lunes, 28 de junio de 2010
A 70 años del legendario llamado
Por Elizabeth Burgos
Francia estaba de rodillas, derrotada en la guerra “relámpago” (el Blitz Krieg) que marcó las primeras victorias de Hitler. La nación estaba desalentada y desorientada. De Gaulle pronunció entonces su famosa alocución llamando a los franceses a luchas por su libertad. Los franceses conmemoran el aniversario de esa histórica fecha del 18 de junio.
Hace, setenta años, el General Charles de Gaulle lanzaba su legendario “llamamiento del 18 de junio de 1940 desde las ondas de la BBC de Londres, ordenando a los militares franceses a rechazar la derrota, a continuar el combate y a resistir contra el invasor alemán junto al aliado británico”. El discurso de De Gaulle fue la respuesta inmediata al del Mariscal Pétain, quien había asumido la jefatura del gobierno, tras la renuncia del Presidente Paul Reynaud, y pronunció la víspera un discurso en el que anunciaba su intención de pedir a la fuerza invasora la firma de un armisticio.
El llamamiento de De Gaulle sobreviene en uno de los momentos de mayor trauma de la historia de Francia, cuando las tropas alemanas invaden Francia y derrotan a su ejército tras una incursión relámpago, ocasionando un éxodo masivo de la población que ante el avance de los alemanes, busca evitar las represalias. Una historia repleta de hazañas, de conquistas, de revoluciones, de momentos trascendentes que han repercutido más allá de sus fronteras y contribuido a la expansión de la idea de la universalidad; la debacle militar y simbólica que significó la derrota del verano de 1940 fue de tal magnitud , que el impacto de un discurso llamando a la resistencia, cuando entonces no existía el menor indicio de una estructura en qué sustentarla y el país se encontraba paralizado por lo acontecido, se convirtió en mito fundacional gracias al cual Francia salió airosa de la guerra. De allí que la figura de De Gaulle ocupe un lugar privilegiado entre los personajes que han contribuido a configurar el fuerte sentimiento de pertenencia nacional de los franceses.
El discurso del general de Gaulle, que muy pocos escucharon en Francia, fue el primero de los tantos que pronunciaría desde la BBC. Con ello inauguraba la voz de la resistencia que los franceses refugiados en Inglaterra iban a convertir en certera arma de combate, pues el hecho mismo de sintonizar la BBC en el territorio francés, significaba un gesto de resistencia. En su mensaje, de Gaulle asume ser el depositario del honor y soberanía nacionales, traicionados por el poder que abdica ante el invasor: “Francia ha perdido una batalla, pero no ha perdido la guerra”. Desde entonces, de Gaulle hablará en nombre de Francia.
Una lucha desigual
Charles de Gaulle, pertenecía a una rara categoría de militares intelectuales. Animado de un verdadero genio militar, poseedor de una sólida cultura clásica, vivió en carne propia la experiencia de la Primera Guerra Mundial; fue herido varias veces, una de gravedad, pasó 32 meses prisionero de los alemanes, y tras constatar el incumplimiento por la parte alemana de la reparación de los daños inflingidos a Francia, esto lo lleva a pensar de que puede haber una segunda fase de la guerra de 1914. Reflexiona entonces profundamente sobre la evolución de las técnicas militares y el arte de la guerra, lo que lo llevó a predecir el empleo masivo de las fuerzas blindadas y la dimensión mundial del próximo conflicto bélico. Aboga por la modernización de la doctrina militar francesa. Considera temerario pensar que la línea Maginot es suficiente para proteger a Francia de una nueva invasión. Ante el desarrollo en Alemania de una estrategia ofensiva que utilizaría de manera coordinada blindados y aviación, preconiza la creación de fuerzas blindadas, comandadas por militares profesionales.
Es por ello que en su “Llamamiento del 18 de junio” en ningún momento se percibe la idea de adjudicar la derrota a la falta de valentía del ejército. De Gaulle menciona las razones técnicas que actuaron en la debacle: “fuimos sumergidos por la fuerza mecánica, terrestre y aérea del enemigo”. “Más que el número, fueron los tanques, los aviones, la táctica de los alemanes los que nos obligaron a replegarnos”. Fueron esos elementos los que “sorprendieron a nuestros jefes y los llevaron al punto en el que se encuentran hoy”.
Surge la voz de Francia
En 1940, envía un memorandúm a los responsables políticos llamándoles la atención acerca del surgimiento de la fuerza mecánica. Nadie lo escucha, salvo el presidente del Consejo de Gobierno, Paul Reynaud, quien lo nombra sub secretario de Estado de la Guerra y Defensa Nacional. Pero ya era muy tarde; los alemanes ya habían invadido el territorio. El 16 de junio 1940, Reynaud renuncia acosado por la presión de los partidarios del armisticio y lo reemplaza en el gobierno el Mariscal Pétain, prestigioso militar, conocido como el héroe de Verdun de la Primera Guerra Mundial. De Gaulle no lo piensa dos veces. Parte inmediatamente a Londres (17 de junio), se reúne con Churchill, que comparte con él la idea del peligro que significa contemporizar con Hitler; origen de los nocivos acuerdos de Munich en septiembre 1938. Es el eterno dilema de la no violencia cuando se encuentra frente a un enemigo que sólo cree en el empleo de la fuerza.
La rapidez del proceder de De Gaulle, la clarividencia de las acciones que debía emprender, le otorgaron la cualidad de jefe de los “franceses libres” y gracias al apoyo de Churchill, emprende la organización de las Fuerzas Francesas Libres (FFL) con los militares y civiles que acudieron a Inglaterra a sumarse a los pocos voluntarios que rodeaban al comienzo a de Gaulle.
En sus Memorias de Guerra, de Gaulle narra ese 17 de junio, víspera del 18 en el que su suerte como personaje histórico estará echada: “Desde la misma tarde del 17 de junio, expuse mis intenciones a Winston Churchill. Náufrago de la desolación en las costas inglesas, ¿qué hubiera podido hacer yo sin su concurso? Me lo otorga de inmediato y puso a mi disposición, para comenzar, la BBC. Convinimos en que la utilizaría cuando Pétain anunciara el pedido de armisticio. Esa misma noche nos enteramos de que lo había hecho. Al día siguiente, a las 18 horas, leí en el micrófono el texto que se conoce. A medida que iban surgiendo las palabras irrevocables, sentía en mi mismo que se terminaba una vida, aquella que yo había vivido en el marco de una Francia sólida y de un ejército indivisible. A los cuarenta y nueve años, yo entraba en la aventura, como un hombre que el destino propulsaba fuera de todas las series.”
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