José Luis Farías 09 de agosto de 2019
@fariasjoseluis
Fastos
y nefastos:
Ver
a Caracas cada día más triste y desolada. Menos dispuesta a reventar las calles
para exigir la salida del dictador. Indispuesta a pelear pese a la inmensa
rabia que consume a toda su población por los desmanes del déspota. Es un drama
difícil de comprender y explicar sobre todo en momentos en que existe la
convicción general de la debilidad del Pranato usurpador.
Es
una realidad que de vez en cuando me reclama la presuntuosa tarea de encontrar
una explicación satisfactoria a semejante indiferencia colectiva. Me he
resistido a ello por semanas.
El
contraste de esa inmovilidad con las exitosas movilizaciones políticas
convocadas por Guaidó recientemente en Trujillo, Nueva Esparta y Guárico me han
sacado de mi negativa a intentarlo y que me hacían parecer en mucho a la
quietud general que me hastía y confunde.
La
presión internacional ha puesto en jaque al Pranato. Están obligados a regresar
a Barbados con el rabo entre las piernas. Caracas debe movilizarse. Está
obligada a hacerlo para acelerar el cese.
El
liderazgo debe buscar y encontrar explicación y remedio pronto a la parálisis.
Y para ello debe poner la bandera política de una fecha para las elecciones
presidenciales en torno a la negociación. Que no es otra cosa que una fecha
oficial al cese surgida de dicha negociación.
Si
logro o no explicar con gracia y acierto el o los porqués de tanto inmovilismo
caraqueño y contribuir con ello a romperlo, no se diga que no lo he intentado.
No
solo Guaidó
Según
todos los estudios de opinión Guaidó sigue siendo el líder más popular del país
y la principal figura política para liderar el enfrentamiento al régimen.
Al
líder guaireño se le reconocen grandes atributos de coraje y originalidad
política ideales para esa tarea. Y es evidente que su juventud, humildad y
seriedad de su carácter y la sencillez de su comunicación allanan el contacto
con la gente.
Pero
algo pasa en la ciudad capital y sus alrededores. Pese a contar en ella con el
mismo respaldo que en el resto de la nación, sus llamados no han logrado
motivar a los caraqueños a salir en los últimos meses.
El
dato no es insignificante. Por cuanto es sabido el peso de una movilización
masiva en Caracas como factor de presión contra el régimen y su inmediato
impacto internacional.
Sin
embargo, la desmovilización ciudadana no suele ser infinita. Así quedó
demostrado tras el 5 y sobre todo después del 23 de enero. Al menos eso creo y
hay suficientes ejemplos en contra.
Tejes
y manejes
Es
obvio que no es lo mismo asistir en pelo a la negociación de Barbados que ir
respaldados con una gigantesca movilización de respaldo en Caracas.
La
situación demanda saber ¿cuáles son las causas del letargo capitalino? Es un
tema complejo. Nada claro ni fácil de explicar con la retórica política al uso.
Hay
razonamientos varios, bastante comunes, situados en el ámbito de la
desesperanza: “la gente está cansada”, “todo es más de lo mismo”, “estos tipos
no van a salir nunca”, “las marchas no sirven de nada”.
Algunas
explicaciones sugieren mecanismos supuestamente más expeditos: “la gente no
cree en diálogos ni en negociaciones”, “hay que sacarlos a la fuerza”, “las
movilizaciones no sirven solo un golpe militar puede sacarlos”, “es necesaria
una intervención militar no una movilización”.
Otras
plantean razones en un campo más conservador: “la protesta es riesgosa”,
“esperemos a que Maduro termine su mandato”, “no es con marchas es con votos
como podemos sacarlo”.
La
cadena de explicaciones de estas facturas pudiera no tener fin. Pues todas
ellas, en conjunto, resumen un debate político interminable. Con claras
intencionalidades. En las que cada quien encuentra su cada cual haciendo eco
conforme a sus simpatías políticas y/o intereses personales.
Mano
peluda
Una
polémica en la cual interviene la mano peluda de la satrapía, estimulándola con
gran habilidad por los medios de comunicación y redes sociales, jugando a
mantener dividido al liderazgo democrático con los llamados “laboratorios”.
Es
Caracas el centro de esa diatriba política. Con mucha mayor resonancia que en
el interior del país y efectos contraproducentes sobre la movilización de calle
en la gran ciudad. Donde cada grupo se atrinchera favoreciendo el
adormecimiento general de la población frente a los llamados a la movilización
de calle.
Es
también el sitio en el cual se dan las maniobras que dificultan el éxito de la
línea política trazada por Guaidó. A guisa ejemplo, está el caso del Informe
Bachelet defendido y aupado por él mientras otros líderes políticos sembraban
confusión arrojando sombras sobre el mismo.
También
está el caso de la negociación de Barbados. Denostada por unos como una
“traición” y censurada por otros por no tener participación en ella.
O
el más reciente. El de la incorporación de Venezuela al TIAR. Apoyada por
quienes no podían ir contra lo que predicaban, aunque al día siguiente la
emprendieron contra la misma argumentando que Guaidó ha debido pedir de
inmediato su aplicación. Mientras otros en evidente connivencia con el régimen
salieron a emprenderla contra la decisión.
Caracas
en una burbuja
Hay
además un elemento adicional de importancia, nada despreciable: la vida en la
capital es un tanto más tolerable. O más exactamente: menos desesperante. En
cuanto a servicios públicos y combustible, que en el resto de Venezuela.
Situación
creada por el régimen justamente para favorecerse con esa estrategia de jugar
con él hambre y las necesidades de los ciudadanos.
Todo
lo cual pareciera favorecer en ciertos sectores la idea de que hay tiempo para
seguir con ese teje maneje mientras el país muere y Caracas parece vivir en una
burbuja.
Joden
pero no tanto
Hay
también otras explicaciones para esa desesperante quietud caraqueña. Tienen que
ver con una comprensión más integral del fenómeno que responsabilizar a las
polémicas, las maniobras y la división del movimiento democrático y a sus
autores, como elementos de perturbación. Pues solo explican parcialmente la
paralización.
Porque
admitir que esas son las causas determinantes del inmovilismo es aceptar que
sus líderes y movimientos que representan tienen un poder gigantesco que todos
sabemos no poseen.
Me
explico con ejemplos concretos. Pensar que la gente no sale a la calle porque
María Corina se opone a todo cuanto dice Guaidó o que las entrevistas a Timoteo
Zambrano en Globovisión cuestionando el TIAR es concederle a ella un poder que
no tiene y darle a él una capacidad de “pajeo” muy lejos de la realidad.
Ambos
casos y muchos otros de sus congéneres terminan siendo más discurso político de
achacarle una responsabilidad a la que algo suman con sus actuaciones, pero que
no son la razón determinante de la falta de movilización.
De
igual modo, se puede decir en descargo de Guaidó y el liderazgo democrático de
la Asamblea Nacional cuando se la achacan a sus “errores” y “traiciones”.
Todos
esos factores, sin duda, inciden. Más no son decisivos. El peso explicativo
otorgado es más resultado del volumen de la propia retórica de la polémica que
los engendra. Atendiendo siempre a los intereses de cada grupo, el de Guaidó y
la oposición democrática incluido que a su efecto real.
Entre
el ánimo y la conmoción
A
todos ellos pudiera sumarse la falta de recursos, acceso a los medios de
comunicación masivos y de organización social y partidista. Por cierto,
bastante debilitadas por diversas razones y que otrora eran claves a la hora de
la movilización de masas.
Hoy
en día los procesos de movilización multitudinaria parecieran responder más a
estados de ánimo general de la población. Asociados a las expectativas de la
cercanía de conquistar o no el objetivo político en las cuales los factores
referidos inciden pero no determinan.
No
son suficiente las cacareadas “condiciones objetivas” y pesan mucho las
mentadas “condiciones subjetivas”.
Está
demostrado históricamente que esos momentos de auge de masas en las calles
suelen tener altos y bajos. Sufren desgastes. No se sostienen al mismo ritmo.
Se agotan y reaparecen sorpresivamente.
Son
resultados de hechos casuales o de decisiones políticas o de otro signo que
eventualmente producen conmoción y enervan el ánimo popular.
José
Luís Farías
@fariasjoseluis
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