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lunes, 5 de julio de 2010

Independencia


Por Alfredo Yánez Mondragón

El tema de la emancipación y la soberanía nos es propio. Tenemos más de dos siglos intentando su conquista. En algunos momentos de esta historia nos hemos acercado al concepto; pero jamás hemos podido hacerlo práctica; bien por la intromisión de extranjeros; bien por la idea caprichosa de quienes han detentado el poder local de creer que la sumisión interna es una estrategia para impulsar el valor de lo propio, cueste lo que cueste. Por eso es que el actual eslogan oficialista tiene auténticos visos de certeza: "La lucha por la independencia continúa".

Una firma, un decreto, una Constitución. Una elección, un voto, una curul. Burocracia y dependencia: sumisión.

Así se nos pasan los días, las semanas, los meses, los años, los siglos. Las banderas de la autonomía, de la autodeterminación de los pueblos, del autoabastecimiento se izan como discurso político, pero no pasan de ese escalón, porque todos los "autos…" se diluyen en la necesidad de poder de quien gobierna y entiende al país, a la región, como dependiente de sus decisiones. Y lo peor, el país y la región, lo asumen así. Es un problema -o una realidad- social.

En la más reciente década, la reminiscencia por las gestas independentistas del siglo XIX se ha convertido en estandarte de una lucha política que evoca las penurias de aquel país naciente; no para motivar el progreso; sino para verse en el espejo de miseria y deleitarse con las similitudes; sin que se generen soluciones; y las propuestas de desarrollo pasen por, al menos, veinte años de guerras intestinas.

La batalla, la pelea, la pugna, la guerra -nos lo ha enseñado la historia- solo valen para el retraso, la involución, el desgaste, y por supuesto, para generar dependencia, sumisión, entrega de soberanía individual, pérdida de la autodeterminación personal.

¿Qué celebramos hoy? La firma de un acta. El acuerdo burocrático que ameritó, por decisión colectiva, una lucha intensa; que devino -con el paso de los años- en una nación con ideales de libertad. Pero, "la lucha por la independencia continúa", porque hoy no existe un Imperio colonizador, sino un imperio de corrupción, de arbitrariedad, de abuso, de capricho e improvisación, que motiva la sumisión, la dependencia, el desánimo y la total dependencia de millones de personas a un pensamiento único; a una visión única, a un modo de asumir la vida único y uniformado; y eso; por más que intenten venderlo, no es independencia.

Cuando el trabajo, el alimento, la vivienda, la educación, la salud, la seguridad, y hasta la diversión, dependen de la decisión de una persona; obviamente no hay independencia. Cuando la construcción de una represa, de una escuela, de un hospital, de una acera, de una pared, depende de un organismo creado para que amerite de la firma del caprichoso mayor, no hay independencia.

Cuando se establece una campaña electoral basada en el lema de la lealtad absoluta a los pensamientos y acciones inconsultas, caprichosas -por puntada-, estamos en presencia de una barbarie de dependencia total; además auspiciada con discursos que blanden argumentos totalmente distintos a los que se ponen en práctica.

Independencia es libertad, no sumisión. Independencia es poder decidir, no solo asentir. Independencia es tener criterio y defenderlo; sin que importe la filiación política o ideológica. Independencia es tener la suficiente madurez para asumir la crítica y no responder con vocablos como traidor, apátrida, o tantos otros que denigran de la autodeterminación individual. Independencia es respeto, es tolerancia.

Sí, "la lucha por la independencia continúa", porque en la actualidad se diseñan, delinean, acuerdan, firman leyes con un altísimo grado de dependencia. Porque, como en aquellos días de 1811, existe un grupo -quizá millones de venezolanos- que no quiere, que no acepta, las imposiciones imperiales de un reyezuelo, y con acuerdos, actas, firmas, consensos… votos, está decidido a luchar por una auténtica independencia.

Otra vez estamos frente al dilema, al enigma de un acta firmada y de una decisión que asumir. El 26 de septiembre (dentro de 83 días) es un buen día para dejar claro que la lucha continúa, y que el camino de la independencia, luego de dos siglos, sigue abierto para los que creemos en la emancipación y la soberanía real.

Publicado por:
Blogs El Universal

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