Páginas

martes, 6 de noviembre de 2018

Carta abierta a María Corina, por JURATE ROSALES




JURATE ROSALES 05 de noviembre de 2018

No es mi costumbre dar lecciones a nadie, mucho menos a personas que admiro. Haré una excepción, quizás por exceso de aprecio. Así que me dirijo directamente – excepción de excepciones – a María Corina. Fíjense la importancia del personaje, porque ni siquiera hace falta mencionar su apellido – como a los reyes y reinas, con decir el nombre de pila, basta.

Lo tienes, o lo tuviste, todo, María Corina. Te graduaste de ingeniero, lo que significa dominio de las matemáticas, cosa no dada a todo el mundo y que se alcanza con mucha disciplina mental. Trabajaste de ingeniero, lo cual representa que además del dominio de las matemáticas, está la responsabilidad de aplicarlas sin error admisible, para evitar accidentes o pérdidas materiales.

Posteriormente pasaste a otro campo, donde las matemáticas que siempre fueron tu fuerte, se aplican al cuadro social. Fue cuando estuviste a la cabeza de Súmate. Allí conociste, mejor que nadie, los intríngulis electorales cuando la pulcritud desapareció y fue reemplazada por la trampa que infructuosamente intentaste denunciar y eliminar. Nadie mejor que tú, para diferenciar las dos modalidades e imponer la honrada, que es algo que todo el mundo anhela en este momento, muy por encima de cualquier escogencia partidista a la hora de votar.

En cuanto a tu coraje personal, sobrarían los elogios para la mujer que dos veces en su vida padeció de ruptura del tabique nasal por golpes recibidos, como cualquier boxeador que se respeta. Tu valentía personal no puede ser puesta en duda.

Pasemos ahora a otro renglón, el de tu vida política. Recuerdo muy bien una entrevista que me diste hace años en las oficinas de la revista Zeta, cuando me confesaste que en aquel momento lo que más te hacía falta era la confianza en tu prédica, porque esto te limitaba la posibilidad de recibir apoyo financiero. Recuerdo tus palabras. No lo tenías, me dijiste, y te contesté que eso poco importaba. Habías venido sola a la redacción, sin chofer ni escolta, con tu blusita blanca que parecía tu trade mark y creo que eso fue incluso antes de que te candidatearas para la Asamblea Nacional, donde saliste como la diputada más votada. Sin embargo, pese a tu aparente soledad de ese día, hace años, los obreros de la rotativa de Zeta, muchos de ellos chavistas, supieron que estabas en la empresa y buscaron fotografiarse contigo, porque te consideraban defensora de todos. ¿Lo recuerdas? Yo sí. Efectivamente, estabas huérfana de financistas y colmada de confianza popular.

Los financistas, María Corina, son una cadena atada al tobillo que quita la agilidad del justo e independiente. Son los obispos ingleses que deciden quemar a Juana de Arco en la plaza de Rouen, sacrificándola para que no les haga sombra, mientras que los obispos franceses se hacen los locos por esa misma razón. Las Juanas de Arco terminan en la hoguera, cuando su importancia empieza a superar a todos los demás – de uno y otro campo – y entonces no queda otra, que la de quemarlas.

Tu proceso para llegar a la hoguera ya empezó. Consiste en colocarte de señuelo dentro de la división de la oposición venezolana. En esta posición en que te han colocado, tarde o temprano a quien van a sacrificar será a ti, sustituyéndote por algún pantalón masculino bien holgado para albergar grandes y profundos bolsillos… si es que lo logran, si bien esta pareciera ser la verdadera meta. Sé, estoy convencida, que esa no es la meta tuya.

Te imagino, – imagino la María Corina que conozco desde hace tantos años – libre de ataduras y sentada en una mesita similar a la que sirvió para el Pacto de Punto Fijo hace unas aleccionadoras y sorprendentemente aniversarias seis décadas, entre Julio Borges, Ramos Allup y  Leopoldo López, forjando entre todos una Venezuela libre.

Anota, María Corina, la gran lección que siguió a ese pacto. Todos gobernaron por turnos y si URD no lo hizo, fue porque resultó haber sido una colcha de retazos y cada pedazo se fue por su lado. Nuevamente, cuidado, María Corina, con hacer de URD… de signo contrario, pero hecha de retazos e individualidades incompatibles.

Al fin y al cabo, te imagino, amiga, miembro de un gobierno colectivo. Lástima que la Constitución venezolana, desde la de 1960 y pasando por la de 1999 es presidencialista y la división de poderes se le ha desdibujado. Dada la inmensa destrucción del país hay la urgente necesidad de volver al check and balance democrático con sus independencias respectivas: judicial, ejecutiva y parlamentaria, un Banco Central que decide e impone, un poder electoral con un CNE sin trampas, un poder regional con sus gobernaciones y concejos. Ante la necesidad de reconstruir un sistema que se perdió incluso en la psicología del pueblo, sólo un gobierno colectivo puede emprender esa gigantesca tarea. Por cierto, ese esfuerzo también debería incorporar a la tarea conjunta a los que se dejaron convencer por Chávez hace dos décadas y no han aprendido de los desastres que crearon. 

Maria Corina, la que viene, si se logra la libertad, es una tarea de unión donde la mano de las mujeres, debe ser la del equilibrio, igual como en las familias. No se trata de mandar desde una presidencia, sino de unir desde un gobierno colectivo, que es lo que se impone, porque de lo contrario, prevalecerá la frase de Francisco Santos, embajador de Colombia en Estados Unidos: “El mayor obstáculo para salir de Maduro es una oposición colapsada”.

Y, para terminar, observo que las verdaderas potencias siempre han sido de “unión”. No creo que los Estados UNIDOS hayan tenido jamás la fuerza que tienen de no haberse unido tras la Guerra de Secesión. Tampoco creo que la URSS hubiera sido la amenaza que fue, de no haber sido la UNIÓN soviética. Y frente a esos gigantes históricos, la chiquita Venezuela ni se une, ni se define. Empieza tú, una mujer, a llamar a todas las demás toldas, para formar por fin, una sola Venezuela, sin divisiones ni ilusiones.

(Y no me vengas más con eso de formar tienda aparte, ¡por favor! )


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico