José Luis Farías 05 de noviembre de 2018
@fariasjoseluis
Fastos
y nefastos:
El
estado del debate sobre la salida a la crisis venezolana induce a comenzar por
una pregunta: ¿Qué significa una solución “diplomática” a la crisis del “Estado
fallido” venezolano para el almirante Kurt Tidd, jefe del Comando Sur de EEUU o
en boca de Mike Pompeo, secretario de Estado de EE.UU.?
Arriesgar
una respuesta es una temeridad, en especial si es vendida como una conclusión
definitiva. El Gobierno norteamericano tiene sobre la mesa “todas las
opciones”, como lo han reiterado Trump y muchos otros.
Descartar,
por ejemplo, la opción militar supone un adversario con el cual la diferencia
en ese terreno no sea tan grotesca. Que no es el caso ni de lejos. Para no
recordar que el lenguaje diplomático de la administración Trump es
particularmente generoso en ofrecer tela para todos los gustos y su política
muy variada con resultados altamente corrosivos, pregúntenle a los chinos,
coreanos, sirios e incluso a sus “aliados” de OTAN.
Y si
el reparo está orientado hacia el viejo trabalenguas del “yo se los dije” para
tener la razón a toda costa, la misma deviene en ignorancia supina sobre la
política internacional, la historia del intervencionismo norteamericano y en
especial el desconocimiento de la historia de las últimas grandes tendencias
mundiales como la dirigida a acabar con las tiranías sobre todo después de la
caída del muro de Berlín.
Los
tiempos han cambiado
La
vieja idea de la obediencia voluntaria de los pueblos a sus gobiernos hace
mucho quedó atrás. Ciertamente, hubo un tiempo en el que la fuerza del Estado
se imponía sobre la gente o incluso en la que dominaba la premisa de Hobbes de
que siempre es mejor un gobierno eficiente que la falta de gobierno.
Pero
en la medida en que el desarrollo de la democracia permitió la participación
ciudadana en la cosa pública se puso en duda la suposición de la aceptación
automática de un poder superior.
Mucho
menos cuando el ejercicio de ese poder se pretendió hacer con base a un
desideratum ideológico como coartada para perpetuarse en el poder en nombre de
los pobres, la igualdad y la justicia, con cero o ninguna eficiencia en la
garantía de los derechos humanos más elementales como la vida, la alimentación,
la salud, la educación y el trabajo.
La
“resistencia” es una poderosa tendencia mundial que cobró una enorme fuerza
simbólica contra el colaboracionismo de Petain en la Francia de Vichy y el
apaciguamiento de Chamberlain en Inglaterra. Recordemos a Curchill: “Llegaremos
hasta el final. Lucharemos en Francia. Lucharemos en los mares y océanos,
lucharemos con confianza creciente y fuerza creciente en el aire. Defenderemos
nuestra isla, al precio que sea”. Un esquema que, como recuerda Hobsbawm rompió
con la reacción clásica de “pactar con la realidad” cuando se ha sido
derrotado, bien por la conquista exterior como la invasión nazi bien por la
imposición bien por la fuerza represiva de gobiernos internos como en la
América Latina del siglo XX.
No
creo necesario abundar en ilustraciones históricas y en análisis político.
Tenemos veinte años de resistencia y la intensidad de la lucha ha subido y
bajado. Eso sí, nunca ha cesado.
Sin
duda, no ha sido a la resistencia ante una guerra clásica ni nada equivalente a
la 2da Guerra. Pero nadie puede negar el alto sacrificio y la épica de los
venezolanos por defender la democracia. La diáspora, incluso, es una poderosa
muestra de esa resistencia que hace que Venezuela exista hasta en los confines
más insólitos del mundo.
Diosdado
vs Maduro
Estamos
mal pero el régimen anda peor, podríamos decir recordando al incansable Teodoro
Petkoff. La disputa Diosdado-Maduro alcanzó ribetes de decisiones
irreversibles. El enfrentamiento tiene tiempo, aunque ahora es cuando aflora
públicamente con mayor fuerza, una dirección que no se detendrá. El descalabro
es indetenible.
La
pelea es típica de las tiranías en sus estertores. Maduro lleva la ventaja del
que pega primero. Destruyó la fuerza de su adversario en la Fiscalía y el
SEBIN. Tiene la ventaja del control global. Esperen las respuestas.
Entender
esas contradicciones y sacarle provecho es un imperativo. Sobre todo porque las
diferencias de la oposición pueden ser resueltas a pesar de los grados de
ambición personal en disputa, tan legítima como estúpida, por un poder que no
se ha alcanzado, en un ejercicio de mediocridad a ser resuelto con la presión
que ahora ejercen los aliados internacionales llamándola a acordarse para
ponerse al frente y acelerar el cambio político.
Las
disparidades del régimen, por su parte, son irreversibles. Se acabó el
lubricante de dólares a borbotones que hacía funcionar esa maquinaria del mal,
solo quedan la traiciones, enfrentamientos, estafas, crímenes, la rapiña final,
la guerra a cuchillo, todas las cosas horribles e inimaginables de un cuerpo en
franca descomposición.
La
unidad
Se
perfilan dos tendencias principales en la oposición. Las que agrupa a factores
más radicales y los llamados moderados. Ambas pudieran ser asociadas
convencionalmente a algunos partidos. La primera a Vente, VP, PJ y Causa R. La
segunda a AD y UNT. No obstante, las dos inclinaciones también se reflejan al
interior de las organizaciones. No hay homogeneidad ni aplastante predominio en
las filas de ninguna organización. En trance de ejemplo, es bueno recordar las
profundas diferencias entre Borges y Capriles en PJ.
Posiciones
similares se reproducen al interior del disidente mundo chavista cuya
significación es muy valiosa desde el punto de vista cualitativo, aunque sus
dimensiones en seguidores son una incógnita, más allá del peso de opinión de
sus voceros públicos.
Sin
olvidar las posiciones de Avanzada, Cambiemos, MÁS, Copei y otras
organizaciones más pequeñas y la posición de algunas individualidades
dispuestas a participar en eventos electorales y a dialogar con el régimen a
todo evento.
El
cuadro de fractura es feo y hasta dramático, pero nada que no se pueda resolver
con algo de presión externa e interna. Insistamos en recordar que no habrá “Día
D” sin Unidad.
Ojo
avizor
Se
habla de una nueva ola represiva con cientos de detenciones. Al parecer la
nueva dirección del SEBIN está más influenciada por el G2 cubano, organismo
experto en acumular detenidos para ser intercambiados en momentos de
negociación política.
La
negociación del régimen apunta hacia los norteamericanos. La oposición no pesa,
por ahora. Lacava es la ficha de Maduro. Los ofrecimientos incluyen entrega de
pozos petroleros.
Las
sanciones de Trump a la exportación de oro es una carta de mucho peso.
La
gasolina, ay la gasolina.
¿Por
qué Trump suspendió su viaje a Bogotá?
José
Luis Farías
@fariasjoseluis
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