Por Froilán Barrios
Es inevitable hacer
comparaciones cuando de tiranías se trata, al momento de conocer las
atrocidades que a diario se cometen en nuestro país, ante el estupor de
gobiernos e instituciones internacionales, quienes a pesar de afrontar
realidades extremas en el terreno de la diplomacia, no dudan en calificar de
barbarie al asesinato reciente del capitán de corbeta Rafael Acosta o la
agresión contra el joven Rufo Chacón, a quien le destruyeron sus ojos a punta
de perdigonazos, al participar en una protesta en Táriba por bombonas de gas
para el consumo doméstico.
Presenciamos días duros en
Venezuela a merced de un régimen contumaz, cuya característica manifiesta es su
capacidad de disfrazarse magistralmente de casta paloma víctima permanente del
imperialismo, para de esta manera sentirse con manos libres de aplicar su
precepto teórico del “fin justifica los medios”, mediante el cual puede
asesinar, socavar los bienes de la nación, comerciar narcóticos, en el contexto
de defender su degenerada revolución.
En esa oprobiosa tarea
cuentan con el apoyo de una intelectualidad que malgastó sus neuronas, en la
época de la guerra fría y el Muro de Berlín, del foquismo guevarista, resumida
en la basura ideológica de consignas fraguadas en frases “de los vientos del
este soplan sobre el oeste”, “crear un, dos, tres Vietnam”, "la Cuba de
Fidel es un paraíso", entre otras, cuya aplicación justificaba el
exterminio del contrario ante una supuesta actitud contrarrevolucionaria.
Esta macabra interpretación
de ejercer el poder implicó implantar la tortura como política de Estado,
aplicada en los centenares de asesinatos acumulados desde abril de 2002, luego
en 2014, 2017, 2018 y ahora en 2019, en los crímenes cometidos entre otros
contra Fernando Albán, Oscar Pérez y del citado militar Rafael Acosta, en los
centenares de presos políticos en las mazmorras de la Tumba, El Helicoide,
Fuerte Tiuna y en Boleíta.
En resumen, para la tiranía
que nos azota hay torturas condenables y torturas justificadas, incluso
hasta buenas. Condenables las de Alberto Lovera, Jorge Rodríguez padre,
Fabricio Ojeda en la década de los sesenta; las aceptables son todas
aquellas que ejecuta actualmente el gobierno “revolucionario” para defenderse
de los ataques del imperio.
Aun cuando no lo dicen, esa
es la lógica formal con la que pretenden barnizar la barbarie ante la comunidad
internacional, ya que en nuestro país el pueblo no come cuento y reconoce
hoy, mediante su propia lista, quiénes son los esbirros de la dictadura
madurista, como lo hizo en su momento con los torturadores de la dictadura
gomecista personificados en el chácharo Tarazona, o los de la tiranía
perejimenista identificados en Pedro Estrada, Silvio Sanz, Barretico y
tantos otros que terminaron en el muladar de la historia.
Por tanto, a todos aquellos
que han exterminado vidas, violado los derechos humanos, sus delitos no tienen
prescripción alguna y sin excepción deberán responder ante la
justicia del Estado, que surgirá con el restablecimiento del orden
constitucional hoy desmantelado.
03-07-19
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