Por Efecto Cocuyo
Es muy lamentable descubrir
el perfil de los miembros seleccionados para el comité de postulaciones
electorales en representación de la sociedad civil, especialmente porque la
comisión constituía una buena oportunidad para construir un consenso social
amplio, más allá de los partidos políticos, que hubiese podido renovar parte de
la legitimidad perdida de la institucionalidad venezolana.
Hay quienes ven en la
estructura del comité de postulaciones electorales, al igual que el de
postulaciones judiciales y otros similares, que hoy atraviesan transversalmente
buena parte de la normativa venezolana para seleccionar a las autoridades de
algunas de las instituciones públicas, como un simple capricho impuesto por la
desastrosa era de la antipolítica que marcó la última década del siglo pasado y
el inicio del maniatado XXI venezolano.
Al hacerlo, critican la
sociedad civil de la misma manera que aquellos extremistas criticaron (y muchos
aún critican) a los partidos políticos. Para aquellos, la sociedad civil es un
simple apéndice o extensión sectorial de los partidos, para los otros los
partidos son simple facciones de una élite para repartirse el poder y mantener
oprimido al pueblo.
La sociedad civil venezolana
existe como un espacio autónomo, independiente y plural. Y eso es una
extraordinaria noticia en un país polarizado y polarizante, sin medias tintas y
sin grises.
Organizaciones relacionadas
con derechos políticos, laborales, ambientales, educativos, libertad de
expresión y en general todo el espectro de Derechos Humanos, han mostrado
credenciales más que suficientes que las acreditan como voces calificadas e
imparciales, que no han dudado en señalar faltas y delitos cometidos tanto por
el gobierno, así como también por la oposición. Por cierto, faltas y delitos
que pueden ser comparables.
El objetivo de la
participación de la sociedad civil en estas comisiones es apoyar la
construcción de consensos políticos y sociales. Y aunque los partidos desempeñan
un rol protagonista en esta tarea, alcanzarlos solo es posible cuando hay
transparencia, cuando las normas se cumplen, cuando existen garantías y muy
especialmente cuando representantes de los diversos sectores de la sociedad
política y social pueden participar activamente en su construcción, o en este
caso, en la selección de las autoridades de la institución que está llamada a
ser el árbitro en la resolución de un profundo y largo conflicto que ha
dividido durante 20 años al país.
En Venezuela existen
partidos políticos con organización, estructura, militancia y liderazgo. Menos
que los que han participado en elecciones a lo largo de los últimos años, pero
existen. También existen unos cuantos partidos políticos de maletín, diseñados,
creados y comprados para entorpecer la política.
Igualmente existe en
Venezuela una pseudo sociedad civil o QUANGO’s (Organizaciones cuasi no
gubernamentales (por sus siglas en inglés), cooptadas o construidas desde el
poder político para manipular a la opinión pública, confundir a los ciudadanos
y especialmente para desacreditar a las organizaciones sociales autónomas.
Pero también existe una gran
cantidad de organizaciones de la sociedad comprometida con la promoción de
valores y principios, en defender a los ciudadanos tanto del Estado como de los
sectores más poderosos de la sociedad económica y política. Organizaciones que
en algunas ocasiones construyen alianzas con los mismos partidos, con la
sociedad y (en otros tiempos) con el mismo Estado, mientras que en otras están
en conflicto con alguno o todos ellos.
Durante un tiempo en
Venezuela la sociedad civil representó las esperanzas de un proceso de
renovación de la democracia. Bajo una imagen positiva expandió su rango de
acción hasta asumir roles que no les correspondían y para los que tampoco
estaban preparadas, llegando incluso a desplazar, al menos momentáneamente, a
los partidos políticos. El ejercicio sirvió solo para conocer sus limitaciones
y reconocer su lugar, así como la importancia de los partidos.
La sociedad civil también
está sometida a las mismas penurias que la sociedad política, la sociedad
económica y la sociedad venezolana en general. Comparten todos los mismos
males. Falta de recursos y un contexto adverso, así como una cultura que impide
la colaboración y el trabajo colectivo. Sufre también del extremo personalismo
y deseos de protagonismo que caracterizan a nuestra cultura incapaz de
construir instituciones independientes de las individualidades. Pero peor aún,
en muchos casos, la sociedad civil venezolana se ve incapacitada para
extenderse a través de las clases sociales y a lo largo del territorio
nacional, encerrándose en algunos guetos de la capital. No obstante, existe una
cantidad creciente de extraordinarias excepciones, con raíces cada vez más
fuertes y profundas
La sociedad civil existe y
no es capricho o excentricidad, y su participación en la construcción de
consensos es una condición necesaria para el retorno de la democracia.
09-03-20
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