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viernes, 1 de junio de 2012

No mataras


Por Luis Ugalde S.J., 01/06/2012

Más de 1.000 muertes violentas por mes dejan al desnudo a esta sociedad en su desprecio del mandamiento fundamental de la vida humana y de la conciencia. La educación en valores es el corazón del rescate de la educación de calidad; su sólido cimiento es el valor de la vida y dignidad humana. No puede haber ética si en cada uno internamente no resuena como valor innegociable el ¡no matarás! Las sociedades bien organizadas respaldan este mandato interno con leyes y sanciones graves, de modo que matar sea algo altamente costoso para el asesino. Así se dan la mano la educación de las motivaciones internas con la ley y la sanción externas.

En Venezuela, 15.000 muertes violentas al año revelan una grave enfermedad en miles de jóvenes dispuestos a quitar la vida al otro para obtener sus zapatos, su reloj o para zanjar una discusión; no es extraña la cadena de violencia que mata en las cárceles, en los sindicatos y en las calles si muchos carecen de razones para no matar.

No matarás es ley de Moisés y mandato divino compartido por las religiones y también por toda conciencia sana, aun la agnóstica.

La Biblia no se queda en un mandato impositivo exterior que poco vale sin la ley interna del amor en el corazón. No hacer al prójimo lo que no quieres que te haga a ti, es reconocerlo en su dignidad, aspiraciones y derechos; el bien del otro es mi bien y su dolor es mi dolor. Por eso el Evangelio dice: "Ama al prójimo como a ti mismo". Sin estas raíces, la solidaridad queda como palabra vacía y la violencia desatada.

Hay un paso más dar la vida por el otro, "nadie tiene mayor amor que quien da la vida por el otro", enseña Jesús.

Esto no es algo extraordinario, millones de venezolanos día a día y voluntariamente van dando su vida por los suyos. Este misterio de la vida se entiende vivencialmente (más allá del entendimiento científico-racional): perder la vida por darla a otro es ganarla, mientras que buscarse a sí mismo sin darse es perderla. Misterio humano que se evidencia en Jesús, el Hijo del Hombre, al dar su vida. Su Espíritu, presente sin fronteras en toda conciencia humana, siempre nos anima a hacer lo mismo libremente.

Este valor no está garantizado por el hecho de ser religioso ni negado por proclamarse agnóstico, pues nadie es tan agnóstico que no conozca en su conciencia el atractivo de esta verdad misteriosa. Tampoco la exterior práctica religiosa nos da seguridad. El reproche del profeta Jeremías a los que acuden al templo judío tiene actualidad en todas las religiones: No basta orar y ofrecer incienso para sentirse seguros proclamando "Templo del Señor, templo del Señor". Dios no habita entre ustedes si no enmiendan su conducta y dejan de maltratar al débil, dice el profeta (Jeremías 7, 3-7). Ustedes se hacen falsas ilusiones cuando roban, matan, cometen adulterio, juran en falso, queman incienso a Baal, siguen a falsos dioses y luego vienen al templo y dicen estamos salvados.

"¿Creen que este templo que lleva mi nombre es cueva de bandidos?" (Jr. 7,9-11).

Los fundamentalismos religiosos (también los cristianos y católicos) con frecuencia han tomado a Dios en vano para matar y destruir en horrendas guerras de religión. Ni en nombre de Dios ni en nombre de la revolución endiosada se puede sembrar el odio. Quien desde los púlpitos más altos de la política predica la criminal guerra santa contra los "infieles" a la revolución es un homicida en su corazón. Quien deja entrar el odio en su espíritu ha matado antes de disparar el arma.

Quien convierte a los humanos en simples instrumentos desechables de su ganancia y poder es sembrador de muerte.

Con la idea de que quien no está de acuerdo con nuestra política e intereses es enemigo y traidor se recomienda ¡sí matarás! ya el crimen está dentro y trae su cosecha de muerte, como hoy en Venezuela.

La educación en valores exige que familia, escuela, sociedad, Constitución, medios de comunicación, cúpulas de Miraflores, todos, siembren el gusto y el amor a la vida digna de los "otros".

No esperemos que sembrando el crimen vamos a cosechar paz y amor. Este año necesitamos un cambio político de raíz, hay que pasar de la siembra de muerte al reconocimiento defensa y amor a la vida digna del otro, como parte del amor a nosotros mismos.

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