San Josemaría 27 de julio de 2024
@sJosemaria
Trabajemos,
y trabajemos mucho y bien, sin olvidar que nuestra mejor arma es la oración.
Por eso, no me canso de repetir que hemos de ser almas contemplativas en medio
del mundo, que procuran convertir su trabajo en oración. (Surco, 497)
Persuadíos de que no resulta difícil convertir el trabajo en un diálogo de oración. Nada más ofrecérselo y poner manos a la obra, Dios ya escucha, ya alienta. ¡Alcanzamos el estilo de las almas contemplativas, en medio de la labor cotidiana! Porque nos invade la certeza de que Él nos mira, de paso que nos pide un vencimiento nuevo: ese pequeño sacrificio, esa sonrisa ante la persona inoportuna, ese comenzar por el quehacer menos agradable pero más urgente, ese cuidar los detalles de orden, con perseverancia en el cumplimiento del deber cuando tan fácil sería abandonarlo, ese no dejar para mañana lo que hemos de terminar hoy: ¡Todo por darle gusto a Él, a Nuestro Padre Dios! Y quizá sobre tu mesa, o en un lugar discreto que no llame la atención, pero que a ti te sirva como despertador del espíritu contemplativo, colocas el crucifijo, que ya es para tu alma y para tu mente el manual donde aprendes las lecciones de servicio.
Si te
decides –sin rarezas, sin abandonar el mundo, en medio de tus ocupaciones
habituales– a entrar por estos caminos de contemplación, enseguida te sentirás
amigo del Maestro, con el divino encargo de abrir los senderos divinos de la
tierra a la humanidad entera. Sí, con esa labor tuya contribuirás a que se
extienda el reinado de Cristo en todos los continentes. Y se sucederán, una
tras otra, las horas de trabajo ofrecidas por las lejanas naciones que nacen a
la fe, por los pueblos de oriente impedidos bárbaramente de profesar con
libertad sus creencias, por los países de antigua tradición cristiana donde
parece que se ha oscurecido la luz del Evangelio y las almas se debaten en las
sombras de la ignorancia...
Entonces,
¡qué valor adquiere esa hora de trabajo!, ese continuar con el mismo empeño un
rato más, unos minutos más, hasta rematar la tarea. Conviertes, de un modo
práctico y sencillo, la contemplación en apostolado, como una necesidad
imperiosa del corazón, que late al unísono con el dulcísimo y misericordioso
Corazón de Jesús, Señor Nuestro. (Amigos de Dios, 67)
Tomado
de: https://opusdei.org/es/dailytext/
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