Américo Martín 10 de septiembre de 2018
@AmericoMartin
“Es malo ser crédulo
pero peor es no serlo”
Alfredo Pareja
Diezcanseco
¿A pesimistas,
incrédulos y derrotistas?
La
Declaración que 11 países hemisféricos acaban de firmar en Quito me ha parecido
una mezcla de prudencia en la forma y consistencia en el contenido que de
alguna manera refleja la histórica y precolombina manera “quiteña” de afirmar
su especial y a veces inesperada personalidad. Sé que son once los autores de la
indicada declaración, entre los cuales se incluyen los países de mayor
desarrollo de Latinoamérica y mayor densidad demográfica, pero como estudioso
de la historia y cultura de Ecuador creo entrever –si no es que me esté
arrastrando la fiebre especulativa- la marca quiteña y por fuerza la de
Guayaquil en el documento suscrito en la capital de Ecuador.
Lo
cierto es que la espeluznante tragedia encarnada en la despiadada diáspora de
millones de venezolanos, es una bola de fuego, un cáncer terminal que condena
al régimen madurista y no permite a nadie lavarse las manos o refugiarse en
ambigüedades.
“Reino”
llamaron los cronistas a Quito, cuyos complicados accidentes orográficos le
confirieron una sólida personalidad. Quito se expandió por fuerza y astucia
hacia otras comunidades. De ese “reino” habló su extraordinario primer
historiador, el padre jesuita Juan de Velasco, en 1789. Es una obra
extraordinariamente documentada en la que se describen la pasión, los
prejuicios, la habilidad y la ingenuidad de los Incas (Cusco) y de los Scyris
(Quito) de parecido linaje que sin embargo no se dejarse absorber por aquellos,
como lo reflejó el poderoso Inca Huaina Capac quien si a ver vamos fue seducido
por el reino de Quito, al punto de mostrar claro favoritismo por su hijo
quiteño Atahualpa por sobre su primogénito del Cusco, Atoco llamado Huascar.
Pero
vuelvo a la Declaración elaborada en septiembre del año en curso. El tema no
alienta diferencias entre moderados y radicales ni da armas al gobierno de
Maduro para proclamar con puños alzados que se le esté agrediendo, aunque
Cabello, por puro trámite, haya condenado a los firmantes.
La
explosiva diáspora venezolana pone a prueba la estructura de los Derechos
Humanos. En Quito se tuvo conciencia de eso al reconocer la importancia de la
cooperación técnica y financiera de los Estados y de los organismos
internacionales y exhortar a incrementarla.
Lo
cierto es que la espeluznante tragedia encarnada en la despiadada diáspora de
millones de venezolanos, es una bola de fuego, un cáncer terminal que condena
al régimen madurista y no permite a nadie lavarse las manos o refugiarse en
ambigüedades. México estampó su firma al lado de Colombia de Iván Duque, y el
socialista Frente Amplio de Uruguay al lado de las de Brasil de Temer y
Argentina de Macri. Se entiende que la solución del drama venezolano pasa por
el cambio de gobierno. La comunidad internacional insiste en exigir elecciones
libres mundialmente supervisadas. La maldición que cayó sobre nuestro agobiado
país, convertida en maldición para la Humanidad, no dejará que se pierda esa
lucidez.
La
explosiva diáspora venezolana pone a prueba la estructura de los Derechos
Humanos. En Quito se tuvo conciencia de eso al reconocer la importancia de la
cooperación técnica y financiera de los Estados y de los organismos
internacionales y exhortar a incrementarla. Prueba práctica de buena voluntad
es el programa regional de apoyo de la ONU y el esfuerzo de la OEA a través de
la Organización de las Migraciones. Los 18 puntos de la Declaración de Quito
configuran un programa completo.
¿Cómo
agradecer debidamente esta robusta solidaridad planetaria articulándose como
engranaje harto difícil de burlar?
Américo
Martín
@AmericoMartin
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