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miércoles, 9 de marzo de 2016

El ocaso de la internacional chavista, por @rgiustia



Roberto Giusti 08 de marzo de 2016
@rgiustia

El homenaje a Hugo Chávez, por parte de los mandatarios amigos (subvencionados), en el tercer aniversario de su muerte, antes que revestir el carácter solemne de una vida y obra en plena vigencia, tuvo más bien el tono lánguido y desvaído de las despedidas definitivas.  En el marco de un país sometido a las más crueles penalidades y frente a una región donde la internacional chavista se diluye en medio de todo tipo de escándalos y de corruptelas que comprometen a sus socios, el deslucido evento, con notorias ausencias, antes que realzar la figura del ilustre difunto, puso en evidencia el triste final de una época.


No en balde, paralelo al evento, el más conspicuo de los socios, el expresidente brasileño Lula Da Silva, luego del allanamiento de su casa, era trasladado a una sede policial para rendir declaración sobre  su supuesta participación en hechos de corrupción que comprometen a  la estatal petrolera, Petrobras y a la multinacional Odebrecht por un monto calculado en más de dos mil quinientos millones de dólares. Investigación que incluye a la actual presidenta, Dilma Rousseff y que involucraría a Chávez y su campaña electoral para la reelección en el 2012.

De capa caída anda también el discípulo preferido de Chávez, el presidente boliviano Evo Morales, quien perdió el referéndum de 21 de febrero, con cuyos resultados favorables  contaba para intentar una enésima reelección, entre otras razones por la denuncia sobre el drama amoroso que protagonizara con una joven quien,  aparte de ser su amante, fungía como gerente comercial de una empresa china  que contrató obras, sin licitación, por 500 millones de dólares.

Tampoco está cómoda la expresidenta argentina Cristina Kirchner, quien podría ser llamada a declarar, en calidad de testigo, a propósito de la muerte del fiscal  Alberto Nisman, encontrado con  un tiro en la cabeza  a pocas horas de presentar, ante el Congreso, una denuncia en contra de mandataria por presunto encubrimiento de funcionarios diplomáticos iraníes, acusados de ser los autores del atentado, perpetrado con un coche bomba, contra la Asociación Mutual Israelita Argentina, hecho ocurrido en 1994 y en el cual murieron 85 personas.

Ni hablar de Raúl Castro, quien, ante la reducción de los aportes venezolanos a la economía de la isla, no se tomó la molestia de hacer presencia física en Caracas ocupado, como está, en organizar la visita de Barack Obama. Lo mismo ocurrió con el ecuatoriano Rafael Correa, que despachó el asunto desde el propio Quito, con unos cuantos lugares comunes elogiosos sobre la tarea de igualación social (hacia abajo) impulsada  por su mentor venezolano, a quien, en buena medida, le debe su arribo al poder. Y hasta ahí llegó la lealtad de unos socios que vuelven la mirada hacia otros horizontes en busca de nuevos proveedores porque  ya no tienen a Chávez y si lo tuvieran todo el influjo de su poder de atracción y persuasión habrían disminuido su potencial en la misma proporción en que se redujo la renta petrolera y el país se transformó en ejemplo vivo de una obra aniquiladora y destructiva que rebasó las expectativas  más pesimistas sobre el denominado socialismo del siglo XXI.

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