Por Vanessa Rolfini A.
El consumo per cápita de café
molido en el país se ubica aproximadamente en 2,8 kilogramos, según cifras de
Fedeagro. Actualmente, la demanda del mercado criollo exige 2,4 millones de
quintales (sacos de 46 kg), de los cuales solo producimos 450 mil, es decir, un
quinto de lo que bebemos.
Las estadísticas quitan el
aliento en una bajada de vértigo. Hace cinco años, producíamos casi el doble.
Por ejemplo, en 2011 rozábamos los 800 mil quintales según los números
proporcionados por la empresa privada, porque el Estado no publica estadísticas
desde 2007.
- ¿Cómo se ha suplido la
diferencia? -
Se ha importado café desde
Centroamérica y Brasil, lo que resultó un gran negocio para importadores y el
acta de defunción para los productores nacionales. Ya en 2011 se anunció
que la importación había superado 855%.
El café importado se traía con
el dólar a 6,30 bolívares mientras que los productores tenían que asumir costos
y compromisos crediticios a libre mercado.
Entonces, llegó un
momento en que producir un kilogramo de café costaba un poco más de 280
bolívares, pero había que venderlo en anaquel a 46.Obviamente, no hay negocio
que aguante tales cifras y paulatinamente, después de más de dos décadas
luchando contra las malas políticas estatales, incluso anteriores a la llamada
revolución, los productores han migrado a otros cultivos que exigen menos mano
de obra, un tratamiento post cosecha mínimo y no está bajo controles de
precios.
- Roya importada -
Los motivos del drástico
descenso de la producción son varios: control de precios, competencia desleal,
inflación, falta de fertilizantes, inseguridad en el campo, políticas de estado
Erradas y la roya.
La roya – Hemileia
vastatrix – es un hongo que ataca al café, se instala en las hojas y las
tumba hasta que la planta queda imposibilitada de hacer la fotosíntesis. Se
trata de una patología endémica, imposible de erradicar pero sí de controlar
con un manejo adecuado de higiene agrícola y la aplicación de fungicidas.
Parte del problema en
Venezuela llega cuando se empezó a importar café desde Nicaragua. Los sacos
donde venían los granos portaban el hongo. Es una práctica común que los
costales se reutilicen una y otra vez, se crucen entre productores y no se
acostumbra a lavarlos. Inevitablemente, los sacos contaminados fueron a parar a
manos de los productores locales, quienes inocentes a la tragedia, los llevaban
a sus campos y centros de acopio. De allí en adelante, se esparció como un
virus.
Vicente Pérez, directivo
de Fedeagro, señala que se dieron cuenta de la situación hace un par de años,
cuando buscando la causa de recrudecimiento del brote de roya, que además no
cedía a los fungicidas presentes en el mercado, una comisión integrada por el
organismo y representantes del Ministerio de Agricultura y Tierras viajó a Centroamérica.
Desde entonces, el gobierno
nacional ha estado al tanto de la situación, al punto que por recomendaciones
de Fedeagro, se le sugirió traer al país una nueva cepa de medicamentos que
ataquen al hongo que ha mutado y se ha hecho resistente a los químicos que se
habían utilizado hasta entonces para combatirlo.
La aplicación de dichos
fungicidas ha arrojado resultados satisfactorios en Centroamérica y Colombia,
al punto que se están replantando cepas de café ancestrales, que habían dejado
de considerarse por ser extremadamente sensibles al hongo.
Por supuesto, el
diagnóstico estaba claro pero no había dólares para importar los fungicidas.
Pérez afirma que se explicó la situación en reuniones públicas y privadas, que
nunca se le dijo que no se tomarían cartas en el asunto. Pero pasó el tiempo y
ya la roya está esparcida por todos los cafetales venezolanos.
Ha sido tan devastador, que de
los 18 estados de Venezuela que producían café, en la mayoría se han sustituido
los cultivos y quedan a la cabeza Lara y Portuguesa, donde se suman otros
problemas como la falta de agua – en gran parte consecuencia de la tala para
insertar ganadería de altura -, inseguridad, las malas prácticas en las
alcabalas de la Guardia Nacional Bolivariana y ahora la roya importada que ha
dado la estocada.
- No estamos preparados -
Pérez afirma que en los
tiempos del presidente Juan Vicente Gómez (1857 – 1935), Venezuela producía más
de un millón de quintales de café verde. Incluso, a finales de 1800, esa cifra
superaba los dos millones. El producto se transportaba en mula y sin los
recursos tecnológicos de la actualidad.
“Sin ir muy lejos, en 1998
cuando llegó el presidente Chávez al poder, producíamos 3,3 kg por habitante.
Incluso había un pequeño excedente que se podía exportar. Cuando se dio la gran
crisis mundial del café a finales de los 90, el Estado venezolano le compró el
superávit a los productores, para evitar un descalabro en los precios y lo
fueron sacando durante dos o tres años para compensar el mercado local”,
explica el directivo de Fedeagro.
Actualmente no se produce 0,70
kg por habitante, con una fuerte tendencia a la baja, porque no hay café, pero
tampoco hay dólares para traerlo de afuera. Como gran paradoja, Pérez
afirma que quien logre controlar la roya, posiblemente encontrará en el café un
buen negocio, porque terminará vendiéndose al precio que fije el productor.
Lo cierto es que no habrá café
para todos. El descenso también lo sufrirá el consumidor, quien tendrá que
pagar altísimos precios cuando encuentre el preciado producto.
El directivo de Fedeagro
resume la tragedia del café en cuatro puntos: un control de precios que deja al
café 200% por debajo de su precio, la sustitución de cultivo de café por otros
de mayor rentabilidad; la falta de recursos tecnológicos porque a diferencia de
países vecinos no hemos buscado ser más eficientes y no se cuenta con apoyo de
instituciones públicas y privadas.
Por último sentencia: “Nunca
nos preparamos para plagas y enfermedades. Es un tema de salud agrícola”.
07-03-16
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