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domingo, 27 de junio de 2021

De viajeros Cadivi a refugiados: el dramático cambio de la migración venezolana hacia el Caribe Neerlandés, por @pppenaloza


Pedro Pablo Peñaloza 26 de junio de 2021

@pppenaloza

La emergencia humanitaria compleja que sufre Venezuela impactó la histórica relación social y económica con la frontera norte, dando pie a la acción de redes de trata de personas y representando un desafío a la gobernabilidad de las islas

Desde los indígenas caquetíos en 1499 hasta los alegres viajeros de Cadivi, se cuentan por siglos la estrecha relación humana entre Venezuela y el Caribe Neerlandés. Sin embargo, la crisis política y la emergencia humanitaria compleja que sacuden a la República Bolivariana han alterado en los últimos años la dinámica entre tierra firme y las islas de Curazao, Aruba, Bonaire y Sint Maarten.

“A partir de 2002, las islas comienzan a tener otro significado para Venezuela. A medida en que la crisis venezolana comienza a agudizarse, las islas ABC (Aruba, Bonaire y Curazao) comenzaron a ser vistas como un sitio en donde se podía emigrar definitiva o temporalmente”, señala el profesor Gerardo González Maldonado en un ensayo publicado por el Observatorio Venezolano de Migración de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).


En su análisis, González Maldonado destaca que en una primera fase, desde 1999, “la inseguridad parecía ser la primera razón para que los venezolanos se trasladaran tanto a vivir como a trabajar de manera temporal” en el Caribe Neerlandés.

“Luego, a partir 2010, la posibilidad de conseguir divisas (Sistema Cadivi) en el extranjero convirtió a las islas ABC en uno de los sitios más accesibles con este fin. Con el tiempo, los habitantes de (los estados) Falcón y Zulia percibieron cada vez con más fuerza que Aruba y Curazao principalmente, y luego Bonaire, eran sitios potenciales para migrar por las oportunidades de empleo”, añade el sociólogo de la Universidad Central de Venezuela (UCV).

La involución

De ser el vecino rico, que irradiaba modernidad, prosperidad y bienestar, Venezuela pasó a ser el hermano pobre, que hoy protagoniza uno de los peores éxodos a escala global, solo comparable con el sufrido por Siria, de acuerdo con la Agencia para los Refugiados de Naciones Unidas (Acnur).

“Durante siglos se han desarrollado nexos sociales, comerciales, culturales, y políticos entre Venezuela y las islas ABC que conforman lo que se conoce como una identidad transfronteriza, con flujos migratorios en ambos sentidos, y desde 2014 esta identidad se ha visto alterada por la ‘masiva migración’ venezolana que ha representado oportunidades, pero también múltiples amenazas para la gobernabilidad de las islas”, advierte el investigador del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA).

Tomando como referencia los cambios experimentados en este periodo convulso, González Maldonado identifica cuatro tipos de migraciones que se han venido dando entre Venezuela y las islas.

La primera se denomina temporal o estacional, que describe así: “Las islas necesitaban mano de obra calificada estacional, como obreros de construcción o personal para la temporada de mayor afluencia turística. Cuando la economía de las islas requería cubrir vacantes temporales, la población de Falcón y otras regiones de Venezuela se encontraba frente a una ventana de oportunidad que garantizaba remuneración y la posibilidad de regresar a sus familias, luego de terminado el trabajo”.

Así se consolidaron “redes migratorias estacionales entre empleados y empleadores en las islas. Tiendas, comercios, hoteles, compañías de construcción tomaban en cuenta la mano de obra venezolana temporal y la utilizaban para su beneficio”.

Salvavidas

También está la “migración de oportunidad”, que se potencia ante la debacle económica venezolana. “Significa que siete de cada diez migrantes que van a las islas (legales o irregulares) han estado antes en ellas y tienen información de cómo llegar allí, dónde trabajar y cómo permanecer durante largos períodos de tiempo. En fin, conocen de múltiples oportunidades de empleo a través de las redes migratorias estacionales”, explica el experto.

González Maldonado apunta que “la migración de oportunidad representó en su momento la consolidación de relaciones más permanentes no solamente de trabajo sino de integración social a las islas, cuando ya decenas de venezolanos comenzaron a quedarse de manera permanente, independientemente de su estatus migratorio, legal o irregular”.

La escasez de alimentos, el colapso de los servicios públicos y la destrucción del aparato productivo venezolano marcaron un punto de inflexión en 2014, dando paso al fenómeno de la “migración persistente”.

“Desde 2014 se comenzó a evidenciar la entrada irregular a través de barcos, que transportaban entre 10 y 25 pasajeros, tanto a Aruba como a Curazao. En muchos casos eran personas que ya habían estado en las islas, fueron deportadas y buscaban entrar de nuevo.  Sin embargo, vale la pena señalar que, según fuentes migratorias de las islas, la mayoría de los indocumentados entraban como turistas por avión y luego no regresaban a Venezuela”, subraya en su texto el consultor de la UCV.

En estos casos confluyen redes que buscan mano de obra calificada, así como aquellas vinculadas con la trata y explotación de personas. “Las redes de las islas ABC, que inicialmente funcionaban para la movilidad, para encontrar una vivienda y para trabajar, evolucionaron en la medida en que las autoridades buscan maneras de deportar y limitar el número de venezolanos que llegaban de manera persistente y comenzaron a servir también para esconderse”, añade González Maldonado.

¿Qué son?

Por último está la “migración forzada”, que tiene como principal destino los países que rodean a Venezuela y se ajusta a los conceptos establecidos por la Acnur y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que “hablan constantemente de la huida forzada o desplazamiento de venezolanos por la crisis, y articulan una narrativa que aboga por los derechos humanos de las personas que salen de Venezuela”.

El tema humanitario choca con los gobiernos de las islas, donde el derecho a asilo es “prácticamente inexistente”. “Afirman que los venezolanos que están llegando a las islas son migrantes económicos y no refugiados. Argumentan que las razones que tienen para venir es mandar dinero a sus familiares, que no tienen planes de quedarse permanentemente y que sus acciones no son las de refugiados, sino de personas que vienen a trabajar como parte del sistema irregular/regular económico”, resalta González Maldonado.

Los mismos migrantes evitan ser identificados como víctimas, observa el sociólogo, porque “para muchos la frontera es parte de su forma de pensar, representa un territorio propio transnacional o una zona económica como la que existe entre Venezuela y Colombia, específicamente entre el estado de Táchira y el Norte de Santander. Su identidad transfronteriza está legitimada por su pasado y también por su presente”.

En la medida en que aumenta el flujo migratorio, González Maldonado expone que también crecen las dudas en los territorios receptores: “¿Qué haremos con ellos? ¿Le están quitando los trabajos a los locales? ¿Son peligrosos estos migrantes? ¿Son refugiados? ¿Qué pasa con sus derechos humanos? ¿Quieren quedarse? ¿Queremos que se integren? ¿Cuál es el papel del reino de los Países Bajos en estos asuntos?”. Preguntas que siguen sin respuesta, mientras Acnur prevé que miles de venezolanos continúen huyendo hacia las islas. 

Tomado de: https://cronicasdelcaribe.com/migracion/de-viajeros-cadivi-a-refugiados-el-dramatico-cambio-de-la-migracion-venezolana-hacia-el-caribe-neerlandes/

  

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