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jueves, 20 de agosto de 2020

Bielorrusia, fases de una lucha democrática por @FernandoMiresOl



Por Fernando Mires


Ir a votar.

Cuando los miembros de la oposición de Bielorrusia articulada en torno al carisma de Tijanóvskaya decidió ir a las elecciones “como sea”, a cumplir su deber ciudadano de un modo predominantemente simbólico, no imaginaron la dinámica que desatarían, ni pensaron en algún modelo de transición hacia la democracia. Sabían que no tenían ninguna chance y que el cruel dictador iba a cometer fraude era un hecho cantado. Y así y todo, fueron.

Fueron sin ningún programa, sin ningún plan, sin ningún apoyo internacional. Fueron simplemente a dar testimonio de su lucha. Fueron porque alguien tenía que ir. Fueron porque no podían hacer otra cosa.

No era más que una minoría cuantitativa pero, y esto es importante, era una mayoría cualitativa. El mundo académico, los estudiantes, las élites literarias, los movimientos sociales, entre ellos el feminista y el ecologista, dieron su apoyo a Tijanóvskaya, al comienzo con timidez, después con mayor decisión y hoy, en abierta y radical militancia democrática.

Qué alguna vez iban a plegarse a esa lucha masas multitudinarias e incluso el movimiento obrero, no pasó por sus cabezas. Tampoco que las autoridades eclesiásticas, al contemplar la dimensión de la protesta, iban a retractarse y retirar sus ominosas felicitaciones al tirano.

Se prueba así que cuando las causas son justas y correctamente expresadas, pueden calar rápido y profundo en el alma popular de cada país.
Ocupar las calles

Antes de que el tribunal electoral diera a conocer los números falseados, el movimiento democrático había tomado las calles. La tesis de que los demócratas fueron a las elecciones para que tuviera lugar un movimiento anti-fraude, no es totalmente correcta. Lo que sí intentaron fue articular dos dimensiones: la lucha por elecciones libres y la lucha por la democracia. Pero no desde fuera sino desde los interiores mismos del proceso electoral. Cada una de esas dimensiones es inseparable de la otra.

Se prueba así que los procesos electorales no son solo un medio para derrotar a un enemigo, sino también pueden llegar a ser un medio para lograr una mejor conexión entre líderes políticos y actores sociales. Hoy, el movimiento democrático es, en dos sentidos, un movimiento de redes. Comunican experiencias y decisiones a través de las redes digitales y a la vez tejen redes políticas y sociales a lo largo y ancho del país.

Hasta hace poco el escenario era solo Minsk. Hoy son todas las ciudades y regiones del país. Como destaca observadores: los ciudadanos de Bielorrusia han perdido el miedo.


Repetir las elecciones

La consigna fue dada por Tijanóvskaya desde el exilio después de haber debatido con sus más cercanos colaboradores. Sabemos que algunos de ellos, los más radicales, dado a conocer el megafraude, estaban por pedir la renuncia de Lukashenko. Este ha sido por lo demás un grito incesante en las demostraciones. Pero los dirigentes del movimiento decidieron a favor de repetir las elecciones. Cuatro fueron las razones.

La primera, llamar a la caída del autócrata significa emprender una ruta insurreccional para la cual el movimiento no estaba preparado.

La segunda, llamar a poner fin a la autocracia, habría sido una oportunidad para que Lukashenko intentara resolver el problema con métodos anti-insurreccionales, vale decir, militares.

Tercero, la vanguardia del movimiento habría quedado en las manos de muchachos duros y fuertes, dejando en la retaguardia a la enorme representación de personas de edad avanzada y femenina, en la que incluso participan muchas amas de casa.

Cuarto, habría dificultado la incorporación del movimiento obrero, dispuesto a apoyar salidas realistas pero no a embarcarse en aventuras con finales inciertos.

Por lo demás, y eso lo sabe Lucazenzko, repetir las elecciones supone reconocer que hubo un megafraude y, como un presidente fraudulento no puede gobernar ningún país, unas segundas elecciones, o las perdería abiertamente o debería retirarse del proceso electoral y levantar la candidatura de alguien de sus filas, como hizo una vez Putin con su títere Medevev. Posibilidad no descartable.

Con razón Lucazenzko, con palabras dramáticas, exclamó en una concentración que convocó solo a un par de miles de partidarios: “Mientras no me maten no habrá nuevas elecciones”. Efectivamente: Nuevas elecciones significarían la muerte política de Lucazenzko

Concitar apoyo internacional.

Cuando los partidarios de Tijanóvskaya fueron a las elecciones, no contaban con ningún apoyo internacional. Muy poco de esa UE burocrática y dividida cuyas competencias son predominantemente financieras y mucho menos de la USA de Trump, tan cerca de Putin y tan lejos de la política mundial.

Tardaría un tiempo para que algunos gobiernos notaran que implicarse en el caso Bielorrusia les permitiría cerrar el camino al avance de Putin en sus inmediaciones (sobre todo Ucrania). No otras fueron las razones para que el Presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, convocara a una reunión extraordinaria de la cumbre.

Si Putin, más allá de sus amenazas verbales, estará dispuesto a arriesgar un conflicto de proporciones catastróficas en defensa de su aliado Lukashenko, no lo sabemos todavía. Solo sabemos que el apoyo de la comunidad europea a los manifestantes de Bielorrusia crece día a día.

A su vez, estos últimos saben que la condición para que el apoyo internacional se mantenga, es continuar la ola de protestas. ¿Podrán mantener el ritmo? Difícil.

La experiencia histórica indica que el crecimiento de los grandes movimientos históricos es cíclico y no vertical.

Y una conclusión:

Interesante es observar que el movimiento democrático de Bielorrusia no sigue un camino pre-determinado. Hasta el momento, cada fase ha ido preparando a la que sigue. Eso quiere decir que no está encerrado en un esquema rígido ni son guiados por una concepción mecánica de la política. Están dispuestos a avanzar, pero también a retroceder si las circunstancias lo requieren. El de Bielorrusia es, sin duda, un movimiento dotado de una alta cuota de flexibilidad, una que hace recordar a Solidarnosc de Lev Valesa, pero en condiciones determinadas por la política internacional del siglo XXl.

Hasta hoy reconocemos esas cuatro fases en el desarrollo del movimiento.

Las fases que sigan a las indicadas, serán probablemente las más difíciles.
¿Se atreverá Lukashenko a cursar la vía china y ametrallar a su pueblo? ¿Intervendrá Rusia en Bielorrusia? ¿Contará Lukashenko con el apoyo de sus militares hasta su último suspiro? Nadie puede contestar con seguridad a estas preguntas. Seguiremos estudiando y escribiendo sobre el tema.

18-08-20





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