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lunes, 20 de enero de 2020

Plomo y excremento por @goyosalazar


Por Gregorio Salazar


La llamada asamblea nacional constituyente convocó a una sesión solemne para “enaltecer” a los maestros venezolanos en su día. Los constituyentes vistieron sus mejores galas. A aquellos que a pesar de lo regordete todavía les cierra el cuello de la camisa llegaron al extremo de ponerse corbata. Todos estuvieron prestos y puntuales al llamado de su presidente, cuyo discurso era esperado con disciplinada expectativa.

Desde las alturas del poder, el gran conductor de la manada constituyente estuvo más que profundo, diríase que recóndito como es habitual, y sus palabras se desparramaron con plasticidad en el antiguo hemiciclo que tantas cosas ha visto. Y las que le faltan por ver. Las reseñas de los medios antes del sector público y ahora de un grupito fueron, no se les puede negar, sobrias y puntuales.

El presidente dijo que es gratificante la labor de los maestros “que tienen la capacidad de ver en los ojos de los niños su felicidad o tristeza”. Tiene razón, pero habría que acotar que felicidad ya no asoma y cada vez resulta más fácil apreciar la honda y estremecedora tristeza de los niños venezolanos. Y mucho más allá el pesar que se desborda en lágrimas de esos pequeños, así como de los padres y representantes, familiares, vecinos, amigos, allegados y de los propios maestros. Los homenajeados, recuérdese.

Y es que todo ese entorno social sufre lo indecible. Alimentos, útiles escolares, uniformes están cada vez más lejos del alcance de la mayoría de las familias venezolanas. Las escuelas derruidas se van quedando sin la algarabía de los colegiales y la palabra de los educadores para ser invadidas por el silencio y esa tristeza creciente, que si se hiciera una encuesta pudiera figurar como uno de los mayores sentimientos nacionales al lado de indignación popular.

Pero sigamos con el homenaje, al menos así lo llamaron. Los maestros, dijo el presidente, “entregan su vida para multiplicar su sabiduría”. Bueno, en eso hay que hacer una precisión. Una cosa es estar dispuesto a sacrificar la vida por honrar su profesión y servir al prójimo y otra cosa es que se la arranquen a fuerza de hambre, con un salarito de tres dólares, la negación de las reivindicaciones que habían obtenido con sus convenciones colectivas, privaciones y toda clase de calamidades para ellos y su grupo familiar, sin poder velar por la alimentación y la salud.

Después los maestros quedaron a un costado y la solemne pieza oratoria aterrizó, no podía ser de otra forma, en Chávez, el maestro de todos los maestros que en el mundo han sido. Predicó con amor, sí como no, y con el ejemplo, claro está. Afirmó que es un ícono para la historia de Venezuela. Vea usted, hay ejemplo de ejemplos e íconos de íconos. Allí tenemos, por ejemplo, a esos íconos llamados Belial, Belhor y Bhejo, a quienes los especialistas atribuyen el significado de “el de las ganancias corruptas”.


Y a todas estas, ¿dónde estaban los homenajeados? Literalmente clamando al cielo. Un grupo de maestros con su dirigencia gremial al frente acudía en ese mismo momento a la Catedral de Caracas. Una misa solemne, un pedimento a la paz y a la venida de mejores tiempos para el país. Maestros que han dado tantas clases a la juventud venezolana le están dictando al país con su lucha, por ellos y sus alumnos, una cátedra de dignidad, coraje y valentía.

A la salida, agrupados en la esquina de Torre gritaron sus consignas en demanda de respeto a sus derechos como docentes, hombres y mujeres que literalmente construyen patria en cada aula. Los acompañaban jóvenes defensores de derechos humanos y periodistas que cubrían el acto. Una vez más aparecieron los facinerosos de siempre: los tristemente célebres colectivos organizados, armados y financiados por el régimen. Sin más, sin mediar palabras arremetieron contra ellos lanzándole orines y excrementos. El baño de inmundicias alcanzó a todo el grupo, a varios en la cara, en el pecho, en el pelo a maestras de avanzada edad, mientras para completar el oprobio la policía se alejaba del lugar con el rabo entre las piernas.

Una cuadra más al sur tenía lugar otra escaramuza propia de estos tiempos de anarquía e incivilidad que amenazan con llevar a la nación al gran desmadre. El vehículo donde viajaban varios directivos de la AN fue atacado a balazos y objetos contundentes. Balas y excrementos. Plomo y mierda, buen lema para adicionarlo al escudo del partido oficialista, era lo que reinaba en la calle mientras el tribuno mayor finiquitaba su discurso: “Nosotros respetamos a los maestros”.

19-01-20





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