colas interminables para adquirir las cosas más elementales, motines en busca desesperada de alimentos, huida del país de todo el  que puede hacerlo. Depresión, tristeza, a veces vergüenza del gentilicio.


Se trata sin duda de un fraude de magnitud nunca vista donde el hombre nuevo que ofrecieron es el “pran”, el delincuente más sanguinario y a la vez el más pusilánime, cuyo centro de operaciones por excelencia es el antro carcelario desde el cual secuestra, extorsiona, asesina y cobra.

Pero en lo que sí ha sido exitoso el socialismo caribeño ha sido en el desarrollo de lo que George Orwell llamara la neolengua, una simplificación y manipulación del idioma orientada a afianzar el control ideológico de la población e impedir o satanizar formas de pensamiento antagónicas con el poder. Uno de sus primeros logros fue embutir en el cerebro de los venezolanos una categoría histórica inexistente, la Cuarta República, que estigmatiza, aislándolos en un solo paquete, los 40 años de la república democrática.

Más recientemente, con el lanzamiento de la llamada Gran Misión Vivienda Venezuela, acuñaron la expresión Urbanismos para referirse a los edificios de vivienda con los que han ido salpicando las ciudades al azar de los terrenos supuestamente vacíos que van encontrando. Como se ha señalado más de una vez (e indirectamente han reconocido altos ex-funcionarios de gobierno), se trató (y sigue tratándose) de una improvisada operación destinada a superar una coyuntura adversa, aderezada, como revela la encuesta ENCOVI, por la manipulación impúdica de la información.

Los estudios más solventes han determinado que, más que un déficit de vivienda, lo que confronta la Venezuela urbana de hoy es un déficit de ciudad: aquel ha sido atendido y solventado directamente por la población, que en cambio, por razones harto conocidas, no ha podido responder a las carencias en equipamiento e infraestructura urbana, la responsabilidad por excelencia del sector público.

Aunque físicamente se inscriban en conglomerados mayores como en el caso de Ciudad Tiuna, conceptualmente lo que ha producido la GMVV han sido edificios aislados puesto que no son acompañados de intervenciones urbanas que atiendan el déficit de ciudad. Antes por el contrario, lo han agravado al sobrecargar las redes y equipamientos de los sectores donde se asientan. Así, lo que la neolengua llamaurbanismos no es más que lo que en la viejalengua que todavía algunos hablan se conoce como bloques de vivienda, por lo demás de la tipología más atrasada.

Otro ensayo lo adelanta un señor que al parecer representa a Venezuela en la CIDH, quien ha afirmado que nuestras ciudades superan en calidad de vida a las colombianas, argentinas, uruguayas o chilenas: ¿calidad de vida = tugurización? La neolengua goza de buena salud.

14-06-16




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