Orlando Viera-Blanco 04 de julio de 2024
@ovierablanco
El
reciente debate entre el expresidente Donald Trump y el Presidente Joe
Biden-inédito en los EEUU-será recordado como un evento lamentable, difícil,
como lo que no debió suceder.
No
entraremos en el análisis de fondo sobre el debate de ideas, porque no lo hubo.
Un encuentro complicado donde el Presidente Biden hizo notoria sus [in]
capacidades para responder y por ende, para desempeñar el cargo más poderoso
del planeta, mientras Donal Trump hizo de la ocasión una marejada de intercambios
impropios, donde se puso de lado la majestad del cargo. Que Biden responda con
improperios y Trump replique con mofa, no es debate, es un mal espectáculo. Una
escena minada de miedos como lo decía Da Vinci: “Aquél que más posee más miedo
tiene a perderlo”, y ese sufrimiento de quien esperan un mal, puede conducir a
la subyugación, a la liberación o al pánico.
Biden debió pasar el testigo…
Me
comentaba un buen amigo y profesor: En la política y en la vida, es muy
peligroso tener por inteligente, al astuto. Los inteligentes se reúnen con
personas que saben que son más inteligentes que ellos. Los astutos-amantes del
cortejo y la galbana-se rodean de ignorantes. Lo contradictorio es que a veces
el inteligente necesita un poco de astucia y el astuto demanda-sin duda-de un
mínimo de inteligencia. El justo medio del miedo, es el amor y la humildad. El
amor que espanta el miedo. Y mientras el miedo ahuyenta la inteligencia y la
bondad, la humildad, rescata el amor, que rescata la luz. Por eso pienso que el
debate entre Biden y Trump estuvo dirigido por miedos, por sufrimientos, por
una inteligencia turbia ausente de humildad y amor, por preferir una mala
combinación de astucia y tozudez.
El
partido demócrata ha debido anticiparse a las consecuencias. La imposibilidad
de Joe Biden de responder, pensar y desplazarse con agilidad, impide el buen
desempeño de su liderazgo. No me refiero a incapacidades graves o prolijas,
porque es justo reconocer que Biden es un hombre de decente y regia
trayectoria; un presidente que ha tratado de reunificar su país y ha enfrentado
conflictos muy complejos como la guerra contra Ucrania e Israel. Pero ello es
presente y pasado. ¿Y el futuro?
Sus
notorias limitaciones comienzan a tener un impacto visible y triste. El debate
puso en evidencia su letargo para responder con contundencia los ataques de su
oponente. En términos de gestión [económica, política exterior, seguridad y
defensa, programas sociales, infraestructura]; análisis de realidades post
pandémicas; terrorismo; agresiones de guerra; revisión de estadísticas:
inflación, desempleo, crecimiento económico; la geopolítica: China, Rusia,
Irán; los retos de paz en el Oriente Medio o en el Atlántico Norte; alianzas
con Europa, Asia, Latam, Canadá, nada no se abordó. Todo quedó diluido en lo
personal, en lo hiriente y trivial.
Pensar
que la responsabilidad de lo ocurrido se agota en Joe Biden sería simplista.
Comenzando por su entorno familiar y siguiendo por su equipo de trabajo, más
sus compañeros de partido, haberlo sometido a este esfuerzo, es reprochable.
Algunos piensan que “un debate no marca diferencia en una campaña electoral”.
Pienso que en una sociedad polarizada, donde la ventaja de uno sobre otro es
pequeña, estos eventos son definitorios. Este mal-espectáculo marcó un antes y
un después en la contienda Trump-Biden, en la política norteamericana. Los
invito a revisar la sobriedad del debate entre Obama y Romney 2012. Creo que el
elector merece respeto.
Trump
es un jugador que no escatima contra su adversario, esté de pie o en la lona.
Va por todo: sea personal, institucional, público o privado. Los primeros diez
minutos [del debate] parecían una pelea donde ‘el árbitro’ debía parar el
combate. Pero como no se trataba de un pugilato, el plató continuó. Un evento
inmensamente democrático prácticamente en cadena nacional [más de 45 millones
de televidentes] se convirtió en un 90 minutos de miedo y frustración. Miedo que
se notaba en la mirada perdida de Biden o en la retina filosa de Trump. Miedo
de los moderadores [que no supieron sobrellevar la agenda]. Miedo de los
comentaristas antes y después del evento y miedo de los ciudadanos. No importa
ser republicano o demócrata. Lo que importa es que estos hombres se dejaron
atrapar por su sufrimiento a perderlo todo, que oscurece la nobleza y el
entendimiento.
No se
trata de defender un candidato por una ideología o por considerarlos buena o
mala persona. Se trata de evidenciar si se tiene la habilidad para liderar un
país. Es la estabilidad entre oriente y occidente, el norte y el sur. Es poder
tomar decisiones por el bienestar de sus ciudadanos y la paz del mundo. ¿Puede
Biden seguir al frente del cargo? ¿Puede Trump congeniar con un equipo que sea
capaz de reunificar a los EEUU y enfrentar con mayor solidez los graves
conflictos que afectan y que se avecinan? Biden debió pasar el testigo. Trump
debió demostrar clemencia.
Los
electores no son conscientes, son niños. Habemus Democracia
En
Venezuela fuimos embaucados por una narrativa seductora. Después de aquel
célebre “por ahora” Chávez convertido en candidato presidencial por causa de un
sobreseimiento que lo libró de toda culpa tras un golpe de estado, supo
conectar con una población fatigada de establishment y bipartidismo repartirto.
No analizo causas ni “oferta política”, porque [Chávez] no la ofreció. Hablo de
las consecuencias de su elección. Tampoco hablo de la variable personalidad.
Hablo de polarización. [A Chávez] le bastó con arengar “freír en aceite la
cabeza de Adecos”, y denostar de Carlos Andrés Pérez [víctima de su golpe de
estado] para pasar de un 5% de preferencia a un triunfo electoral. Lo dejaron
correr por libre en momentos donde hizo gala la antipolítica, la fragmentación
y la astucia. Tampoco hubo consenso para unirse contra Chávez. Alfaro et al
tarde piaron asistidos de un apalancamiento “notable”, que le abonó el camino
al comandante que por mucho menos de lo que él hizo, ha perseguido,
inhabilitado, encarcelado y torturado. No lo digo yo. Lo dice la Corte Penal
Internacional de La Haya.
En
política los eventos se prevén y se evitan. Era notorio lo que Chávez traería a
Venezuela, insisto, en términos de fractura grupal. Es notorio lo que puede
significar la polarización para EEUU y el mundo. No personalizo. Me refiero
estrictamente a la polarización que acabó con Venezuela, Argentina, Nicaragua,
Bolivia, Irán o Siria. La división y la violencia como hilo conductor del
desmontaje institucional, constitucional y democrático. Por ese camino transita
España, Colombia y México. La esperanza es que en EEUU sus instituciones son
fuertes. La conciencia ciudadana es determinante y libertaria y el respeto por
la constitución, más que un deber es un sentimiento. No existe una FFAA
alienable, una CSJ hipotecable, un Poder legislativo intervenido o libertad de
expresión con mordaza.
Pasar
el testigo en términos de alternancia de poder y endoso es parte del juego
democrático en EEUU. Dos periodos. No más. O uno, o menos por allanamiento o
por incapacidad. Un sistema inteligente, auto controlable. En Venezuela los
caudillos no saben de alternancia o relevo. EEUU es historia permanente de
alternabilidad. Biden debe reflexionar de cara a su historia republicana.
Rómulo Betancourt supo separarse, cediéndole a Leoni y a otros. Ahí nace la
democracia, no antes. Nixon se marcha y deja a Gerald Ford. Triunfa la justicia
y la institucionalidad sobre la política. Lyndon Johnson decide no aspirar a la
elección [1964] y dejó el camino abierto a Hubert Humphrey quien perdió contra
Nixon. Decisiones sabias, estadistas. Antes de marcharse Rómulo respetó el
pacto de Puntofijo; Nixon acató la ley y Johnson dejó firmada el Acta de los
Derechos Civiles y Políticos de 1964 [con una popularidad del 49%]. Habemus
democracia.
No
importa la brecha cultural. Sí importa como factor de contención. En Venezuela
no pudimos contener la vorágine revolucionaria. EEUU sí cuenta con una reserva
institucional sólida. Pero cuidado. Los electores son como niños. Y cuando “los
niños” no saben manejar y los padres tienen que salir a trabajar, todos quedan
atrapados en la granja [Dixit George Orwell].
Y
ahora qué…
Al
tiempo de escribir estas líneas todo hace pensar que Donald Trump ganará las
elecciones. Se especula que Biden considera dejar su postulación. Too little
too late? [muy poco, muy tarde]. Trump tendrá en sus manos la oportunidad de
oro para reconciliar a su país y el mundo entero. No se trata de wishful
thinking [cándida ilusión]. Es entender lo políticamente correcto.
En
Venezuela tuvimos la oportunidad de relanzar la democracia, impulsar un modelo
de inclusión social, recomponer la economía y convertir [Venezuela] es un país
próspero y desarrollado. Venezuela estuvo a las puertas de la quinta ola de redención
político-social después de la de Bolívar, Páez, Gómez y Betancourt. Los cuatro
reyes de la baraja. Pero decidió convertirse en un urogallo como Bóves o
Zamora, lo cual nos trajo los lodos que hoy tenemos.
Trump
tendrá en sus manos redimir a su nación, la V ola después de Lincoln,
Roosevelt, Kennedy y Reagan. Sería recordado como el hombre que pudo contener
sus miedos más profundos, para convertirse en el hombre ahuyentando sus
sufrimientos, redime. Tiene el carácter para lograrlo. Y el linaje de una
nación aferrada a su constitución.
No
sólo los demócratas están en pánico. El miedo es universal. El mundo necesita
de un esfuerzo político enorme para evitar la guerra e imponer la paz. Confío
en la voluntad del pueblo norteamericano. Si sus líderes no leen y acatan su
carta magna y sus enmiendas, sus instituciones lo harán leer y respetar. Y el
miedo superado al decir de Aristóteles, los hará libres.
Como
alertó Aldous Huxley: “El amor ahuyenta el miedo y recíprocamente el miedo
ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la
inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la
desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la
humanidad misma”.
Derrotemos
el pánico, con el sano dolor, del amor y la inteligencia…
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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