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viernes, 21 de agosto de 2020

Un venezolano seduce paladares húngaros con sabores criollos, por @HeeyCrysly




Crysly Egaña 19 de agosto de 2020
@HeeyCrysly

Armando Mundaraín tiene 26 años de edad y compite en el programa de cocina húngaro A konyhafonok, en el que entró gracias a un asado negro que usó como carta de presentación para evidenciar su origen. Conoció Budapest gracias a un intercambio estudiantil que realizó en 2011, volvió a Venezuela y luego regresó a Hungría. Egresó recientemente de la Budapest Business University

Desde hace años Armando Mundaraín quería participar en el programa de cocina A konyhafonok, del canal privado de origen luxemburgués RTL Klub. Pero el trabajo, un viaje o la falta de tiempo le impedían tomar la decisión. Pero este año decidió no postergarlo más. “Soy muy competitivo y quería probar mis capacidades dentro de un concurso gastronómico, bajo la presión de las cámaras y el jurado”, dice desde Hungría. Cocinó asado negro con puré de papás, plátano dulce con clavitos, guasacaca y chips de yuca. Un plato que hizo que los jueces le dieran el delantal blanco y entrara a la competencia, sin tener estudios formales en artes culinarias.

“El asado negro fue una elección para realizar la introducción en el programa y dejar en evidencia mi origen, además la cocina húngara tiene muchos platos parecidos o estofados”, explica Mundaraín, de 26 años de edad. Pero también hay una conexión emocional con el plato: esos sabores le saben a casa. “El asado negro reúne en perfecta armonía lo que somos, a través de su compleja preparación e ingredientes únicos que me recuerdan a mi casa, a mi familia, a mi país, a los encuentros familiares del domingo o las cenas de Navidad con toda la familia reunida. Recordar a mi mamá recrear un plato como ese me hace viajar nuevamente a esos momentos importantes, los aromas inconfundibles y las horas de preparación invertidas, como una obra de arte, y aunque ellas usaban la receta de Armando Scannone, yo mezclé sus métodos de preparación con los de Sumito”.

El video de la ronda de clasificación al programa se posicionó rápidamente en las tendencias de Venezuela en las redes sociales “El apoyo ha sido increíble desde el día que publiqué mi participación en A Konyhafőnők. Debo decir que soy una persona muy emocional y me conmueve mucho ver como todos me han demostrado su apoyo. Cuando entré al concurso soñé con recibir todo el amor y esas buenas vibras que me están llegando. Me dan muchas fuerzas para seguir dando lo mejor de mí”, expresa.

Mundaraín visitó Hungría por primera vez en 2011. Tenía 18 años. Al terminar bachillerato, no tenía mucho interés en continuar con estudios superiores, sólo quería viajar por el mundo, conocer gente y, sobre todo, independizarse. Y esa experiencia se la brindaba el programa de intercambio AFS, cuyo único destino disponible para ese momento era Budapest. Así es como partió de Guatire a Europa del Este.

Es el segundo de tres hermanos varones. Sus hermanos, Diego y Mauricio, también están fuera de Venezuela. Desde pequeño, cuenta Mundaraín, estuvieron expuestos a un ambiente internacional, por lo que aprendió inglés desde muy pequeño. Tanto familiares como amigos que estaban en el extranjero y videojuegos en inglés contribuyeron a que desarrollara con fluidez una segunda lengua.

El programa de AFS le brindó cursos de preparación para afrontar el choque cultural y que la estadía en Budapest fuese más llevadera. Tenía algunos ahorros para el viaje y con la ayuda de sus padres y su hermano mayor logró costear el intercambio. Gracias a la extinta Comisión Nacional de Administración de Divisas (Cadivi) logró costear el viaje. “Cada día que pasaba me emocionaba más con la idea de conocer otra parte del globo”, recuerda.

Al llegar se aprendía 10 palabras diarias. Debía asistir a clases en el colegio como parte del intercambio. Recuerda que sus profesores siempre fueron muy atentos con sus necesidades. A los tres meses tenía conocimiento del idioma, pero en gramática no era muy buena, así que el director del colegio le ofreció su ayuda para aprender el idioma en la universidad. A los seis meses ya hablaba húngaro con fluidez.

Al culminar el intercambio, regresó a Venezuela durante 9 meses entre 2012 y 2013. En ese período hizo un curso de Mixología y FlairBartending y trabajó con Hortensia Pernía, directora del restaurante Hache Bistro, en el Centro de Arte Los Galpones. Allí también conoció a representantes de una fundación que, con una beca, le permitieron regresar a Budapest a realizar estudios universitarios. Pero no fue sencillo. Ingresó a la Budapest Business University y seis semestres después, los problemas económicos en Venezuela hicieron imposible que se pudiera mantener su beca, así como lo que le llegaba por Cadivi.

Suspendió sus estudios durante dos años para poder ahorrar para la matrícula universitaria. Uno de los semestres lo logró pagar por una campaña en GoFundMe. Su plan siempre fue gerenciar hoteles y restaurantes, un trabajo en el que es clave el funcionamiento de la cocina. Realizó prácticas universitarias en un restaurante que tiene una estrella Michelin. Luego quedó contratado y su situación económica mejoró lo suficiente para culminar la carrera, de la que egresó en julio de este año.

“La clave para mi entrada en la escena gastronómica fue mi manejo de idiomas. El equipo de cocina en ese momento era enteramente de húngaro y mi tarea era enseñar inglés mientras ellos, a cambio, me enseñaban a cocinar”, explica. “Mi suerte también fue que mi chef en ese entonces, Eszter Palagyi, se tomó el tiempo de enseñarme todo lo que pudo en la cocina. Incluso tuve la oportunidad de representar a Hungría, siendo el único extranjero dentro del seleccionado de chefs en la San Sebastián Gastronomika 2016 del País vasco, en España”.

Considera que la gastronomía húngara es exquisita. “Honestamente, me parece increíble que un país tan pequeño tenga tanta variedad. Es también una joya que cambió con el paso del comunismo, razón por la que hoy en día en muchos de sus platos los ingredientes son similares: paprika, cebolla, ajo y papas”, señala.

No conoce ampliamente la gastronomía venezolana. “Viví mis primeros 18 años allá y mi conocimiento es básico. Diría que mis platos favoritos son el pernil, las hallacas, los plátanos: fritos, tostones, patacones, hervidos. Muero por las empanadas, las arepas de chicharrón, el papelón con limón”, dice. Sin embargo, son esas recetas populares las que implícitamente lo llevaron a donde está ahora. Su abuela, indica, siempre hacía recetas de los libros de Armando Scannone; también su papá tenía un interés genuino por la cocina, era una persona con la que cocinaba, salía a comer y leía sobre el tema; su mamá, recuerda, cocinaba todos los domingos platos de un recetario y mezclaba nuevos ingredientes. “Yo diría que sí somos apasionados, pero hasta hace poco nadie se había aventurado profesionalmente con la gastronomía en mi familia”.

Por ahora no encuentra similitud alguna entre la cocina húngara y la venezolana. Describe la húngara como “pesada, comidas fuertes, de mucho carácter”. Entre sus platos favoritos menciona la sopa Gulyás (carne, cebolla, pimentón); Hazlalé, que es la sopa de pescadores de la ciudad de Szeged (sopa de pescado picante); Rakottkrumpli (papas en capas, crema, salchicha y huevos); el postre Makos Guba (pan, semillas de amapola) y el Madártej (merengue flotando en leche con vainilla).

Su interés culinario actual es el en bar food y finger food. Ha intentado desarrollar una nueva perspectiva en la capital de Hungría para un mercado en la que paulatinamente ha estado trabajando. Hasta hace poco trabajó en un restaurant que quería entrar al Top 100 Bars of the World, pero por el cierre forzado por la pandemia de covid-19 quedó desempleado y actualmente vive de sus ahorros. El confinamiento fue un tiempo de reflexión, tranquilidad y mucha meditación, pues al haber culminado la universidad considera que es momento de descubrir nuevos horizontes tanto en lo profesional como en lo personal. Desde hace cuatro años tiene una novia, con la que proyecta su futuro.

Armando Mundaraín es participante de la séptima temporada de A konyhafonok, cuyos jueces son Ákos Sárközi, el primer húngaro en obtener una estrella Michelin; Jenő Rácz, el primer chef húngaro en ganar una estrella fuera de Hungría, en Shanghai; y Fédős Zé, miembro permanente del jurado del programa desde 2014.

Independientemente del resultado del programa, considera que la cocina forma parte de su vida. “Mis lazos con la cocina son y serán irrompibles. Sin embargo, siento que no quisiera descartar ninguna otra posibilidad que me dé la vida fuera de ella. Aún estoy en la edad donde creo que puedo considerar diferentes oportunidades más allá de dedicarme completamente a la gastronomía”.


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