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lunes, 4 de junio de 2012

Venezuela: el express del secuestro


Frank López Ballesteros 1 de junio, 2012

La puerta se mantiene cerrada con seguro. Como en un fortín que se resguarda contra una invasión, Santiago Gómez se sigue protegiendo inconscientemente en su habitación. En el primer piso de su casa ahora hay un interruptor de alarma, y si se asoma por la ventana, verá que la cerca eléctrica está encendida. Son las 11:45 de la noche y siente que puede dormir tranquilo.

Por la mañana abre su carro. Atisba a los lados, se monta y baja los seguros. Observa por el retrovisor si la calle se mantiene vacía. Prende su celular y se persigna encomendándose a Dios. Son ahora las 5:50 de la madrugada, y como indica su propio manual de supervivencia, arranca despacio hasta salir bólido, es que no quiere que se repita lo que ocurrió aquel 11 de octubre de 2009, cuando se convirtió en una estadística más del secuestro express en Venezuela, esas que se escriben con bolígrafo azul en un viejo cuaderno y pasan al olvido.

Como una nueva máxima en la jerga de la violencia en Venezuela el “secuestro express” se ha erigido con sordidez en la última década como un amenaza que crece a la par de las estadísticas de asesinatos, violaciones, o la misma inflación. En el país desde 1999 hasta diciembre de 2010, es decir, en 12 años, no ha existido un tipo delictual que haya crecido más que el plagio.

Se calcula que este flagelo como modalidad delictiva progresó en una década 430% según cifras de la ONG Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), y tal incremento ha llevado a que el país esté entre las diez naciones con más secuestros visto en número de habitantes del mundo. Específicamente desde 2007, sostiene la revista estadounidense Fortune, Venezuela ocupa la novena casilla de las naciones donde esta modalidad se ha disparado.

Santiago sobrevivió a las seis horas más larga de su vida, tenía 23 años en ese entonces y el perfil idóneo de la mayoría de las víctimas del secuestro express: 95% son hombres, jóvenes, con un vehículo llamativo y al momento del hecho están solos. Esa madrugada de octubre, llegando de un cumpleaños, se apeó de su Ford Fiesta y dos personas fuertemente armadas aparecieron y lo obligaron a montarse en su propio carro. Le apuntaron a la cabeza y partieron de una urbanización en Guatire a un rumbo desconocido mientras lo amenazaban y tasaban el valor de su vida: 10 millones de bolívares de los viejos.

El comisario del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (CICPC), Franklin Morales, exdirector de investigaciones contra el terrorismo, cuenta que el origen del secuestro express “tiene acento mexicano”.

En la década de los noventa miles de turistas estadounidenses que llegaban al Estado de Sinaloa eran víctimas de breves plagios en los que sus captores analizaban algo simple: si poseían tarjetas de crédito American Express. Con una ciudad como Culiacán, que se alimentaba del turismo extranjero, las redes del crimen organizado en esa zona esperaban el pitazo desde las tiendas donde se hacían pagos con este tipo de plástico específico. Interceptaban a los usuarios, los retenían por un período de dos horas y finalmente los conducían a cajeros automáticos donde eran obligados a retirar hasta cinco mil dólares. Al final el negocio resultaba “breve” y “express”.

Hoy como ayer no es solo Sinaloa el estado más golpeado por el secuestro en México. Con el crecimiento del negocio del narcotráfico en este país, 2010 cerró con 16.425 secuestros, lo que equivale a 45 diarios, y la mayoría fueron realizados por el crimen organizado, advertía un informe de la ONG mexicana Consejo para la Ley y los Derechos Humanos.

Con una capucha negra sobre su cabeza, los secuestradores de Santiago llamaron a la familia Gómez y le advirtieron que si en seis horas no tenían los 10 millones de bolívares lo matarían. Como una prueba del plagio le dijeron al joven que hablara y dijera cómo estaba: “mami págales y ya, ayúdame”, titubeó con voz lastimosa. Bastaron aquellas atisbos de desespero para que los Gómez dejaran en un sitio acordado en San Antonio de lo Altos el dinero y posteriormente a Santiago en una calle de la Urbanización Los Cortijos.

Reloj sin sentido

Son las siete y 45 de la mañana y la avenida principal de la urbanización La Castellana está completamente sola. Unas brisas fugaces de carros raudos sacuden los árboles y por ninguna parte se asoma una unidad policial por aquella jungla de edificios lujosos. Estoy en la zona más segura de Venezuela, pero a la vez la más tentadora para el crimen organizado. Y es que el perfil idóneo para las grandes bandas secuestradoras se halla en este lugar, pero no es el único. Junto a Caracas, las ciudades de Barquisimeto, Valencia y Maracaibo son los principales focos de proliferación de esta modalidad, explica el criminólogo y profesor universitario Fermín Mármol García, uno de los principales estudiosos de esta materia en el país.

“¿Por qué el secuestro express ha crecido tanto y se volvió tan atractivo en Venezuela, después del narcotráfico?”, se pregunta indirectamente Mármol García, una autoridad a quien en varias oportunidades el gobierno del presidente Hugo Chávez ha desacreditado sus estudios y análisis sobre este problema para afrontarlo de frente.

Una de las causas vitales del repunte de este flagelo, es que los entes policiales no cuentan con el número de hombres necesarios (hay 80 mil y se necesitan 140 mil), además de la falta de tecnología adecuada para combatir el delito. “Hasta hace poco teníamos 80 hombres desde el CICPC para batallar la modalidad delictiva con mayor crecimiento en el país y eso es nada”, dice este experto, y esa aseveración lo secunda una víctima, el propio Santiago Gómez.

Sus captores estaban bajo efectos de drogas. “Yo oía cuando se pedían cocaína y la aspiraban”, recuerda. En la negociación con la familia, los dos hampones ruletearon a Santiago por varias zonas de la convulsiva Caracas, para ganar tiempo. Su nerviosismo se acentuaba con mayor fuerza al igual que el de los delincuentes, por eso lo insultaban, maldecían y lo amenazaban con matar si las cosas no salían bien. “Ese recuerdo me da pánico”.

La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de la Seguridad Ciudadana elaborada en 2009 por Instituto Nacional de Estadísticas (INE), bajo encargo de la Vicepresidencia de la República, le dio finalmente cuerpo oficial al secuestro en Venezuela. El resultado fue escalofriante: mostró que de las 16.917 personas víctimas del secuestro que lo denunciaron solo entre julio de 2008 y julio de 2009, 12.419 fueron por el tipo express, una suma sin precedentes que se traduciría en 46 retenciones al día en un solo año. Muy similar a la realidad mexicana, con la diferencia de que ese país afronta una fratricida guerra contra siete poderosos carteles de la droga desde 2006.

De cada cinco plagios que se consuman en Venezuela, cuatro son express y uno prolongado, es decir, que el mayor combate debe ser frente al primero, y es allí donde están los problemas. “Esto repuntó porque la capacidad de reacción policial debe ser en pocas horas, y el mastodonte de la policía de investigación criminal le cuesta levantarse en tan poco tiempo. En Venezuela no hay eso que llamamos el esquema Gaula, la unidad anti extorsión y secuestro colombiana en cada estado, con personal de guardia las 24 horas y con un fiscal que autorice la interceptación de comunicaciones o los allanamientos sin muchos formalismos, aquí eso no le interesa al gobierno por lo visto”, reclama Mármol García.

Los días predilectos para esta modalidad han ido mutando con los años, señala el comisario jefe del CICPC, Víctor Rodríguez Ugas, director de Criminalística Identificativa Comparativa. Hasta hace un año las noches de los viernes y sábados eran las favoritas para estas bandas, pero ahora son los domingos. “La gente está más tranquila ese día, toma menos precauciones, salen a la calle a pasear y creen que nada les pasará”. Esa versión es defendida por Mármol García, pero suelta una perla: “Ahora ya no es de domingo al lunes, sino de jueves a domingo, primero, porque la policía está más activa de jueves a fin de semana, y segundo porque el delincuente da tiempo en la semana a que las familias consigan más dinero, lo que a veces cambia el plagio, de express a prolongado”.

La delincuencia es la mayor preocupación de los venezolanos desde hace un lustro. Y las estadísticas secundan el temor de la población. El país supera a Colombia (32 por cada 100 mil personas), a Brasil (23 por cada 100 mil) y a México (14 por cada 100 mil) en cuanto al número de asesinatos bajo cualquier tipo de armas, como identificaba la encuesta del INE. Solo en 2010 fueron asesinadas 17.600 personas, estima el OVV, más fallecidos que en la guerra de Afganistán en 2009, cuando la misión de asistencia para ese país de las Naciones Unidas (UNAMA) contó 2.118 civiles afganos muertos.

De cuellos blanco

El secuestro express es un negocio importado con patente venezolana. Los artífices de esta modalidad en el país han sido grandes alumnos de las mafias colombianas, “que son los maestros del secuestro prologado y grandes alumnos del secuestro express que son los mexicanos”, detalla Mármol García, que en un tono irónico espeta: “hemos sido alumnos aventajados porque ambas modalidades delictivas se han aplicado con mucho éxito en el país”.

En la vecina Colombia de cinco secuestros extorsivos diarios en el año 2002, se llegó a dos en 2004 y a uno diario (1.02%) durante los primeros once meses de 2005, pasando de tener 1.883 secuestros extorsivos en el 2002 a 339 casos a 30 de noviembre de 2009, gracias a los planes aplicados por la Política de Seguridad Democrática del expresidente Álvaro Uribe, unas cifras que si bien alegran a los colombianos, están preocupando a Venezuela, ya que muchos de esos captores y organizaciones han llegado hasta los estados Zulia, Táchira, Barinas y Apure.

El imperio del secuestro en Venezuela lo controlan ahora mafias de uniformes. En la modalidad “Express” las principales denuncias que recibe el CICPC es que están operando los funcionarios policiales uniformados, los expolicias, las bandas que se dedicaban al robo y hurto de vehículos que aprendieron que no era rentable únicamente negociar el carro robado, sino que era conveniente hacer el famoso “paseo millonario”, y después, inclusive, solicitar el rescate de la víctima.

Un ejemplo de ese sello propio en Venezuela es la banda “Los Invisibles”, una organización robavehículos que surgió en 2006 y luego mutó al secuestro express. Como ella, la banda de los “Latín Lover”, también procedente de la zona 7 del barrio José Félix Ribas, azotaron Caracas durante varios años hasta que algunos de sus miembros han ido cayendo. El año pasado las autoridades denunciaron la presencia de tres nuevos y grandes grupos de secuestro express que operan, sobre todo en Caracas, una de ellos, sobreviviente de los “Latin Lover”.

Un gran problema

La denunciabilidad promedio de los delitos en Venezuela se encuentra por el orden del 30%, sostiene el estudio del INE, y las razones para no denunciar reflejan, fundamentalmente, la desconfianza en la atención que prestaría la policía al caso. Lo alarmante es que los funcionarios policiales y guardias nacionales representan casi una octava parte de los autores de los secuestro, según el mismo análisis.

El propio ministro de Relaciones Interiores y Justicia, Tarek El Aissami, admitía durante su memoria y cuenta ante la Asamblea Nacional en febrero de 2011, que los efectivos policiales han estado involucrados hasta en 20% de todos los delitos que se comenten en el territorio nacional.

La metamorfosis de la inseguridad es una realidad que no disimula el comisario Rodríguez Ugas, que reconoce que muchos miembros de los cuerpos de seguridad se han ido “por la mala vía” pero alza una bandera blanca a su favor: “nuestro personal tiene más de 50 años de experiencia y conocimiento valioso, pero tengo que reconocer la falta de inversión en algunos sectores clave”.

Ligia Gómez (nombre ficticio) es una chica menuda, morena y con los ojos verdes como aceitunas, es guapa y simpática. Habla colisionando las palabras cuando relata lo que define fueron “las seis horas más malditas” de su vida. Fue plagiada durante ese lapso por tres hombres que la interceptaron saliendo de la Universidad Santa María a bordo de su Toyota Camry el 15 de marzo de este año. Iba con los vidrios abajo escuchando Ricardo Arjona, cuando en la subida de Los Naranjos, a las ocho de la noche, le dieron el “quieto”.

“Eran sin duda policías, hablaban bien, por claves, aunque uno tenía acento colombiano. Se comunicaron con mi papá desde mi celular y me pidieron veinte millones. Los conseguimos –no sé cómo—y me dejaron a la altura de la urbanización Miranda a las cuatro de la mañana”. La familia de Ligia no denunció el hecho, los captores se dieron a la fuga luego de que el padre de la víctima dejara el dinero en una bolsa de supermercado a la altura del Centro Comercial Líder, en Caracas. Ese hecho aceleró la partida de los Gómez del país, y desde mayo reside con su madre en Miami.

La inseguridad en Venezuela se ha colombianizado y es la teoría comprobada que tiene Marmol García. “La presencia de disidentes guerrilleros y disidentes paramilitares que están actuando aquí en el secuestro prologando es verídica. A esto hay que sumar la presencia de miembros de las FARC y el ELN y sin duda la de grupos venezolanos como el Frente Bolivariano de Liberación que están participando en el secuestro prolongado”.

¿Qué hizo mal Ligia? Dos cosas clave. Iba con los vidrios abajo, música a todo volumen y un detalle indiscutible, era una mujer sola. “Envió el mensaje perfecto”, dicen los criminólogos.

El 90% de los raptos según los estudios se hace por el vehículo. En el secuestro express “no hay una relación de causalidad entre la víctima y el victimario, hay una relación de casualidad. Aquí no se estudia a la víctima, no hay inteligencia básica, el 90% de los casos es que el delincuente sale de casería en zonas concretas (Altamira, Los Palos Grandes, Los Naranjos, Las Mercedes) a buscar un vehículo que demuestre que una persona tiene dinero. El conejito, que lleve los vidrios abajo, sin papel ahumado, un romance en el carro, o se paró en un perrocalentero, una madrugada, es un víctima en potencia”, advierte Mármol García.

Hasta hace un mes el psicoterapeuta Gestalt, César Casal, trató a una víctima del secuestro express, y la mayoría de los pacientes o víctimas de este delito que se han sentado en su diván son hombres entre 25 y 40 años de edad. Lo que más le preocupa al especialista es que muchos llegan con estrés postraumático, pues comienzan a presentar ataques de pánicos que se han hecho muy frecuentes por la inseguridad en el país.

De acuerdo con el informe de la Fundación País Libre, tras siete años consecutivos de descenso, el número de secuestros en Colombia se incrementó en 32% durante 2010, con 282 plagios, que muestra un especial aumento de ese delito en la frontera con Venezuela. Detrás de las cifras se distingue una nueva tendencia, marcada por la disminución del secuestro selectivo y un aumento de los plagios cometidos por delincuentes comunes, que representan el 57% del total de casos, según cifras del ministerio de Defensa colombiano.

En 2009 apareció en Gaceta Oficial la nueva Ley Orgánica Antiextorsión y Secuestro, la cual contempla el secuestro “breve o express” como un delito, y prevé penas de 20 a 30 años de cárcel sin beneficios para sus autores. Las legislaciones en materia de inseguridad sobran en Venezuela, el problema ha sido la falta de aplicación. Para los expertos y víctimas como Santiago, Ligia, o los que ni siquiera han denunciado, la injusticia se suma a sus traumas, y si el ritmo de la violencia sigue acelerándose en Venezuela como sucede, el país se convertirá en una rara sociedad de sobrevivientes.

Tomado de: http://prodavinci.com/2012/06/01/actualidad/venezuela-el-express-del-secuestro-por-frank-lopez-ballesteros/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Prodavinci+%28Prodavinci%29

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