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miércoles, 16 de septiembre de 2015

Venezolanos exiliados, Eddie Ramírez


Por Eddie Ramírez, 15/09/2015

Desde que Adán y Eva fueron desterrados del Paraíso, muchos gobernantes han aplicado la pena del exilio para castigar a quienes no aceptan ser sumisos. Esta práctica malévola era utilizada como sustituta de la muerte en la antigua Gracia, cuna de la democracia, que llegó a expulsar a Temístocles, héroe de la guerra contra los persas, y al historiador Jenofonte. Era común que los ejércitos vencedores, fuesen babilonios o romanos, expulsaran de sus tierras a los vencidos. 

Más recientemente, pueblos enteros como los kurdos y armenios fueron desalojados de sus áreas ancestrales y judíos franceses fueron desterrados por el gobierno colaboracionista de Petain y Laval hacia la Alemania nazi, donde fueron asesinados. En África las guerras tribales desplazaron a miles de personas y hoy un elevado número de seres humanos son obligados por el hambre a buscar sobrevivir en Europa, aunque muchos naufragan en el intento. Horrorizados presenciamos como poblaciones enteras de sirios tratan de refugiarse en cualquier país. La abusiva expulsión de colombianos ordenada por Maduro hace recordar aquello de que no hay peor cuña que la del mismo palo.

En nuestro medio, las dictaduras de Juan Vicente Gómez y de Pérez Jiménez desterraban a los venezolanos o los confinaban en pueblos remotos por considerarlos enemigos peligrosos. En tiempos de Betancourt y de Leoni se presentaron algunos casos aislados, aunque la mayoría fue por conmutación de cárcel por destierro. Cuando ya pensábamos que esa era una etapa superada, los terroristas que tomaron el poder en 1999 reiniciaron esa perversa práctica. Adaptados al siglo XXI, los rojos ya no acuden a decretos de expulsión, sino que se valen de fiscales y jueces que sumisamente imputan y sentencian a los demócratas.

Adicionalmente, los rojos se propusieron no solo expulsar a activistas políticos, sino que crearon las condiciones para que millón y medio de venezolanos tuvieran que salir del país. En efecto, nuestros jóvenes, y a veces no tan jóvenes, están emigrando no solo por la inseguridad personal promovida por el mismo régimen o por no poder trabajar por el hecho de haber firmado la solicitud de revocatorio del período presidencial. La mayoría busca nuevos horizontes porque el régimen eliminó miles de fuentes de trabajo por el acoso al sector privado. Fincas y empresas agropecuarias y de otra índole fueron invadidas, comercios obligados a cerrar por absurdos controles de precios y gerentes detenidos. Un Estado destructor importador de bienes, negador de divisas a empresas venezolanas y otorgador de contratos de obras a empresas extranjeras. El concepto de exilio, antes aplicado a causas políticas, hoy tiene una acepción más amplia.

Nuevamente me refiero a este tema a raíz de la reunión organizada por Rebeca Sarffaty y otros, con motivo de la excelente actuación de Laureano Márquez en Toronto ante 400 asistentes, ciudad en que me encuentro visitando a mis hijos. Fue muy satisfactorio comprobar como un grupo numeroso de compatriotas, superando muchas dificultades iniciales, gradualmente han progresado. Pequeños empresarios y profesionales hacen su vida en este gran país, pero siempre pendientes de Venezuela. Ninguno deseaba emigrar, ya que este era el país de las oportunidades, pero los rojos fanáticos las cercenaron. Quizá pocos regresen cuando rescatemos al país de la horda que lo gobierna, pero todos lo llevan por dentro y son nuestros mejores embajadores. Gracias a los trabajos de los investigadores Iván De la Vega y de Tomás Páez está quedando documentada esta emigración obligada. La reciente novela de Fernando Martínez Mottola, que recomendamos ampliamente, describe amenamente esa situación que vivimos los venezolanos.

Como en botica: La infeliz juez Susana Barreiros barrió a la justicia y la tiró a la basura. Su acción es comparable con la zancadilla de la cobarde húngara Petra Laszlo ¡Bravo por la posición indoblegable de Leopoldo. Excelente la carta de Diego Arria a la presidenta Bachelet. Según informa la prensa, el ahora barco Negra Hipólita de la Pdvsa roja, antes con el nombre de nuestra primera reina y aún bella Susana Duijm, está dedicado al contrabando de combustible. ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

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