ANDRÉS OPPENHEIMER 15 de marzo de 2014
Puede que la
presidenta chilena Michelle Bachelet termine siendo tan buena o mejor que su
predecesor Sebastián Piñera, pero muchos activistas a favor de la democracia y
los derechos humanos en Latinoamérica ya están añorando las recientes
declaraciones de Piñera con respecto a los abusos de los gobiernos de Venezuela
y Cuba.
Bachelet, la
ex presidenta socialista que regresó al palacio presidencial el 11 de marzo
para iniciar un segundo mandato, ha sugerido que su principal prioridad en
política exterior será mejorar las relaciones con Brasil, Argentina y otras
naciones sudamericanas de la costa del Atlántico. Piñera, en cambio, había
enfatizado los vínculos de Chile con la Alianza del Pacífico, el grupo de
países con economías abiertas constituido por México, Colombia, Perú y el
propio Chile.
“Chile en
los últimos años ha perdido presencia regional y se ha privilegiado una visión
economicista”, dijo Bachelet tras su toma de posesión. Bachelet anunció que su
primer viaje al exterior será a Argentina, y que en política exterior “voy a
poner una agenda latinoamericana muy fuerte”.
Sobre
Venezuela, Bachelet dijo que Chile apoyará una actitud de “acompañamiento y de
buscar todas la fórmulas de paz” y agregó —en lo que algunos interpretan como
una señal de apoyo al gobierno venezolano, y de crítica a los manifestantes en
Venezuela — que “de ninguna manera jamás apoyaremos ningún movimiento que de
forma violenta quiera derrocar un gobierno democráticamente electo”.
El
Presidente venezolano Nicolas Maduro, quien fue proclamado ganador de las
cuestionadas elecciones de 2013 por un tribunal electoral controlado por el
gobierno, califica a las masivas protestas callejeras contra su gobierno como
un intento “golpista”, y alega que arrestó al líder opositor Leopoldo López por
su supuesta incitación a la violencia.
La
organización Human Rights Watch señaló la semana pasada que no hay evidencias
de que López haya hecho nada más que ejercer su legítimo derecho de hablar
contra el gobierno.
Bachelet
también dijo que defenderá la democracia y los derechos humanos en la región,
pero la pregunta que preocupa a los grupos de derechos humanos es hasta qué
punto lo hará.
El ex
presidente Piñera había sido más explícito en su defensa de los derechos
humanos universales, por lo menos hacia el final de su mandato. Piñera fue el
único jefe de Estado latinoamericano que se reunió con un líder de la oposición
pacífica de Cuba durante una cumbre latinoamericana celebrada el 28 de enero en
Cuba.
En una
entrevista que le hice poco antes de que dejara el cargo, Piñera me dijo que
los países latinoamericanos deberían ser más activos y firmes en la defensa de
las libertades fundamentales y los derechos humanos en Venezuela y en Cuba.
Citando los
tratados regionales de la Organización de Estados Americanos, la Comunidad de
Estados de Latinoamérica y el Caribe y otras instituciones regionales, Piñera
agregó que “es un compromiso que tenemos todos los países de América Latina de
defender la libertad, la democracia y los derechos humanos, no solo dentro de
nuestras fronteras sino también fuera de ellas, y particularmente en nuestro
contienente”.
Cuando le
pregunté a Piñera qué le recomendaría hacer a la entonces presidenta electa
Bachelet, Piñera dijo que le aconsejaría “mantener una actitud coherente y
consecuente, y eso significa defender la democracia y los derechos humanos no
solamente en nuestro país, sino en todas partes donde esas libertades estén
amenazadas”.
Mi opinión:
Para ser justos, digamos que Piñera aumentó su activismo en defensa de los
derechos humanos hacia el final de su gobierno. Y también recordemos que
Bachelet, en su primer mandato, fue en general una digna defensora de la
democracia y los derechos humanos (con algunas excepciones, como cuando visitó
Cuba para inaugurar una feria del libro organizada por una dictadura militar
que censura la literatura y la prensa como política de estado).
¿Le dará la
espalda Bachelet a la defensa de la democracia y los derechos humanos en la
región?
Tiendo a
pensar que no. Confio en que su deseo de mejorar las relaciones con Argentina y
otros gobiernos populistas autoritarios es parte de un discurso con el que
quiere aumentar la influencia de Chile en la América Latina, y que no
significará un retroceso en la tradición chilena después de la dictadura
militar de Augusto Pinochet de ser un país activista en la defensa de los
derechos fundamentales en todo el mundo.
Por su
historia personal y su trayectoria política, no creo que Bachelet justifique la
represión ni la censura del gobierno de Maduro, ni que se quede callada sobre
estos y otros abusos. Si lo hace, sería una gran pérdida para la causa de los
derechos humanos y la democracia en la región.
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