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domingo, 20 de enero de 2013

Opacidad


Por Oscar Lucien, 18/01/2013

Cierta o no, la anécdota se escucha en innumerables versiones y disímiles situaciones de fragilidad institucional, de violaciones constitucionales, de golpes de Estado o usurpaciones de poder, por regla general referidas a América Latina o a países del variopinto continente africano. En el presente venezolano se le atribuye a Nicolás Maduro, quien habría afirmado en su breve alocución en la Asamblea Nacional: "En estos años heroicos de la revolución bolivariana con nuestro comandante Presidente, líder máximo de Venezuela y de todo el continente, nuestro país estuvo al borde del abismo; ratificado como he sido por el Tribunal Supremo de Justicia en el cargo de vicepresidente, me comprometo a dar un paso adelante".

La alusión a Maduro es fiel a la tradición de la anécdota de marras pero, ciertamente, en el caso venezolano deberíamos pensar en su versión coral: partido de gobierno, AN y TSJ, los cuales, "sobrevenida" la enfermedad del comediante presidente, han decidido gritar al unísono, "damos un brinco adelante".

Destacados juristas, académicos y politólogos han analizado lo nefasto y violatorio del espíritu y letra de la Constitución de estas decisiones y fallos que obvian el acto de la juramentación del presidente electo Hugo Chávez como formalidad esencial para el ejercicio de su nuevo mandato y colocan a Maduro como jefe, coordinador o vocero de un gobierno usurpador.

De igual manera, los actores políticos democráticos han condenado las actuaciones de Diosdado Cabello y de Luisa Estella Morales, cabezas visibles del complot institucional contra la decisión soberana del 7-O (se eligió a Chávez no a Maduro) aunque la diversidad de opiniones y puntos de vista no favorece la cristalización oportuna de una estrategia de lucha común. Pero de lo que no queda duda es la realidad política objetiva que tenemos enfrente: un golpe de Estado constitucional.

En medio de este maremágnum de interpretaciones, el ciudadano común navega desconcertado, sin una clara comprensión de cuanto ocurre, saturado de disertaciones legales e interpretaciones contrapuestas, en cierta medida inmune a las frecuentes violaciones de la carta magna y a la bastante heterodoxa manera de gobernar de Chávez, pero particularmente abrumado por una campaña propagandística para el culto a la personalidad del Presidente "enfermo", a niveles extremos de obscenidad en el manejo de los recursos públicos, cuyo eje es la opacidad, la mentira y el engaño.

Dejando de lado los aspectos jurídicos y propiamente políticos me parece que la opacidad en el tratamiento de la información respecto de la enfermedad de Chávez es el corazón de la grave crisis que atraviesa nuestro país.

Sin claridad meridiana sobre este hecho fundamental, desde que Fidel Castro diagnostica las dolencias del jefe del Estado, los venezolanos vivimos en la incertidumbre, con la sensación de lo oculto, la mentira, el engaño. La situación es tan compleja que todavía hoy muchos venezolanos se niegan a aceptar las reales dolencias de Chávez.

En la víspera del 10 de enero cuando el Presidente electo tenía la obligación de juramentarse para asumir el nuevo mandato una vecina me comentó: "No se extrañe de que mañana aparezca en la AN, bailando y saltando, afirmando que ya está curado". Pero, igual, en el otro extremo están quienes consideran que el mandatario tiene días fallecido y que sólo se espera la decisión y conveniencia de los Castro para informar a los venezolanos.

La opacidad con la cual se ha manejado la enfermedad del Presidente es la que permite la actuación del Gobierno, que deja espacio a las más disparatadas versiones y rumores, y es lo que ha dado "sustento" a la insostenible y disparatada tesis de la "continuidad administrativa" con la que el TSJ conspira para dar apariencia de legalidad a la usurpación de Maduro y su gobierno. La opacidad es parte de una estrategia política urdida por los Castro.

¿Qué hacer? Este es el gran dilema y reto de la sociedad democrática.

Participar, resistir, luchar para lograr la vigencia de la Constitución y el modelo democrático que ella consagra.

Oscar Lucien es miembro de Ciudadanía Activa

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