Por Eddie Ramírez, 15/09/2015
Desde que Adán y Eva fueron desterrados del Paraíso, muchos gobernantes
han aplicado la pena del exilio para castigar a quienes no aceptan ser sumisos.
Esta práctica malévola era utilizada como sustituta de la muerte en la antigua
Gracia, cuna de la democracia, que llegó a expulsar a Temístocles, héroe de la
guerra contra los persas, y al historiador Jenofonte. Era común que los
ejércitos vencedores, fuesen babilonios o romanos, expulsaran de sus tierras a
los vencidos.
Más recientemente, pueblos enteros como los kurdos y armenios fueron
desalojados de sus áreas ancestrales y judíos franceses fueron desterrados por
el gobierno colaboracionista de Petain y Laval hacia la Alemania nazi, donde
fueron asesinados. En África las guerras tribales desplazaron a miles de
personas y hoy un elevado número de seres humanos son obligados por el hambre a
buscar sobrevivir en Europa, aunque muchos naufragan en el intento.
Horrorizados presenciamos como poblaciones enteras de sirios tratan de
refugiarse en cualquier país. La abusiva expulsión de colombianos ordenada por
Maduro hace recordar aquello de que no hay peor cuña que la del mismo palo.
En nuestro medio, las dictaduras de Juan Vicente Gómez y de Pérez
Jiménez desterraban a los venezolanos o los confinaban en pueblos remotos por
considerarlos enemigos peligrosos. En tiempos de Betancourt y de Leoni se
presentaron algunos casos aislados, aunque la mayoría fue por conmutación de
cárcel por destierro. Cuando ya pensábamos que esa era una etapa superada, los
terroristas que tomaron el poder en 1999 reiniciaron esa perversa práctica.
Adaptados al siglo XXI, los rojos ya no acuden a decretos de expulsión, sino
que se valen de fiscales y jueces que sumisamente imputan y sentencian a los
demócratas.
Adicionalmente, los rojos se propusieron no solo expulsar a activistas
políticos, sino que crearon las condiciones para que millón y medio de
venezolanos tuvieran que salir del país. En efecto, nuestros jóvenes, y a veces
no tan jóvenes, están emigrando no solo por la inseguridad personal promovida
por el mismo régimen o por no poder trabajar por el hecho de haber firmado la
solicitud de revocatorio del período presidencial. La mayoría busca nuevos
horizontes porque el régimen eliminó miles de fuentes de trabajo por el acoso
al sector privado. Fincas y empresas agropecuarias y de otra índole fueron
invadidas, comercios obligados a cerrar por absurdos controles de precios y
gerentes detenidos. Un Estado destructor importador de bienes, negador de
divisas a empresas venezolanas y otorgador de contratos de obras a empresas
extranjeras. El concepto de exilio, antes aplicado a causas políticas, hoy
tiene una acepción más amplia.
Nuevamente me refiero a este tema a raíz de la reunión organizada por
Rebeca Sarffaty y otros, con motivo de la excelente actuación de Laureano
Márquez en Toronto ante 400 asistentes, ciudad en que me encuentro visitando a
mis hijos. Fue muy satisfactorio comprobar como un grupo numeroso de
compatriotas, superando muchas dificultades iniciales, gradualmente han
progresado. Pequeños empresarios y profesionales hacen su vida en este gran
país, pero siempre pendientes de Venezuela. Ninguno deseaba emigrar, ya que
este era el país de las oportunidades, pero los rojos fanáticos las cercenaron.
Quizá pocos regresen cuando rescatemos al país de la horda que lo gobierna,
pero todos lo llevan por dentro y son nuestros mejores embajadores. Gracias a
los trabajos de los investigadores Iván De la Vega y de Tomás Páez está
quedando documentada esta emigración obligada. La reciente novela de Fernando
Martínez Mottola, que recomendamos ampliamente, describe amenamente esa
situación que vivimos los venezolanos.
Como en botica: La infeliz juez Susana Barreiros barrió a la
justicia y la tiró a la basura. Su acción es comparable con la zancadilla de la
cobarde húngara Petra Laszlo ¡Bravo por la posición indoblegable de Leopoldo.
Excelente la carta de Diego Arria a la presidenta Bachelet. Según informa la
prensa, el ahora barco Negra Hipólita de la Pdvsa roja, antes con el nombre de
nuestra primera reina y aún bella Susana Duijm, está dedicado al contrabando de
combustible. ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!
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