Por Marco Negrón
Antes de alcanzar la
Presidencia de Brasil, Fernando Henrique Cardoso había esbozado la idea del
“contraplán” como respuesta a los intereses de las fuerzas dominantes por
imponer la “única solución posible”. Con un enfoque todavía más interesante,
Giulio Carlo Argan, entre otras cosas alcalde de Roma entre 1976 y 1979, había
definido el plan (en este caso, específicamente el plan urbano) como obra
abierta, más que como prefiguración del siempre incierto futuro, como un
“actuar en el presente según un proyecto”, porque “Se proyecta contra algo que
es, para que cambie: no se puede proyectar para algo que no es… planificando no
se planifica la victoria, sino el comportamiento que se propone mantener en la
lucha”.
Hoy en Venezuela estos
temas van más allá de la reflexión académica y se convierten en cuestiones de
vida o muerte para la república y sus ciudadanos: tenemos ante nosotros un país
con una economía devastada y ciudades en ruinas, consecuencia de la letal
mezcla de corrupción con incompetencia que ha caracterizado al llamado
Socialismo del siglo XXI, que, aunque hay que acelerarlo, no permite esperar al
“cese de la usurpación” para actuar porque entonces podría haberse traspasado
el punto de no retorno: es menester, piensa quien pergeña estas líneas, seguir
la recomendación de Argan de “actuar en el presente según un proyecto”.
Quienes nos interesamos
por los temas urbanos, sea como planificadores, investigadores, gobernantes,
inversionistas o activistas, solemos abordar el tema a partir de plantearnos
“la ciudad que queremos”, lo cual, particularmente desde nuestra ubicación en
el mundo, implica por lo menos dos tipos de riesgo. El primero es adoptar como
modelo otras ciudades que entendemos como exitosas, olvidando frecuentemente
que ellas se insertan en contextos económico, político, socio-cultural y hasta
geográfico- diferentes; el otro es volver la vista al pasado, con los peligros
bien conocidos de la nostalgia.
Definir la ciudad que
no queremos es decir que no queremos una ciudad que excluya y segregue sectores
de la población; que contribuya al calentamiento global; que deprede el
ambiente, tanto el natural como el construido; que favorezca a la especulación
inmobiliaria forzando el desplazamiento de actividades y habitantes; que genere
contaminación ambiental; que dañe o empobrezca el patrimonio urbano; que
obligue a grupos de la población a largos y extenuantes desplazamientos para ir
a sus centros de trabajo o de estudios; que alimente la desigualdad entre sus
habitantes.
Y ahora, en agosto de
2020, lo que menos queremos es una ciudad anarquizada, sin coordinación, sin
autonomía y, por ende, sin gobernabilidad.
Cuando en 2012 la
Alcaldía Metropolitana hizo entrega del Primer Avance del Plan Estratégico
Caracas Metropolitana 2020, parecían estar madurando las condiciones para que
la capital de la República conociera un viraje histórico que habría puesto en serias
dificultades a la espuria hegemonía que ha hundido al país en esta crisis sin
precedentes: en las elecciones de 2013 la oposición democrática obtuvo 5 de las
6 alcaldías del AMC, 39 de los 50 concejales municipales y 8 de los 13
metropolitanos. El oficialismo, aunque con una mayoría disminuida, logró
retener el municipio Libertador, indiscutible joya de la corona por superficie
y tamaño poblacional, pero también allí se avecinaban importantes cambios: si
en las elecciones presidenciales de 2012 el oficialismo había ganado 14 de sus
22 parroquias, en las parlamentarias de 2015 sólo logró retener 4, con el
agregado de que en ellas se redujo sensiblemente su ventaja.
El régimen entendió el
mensaje y aceleró la operación de demolición del Gobierno Metropolitano que ya
había iniciado desde octubre de 2009: en 2015 se produjo el violento e ilegal
arresto del Alcalde y en diciembre de 2017, también ilegalmente, sin argumentos
que lo justificaran ni proponer alguna alternativa para llenar el vacío, la
definitiva “supresión y liquidación” de todos los órganos del Gobierno.
Sospecho en cambio que
la mayoría de los líderes de la oposición democrática en el AMC entendieron
poco o nada de lo que ocurría. ¿Habrá que volver a empezar por el principio y
definir también las autoridades que no queremos?
04-08-20
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