Por Simón García
Lamentablemente Maduro y su
anillo de privilegiados escogió un juego suma cero: lo que él gana lo perdemos
los venezolanos y a la inversa. Afortunadamente los últimos acontecimientos han
vuelto a poner de espaldas al gobierno, gracias a su mal cálculo sobre el
momento de darle el palo a la lámpara de la Constitución, a la firme reacción
de la comunidad internacional y a que los diputados de la oposición se jugaron
el pellejo en defensa del Estado de Derecho.
Maduro perdió esta batalla y
Venezuela se acerca a abrir una transición pacífica hacia la formación de un
nuevo gobierno cuya amplitud pudiera comportar la participación de factores que
están presentes en el actual, si rompen con la línea de imponer una dictadura,
mantener la desbordada corrupción y profundizar la crisis de empobrecimiento y
hambre que padece el país.
El gobierno no pudo consumar
la liquidación de la Asamblea Nacional y de la inmunidad parlamentaria. Tuvo
que dar un paso atrás, pero el golpe de Estado sigue porque es un plan que se
puso en marcha una vez que se quedó sin respaldo popular y electoral.
La oposición definió su
liderazgo colectivo. Los partidos que pasaron la cerca de púas de la validación
alcanzaron un criterio de legitimidad. La crisis que creó el nuevo zarpazo de
la Sala Constitucional fue enfrentada por los nueve partidos que integran la
MUD, sin que los extremistas que pedían sustituirla se asomaran para competirle
la calle. La MUD y la gente la calentó, sin los errores del pasado.
A la veintena de figuras que
orientan y expresan la irrevocable exigencia de cambio político desde la MUD,
habría que añadir otros nombres que tienen audiencia “inorgánica” como
Eduardo Fernández, Aveledo, el gral Ochoa, Chuo Torrealba, Ugalde o Claudio
Fermin.
Se ha ampliado el consenso
nacional a favor de una solución constitucional, democrática y pacífica. La
convicción de que la situación es insoportable y que es urgente un cambio
es el soporte para mantener la rebeldía civil en las calles. Pero hay que
diversificar y descentralizar las formas de protesta, no sólo para mantenerlas
en el tiempo sino para mejorar los vínculos con la sufriente base popular, con
reivindicaciones sectoriales y con las demandas específicas del universo
de organizaciones civiles.
La llave del cambio ha pasado
a ser la convocatoria de elecciones, sin diálogo ni pretextos del CNE para
seguir incumpliendo la Constitución. La primera vuelta es la elección de
Gobernadores y Alcaldes. La segunda es la presidencial cuya fecha de
convocatoria puede anticiparse si se convierte en la única opción para
restablecer el hilo constitucional roto, según el ejemplar dictamen hecho por
la Fiscal General. Su advertencia definió el problema: Maduro debe decidir si
prefiere que se resuelva con la Constitución o sin ella.
La actitud de la Fuerza Armada
es también decisiva en ese punto. Es improbable que en las circunstancias
actuales pueda seguir funcionando la interpretación de que está sirviendo a la
nación para colocarla al servicio de una parcialidad y protegiendo a un poder
sin legitimidad, sin ética y sin soluciones. Ellos saben que el poder de una
nación es mayor que el poder de un ejército y tendrán que asumir si permiten o
no la instauración de una dictadura.
El cambio comenzó. Todos los
venezolanos caben en él y tienen derecho a decidirlo con su voto.
15-04-17
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