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lunes, 4 de junio de 2012

Perder elecciones no es el fin del mundo


Simón Alberto Consalvi Lunes, 4 de junio de 2012
 ¿Es este un gobierno alternativo? Claro que no lo es. ¿Es este un gobierno responsable? Claro que no lo es. ¿Es este un gobierno pluralista? Claro que no lo es. Y ¿es este un gobierno de mandatos revocables? Tampoco, porque nada más revocable que una elección general

El presidente Chávez Frías lleva en el poder el tiempo equivalente a tres presidencias de la era democrática. En aquel tiempo, nada había más normal que perder las elecciones y entregar el poder. Así funcionó la democracia en Venezuela y así funciona en todas partes. Ahora, y según las percepciones del jefe del Estado, si él y su partido las pierden esto equivaldría al fin del mundo, a un nuevo diluvio universal del cual sólo se salvarían las especies animales que logren ingresar en el Arca de Noé. Su derrota significaría algo tan grave para el mundo como el hundimiento del "socialismo del siglo XXI". En otras palabras, la derrota de Hugo Chávez Frías y de su proyecto político personal no tendría otras implicaciones nefastas sino el triunfo definitivo del capitalismo, y la hegemonía global del imperio norteamericano.

Ante una posibilidad como esa que sucede con tanta frecuencia en las democracias, hechas a fin de cuentas de victorias y derrotas, lo que se llama el juego democrático, el Gobierno está en crisis y no logra ocultarla, sean cuales fueren las argucias, maniobras, trampas, estrategias, tácticas que pongan en la ruleta. En Miraflores no entienden lo evidente. Y lo evidente es simple: este es un Gobierno que debe perder las elecciones, que merece perderlas y que debe prepararse para perderlas.

Las razones sobran. Un poder unipersonal ejercido durante el tiempo equivalente al de tres presidentes de la era democrática no tiene justificación de ningún género. Ya se trataría de emular al general Guzmán Blanco o al general Juan Vicente Gómez en la anacrónica y absurda pasión del poder.

Una sociedad como la venezolana del siglo XXI no está para complacencias de esta naturaleza. Catorce años son más que suficientes para que un país reaccione y se pregunte si está dispuesto a seguir siendo, y por tiempo indefinido, el conejillo de Indias en que fue convertido.

El presidente Hugo Chávez Frías debe perder las elecciones porque, como reza la Constitución, "el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y de las entidades políticas que la componen es y será siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables". Así está escrito en el artículo 6 de la Constitución.

Vale la pena preguntar: ¿Es este un gobierno democrático? Claro que no lo es. ¿Es este un gobierno participativo? Claro que no lo es. ¿Es este un gobierno electivo? Abundan las dudas frente a un ente electoral que carece de autonomía.

¿Es este un gobierno descentralizado? Claro que no lo es.

¿Es este un gobierno alternativo? Claro que no lo es. ¿Es este un gobierno responsable? Claro que no lo es. ¿Es este un gobierno pluralista? Claro que no lo es. Y ¿es este un gobierno de mandatos revocables? Tampoco, porque nada más revocable que una elección general, y ya vemos la guerra declarada contra las elecciones, y la crisis desatada por la probabilidad de perderlas.

El artículo 6 de la Constitución define con claridad el país moderno que queremos los venezolanos. Con discreción, modestia, concisión y sin fanfarrias. Un país democrático, donde los gobiernos no se alcen con los recursos públicos, como ahora sucede con el petróleo convertido en instrumento financiero del proyecto personal e indefinido del presidente Chávez Frías. Un país democrático donde se rindan cuentas precisas y transparentes. Donde los gobiernos no se conviertan en enemigos de la gente.

Un país participativo, electivo, descentralizado. Eso está escrito en el artículo 6, y conviene que la gente responda lo que piensa de cada uno de estos principios y su relación con la realidad. No ha habido, a través de la historia venezolana, desde la época de Páez hasta nuestros días, un gobierno más desafiantemente centralista, más enemigo de las regiones, y más monopolizador del poder que el gobierno del presidente Chávez Frías. Despoja a las regiones de sus recursos y las condenas al abandono y las carencias. Véase el estado ruinoso en que se encuentra en todo el país la infraestructura vial, que en una época fue ejemplo de eficiencia.

Un país alternativo. ¿Qué significa un país o un gobierno o un régimen alternativo? Todo, menos el monopolio absoluto del poder en un solo individuo, de manera vitalicia, como si en la república no existieran otros ciudadanos y uno solo de ellos fuera el predestinado, el portador del fuego sagrado de los dioses. No hay nada más democrático que la alternabilidad en el poder. Esto explica por qué en el mismo tiempo que Hugo Chávez Frías viene controlando el Gobierno, antes se sucedieron tres presidentes. Esta es una de las razones ocultas por las cuales se difama tanto la era democrática.

Un país pluralista. ¿No es esto, acaso, lo que hemos sido, somos y queremos seguir siendo? Un país donde cada uno piense como desee, milite en el partido de sus afinidades y aspiraciones, donde no sólo se respeten los derechos humanos sino que sean denominador común de cada venezolano. Que los sepa ejercer y defender. La Constitución aporta razones de fondo para que el presidente Chávez pierda las elecciones el 7 de octubre.

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