Por Anabella Abadi M. y
Diego Guerrero
A partir de este primero de
mayo entró en vigencia el segundo aumento salarial de 2016. El salario mínimo pasa
de Bs. 11.578 a Bs. 15.051, un aumento de 30%. La base del bono de alimentación
sube de 2,5 a 3,5 de la Unidad Tributaria, con lo que el bono pasa de Bs.
13.725 a Bs. 18.585. El salario mínimo total (salario base más bono de
alimentación) alcanza los Bs. 33.637 (33% de incremento).
¿Cuánto ha aumentado el
salario mínimo durante el gobierno de Maduro?
En los 3 años de la
administración de Nicolás Maduro, el salario ha aumentado doce veces. Cuando
Maduro inició su gobierno, el salario mínimo representaba 2.047,52 luego del
último aumento de septiembre de 2012. Por tanto, desde 2012 el salario mínimo
ha incrementado nominalmente en 635%. Sin embargo, el salario mínimo
decretado en septiembre de 2012 equivalía a Bs. 42.290,42 a precios actuales.
Esto implica una pérdida de capacidad adquisitiva de 64% para quienes perciben
el salario mínimo. En el Gráfico 1 puede observarse la caída del salario mínimo
a precios constantes de 2016 (ajustados por inflación), pese a los aumentos
nominales decretados por el presidente Maduro.
Gráfico 1. Salario Mínimo
Nominal vs. Real
Fuente: BCV, Gacetas
Oficiales y cálculos propios.
De acuerdo con declaraciones
ofrecidas en enero de 2016 por Ricardo Menéndez, actual Ministro de
Planificación, 30% de los trabajadores percibía el salario mínimo y 54% entre
el doble y cuatro veces aquella cifra. Si este dato se ha mantenido constante,
54% de los asalariados recibiría mensualmente entre Bs. 30.102 y Bs. 60.204.
Esto representa aproximadamente 34% de la Canasta Básica Familiar reportada por
el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de
Maestros (Cenda), único dato disponible debido a que la Canasta Alimentaria del
INE no ha sido publicada desde noviembre 2014.
Incluso considerando el bono
de alimentación, el ingreso de quienes devengan salario mínimo resulta
insuficiente. Desde que Maduro asumió la presidencia en abril de 2013, la base
del cálculo para el pago del bono de alimentación para trabajadores se ha
ajustado en 4 oportunidades y, a partir de noviembre de 2015, se calcula para
30 días mensuales en vez de los días laborables. Con esto, el máximo valor de
los bonos de alimentación que reciben los trabajadores aumentó en 1.479% entre
abril de 2013 y marzo de 2016. Sin embargo, al considerar la inflación, los
bonos de alimentación en realidad cayeron 7,4% en ese período.
Gráfico 2. Bono de
Alimentación Nominal vs Real
Fuente: BCV, Venelogía,
Gacetas Oficiales y cálculos propios. Haga click sobre el gráfico para
ampliarlo.
El comportamiento de los
bonos de alimentación en precios constantes es sugerente. El Gráfico 2 muestra
que un trabajador en septiembre de 2012 recibía bono de alimentación en
términos reales equivalente a Bs. 20.448. Esto suma un salario total de Bs.
62.738. Por tanto, el gobierno parece tomar medidas para subsidiar el consumo
básico cuya caída no ha sido tan abrupta como la del poder adquisitivo del
salario mínimo. Esto compensa el salario total, cuya variación es profunda pero
menos dramática. Tras el último decreto, el asalariado percibe un salario total
de Bs. 33.636, una caída de 46% en el poder adquisitivo total.
Aunque el ritmo de aumentos
de los salarios mínimos y de ajustes del bono de alimentación se ha acelerado
para compensar la pérdida de poder adquisitivo, la medida aislada ha resultado
más que ineficaz, afectando particularmente a la población más vulnerable: la
pobreza medida por vía del ingreso alcanzó a 76% de los venezolanos en 2015,
según la Encuesta de Condiciones de Vida de la Universidad
Católica Andrés Bello, Universidad Central de Venezuela y Universidad Simón Bolívar.
Comparado con 2014, cuando este indicador se encontraba en 48%, el dramático
aceleramiento de la pobreza encuentra sus causas en la pérdida de poder del
salario pese a los constantes decretos de aumento.
¿Qué impactos tiene la
fijación del salario mínimo sobre el entorno económico?
1. El salario es un precio y
la fijación del salario mínimo es una distorsión sobre el mercado de
trabajo. El salario mínimo no transmite información sobre la productividad
de los asalariados y la demanda de trabajo, ya que es arbitrariamente decidido
por decreto presidencial. Por tanto, es una referencia deficiente sobre el
valor del trabajo. Además, no se relaciona con los precios de otros bienes de
la canasta de consumo: si los precios de los bienes consumidos aumentan, el
salario mínimo se mantiene rezagado y los trabajadores encuentran cada vez más
insuficiente los beneficios del empleo. Estos rezagos, y el poco poder
adquisitivo de los salarios, han llevado a una migración de trabajadores, desde
las actividades formales a actividades informales. Estas últimas se han vuelto
más atractivas en términos de ingresos debido a que ignoran las excesivas
regulaciones que limitan al mercado formal.
2. Existe evidencia que
sugiere que los aumentos en los salarios nominales generan presiones
inflacionarias. Los aumentos de salario implican presiones sobre la
demanda de dinero, por el dinero adicional requerido para remunerar a los
trabajadores. Si esta emisión no se acompañada de mayor productividad, la
variación de los precios se incrementa. Los aumentos de salarios también tienen
un peso importante sobre el sector público, que aumenta el gasto fiscal para
costear las remuneraciones de sus asalariados: la Ley de Presupuesto Nacional
2016 reflejaba un gasto de personal equivalente a 2,5% del PIB y 12,9% del
gasto total estimado. Aún más, del total de créditos adicionales aprobados en
2015, 24% fue destinado al pago de salarios, pensiones y otros beneficios
laborales. El gasto fiscal descontrolado ha sido uno de los motores de la inflación
crónica del país, siendo que la emisión monetaria permite financiar el gasto
del gobierno a través del denominado señoreaje. Si el gobierno debe
decretar nuevos aumentos para cubrir las pérdidas de poder adquisitivo, se
continúa un ciclo vicioso entre salarios e inflación.
3. Los aumentos del salario
mínimo se traducen en mayores costos de producción.Para las empresas con
precios regulados o consideradas estratégicas, las restricciones políticas
impiden adaptar sus precios a los nuevos costos. Aquí se combinan dos
incentivos: por un lado, los precios regulados imposibilitan que se oferte la
misma cantidad de bienes que se consumen (generando excesos de demanda o
escasez) y, por otro lado, el aumento de salarios es un incremento en los
insumos de producción que disminuye la oferta. Este comportamiento aumenta la
brecha entre las cantidades demandadas y las cantidades producidas, agudizando
la escasez.
El aumento del salario
mínimo se ha convertido en una política muy utilizada en el siglo XXI en
Venezuela: mientras que entre 1984 y 1998 se ajustó el salario mínimo en 11
ocasiones –una vez cada dos años–, entre 1999 y mayo de 2016 se han registrado
32 aumentos de salario mínimo: casi dos por año. Maduro es quien ha registrado
mayor número de aumentos por año: 3 en 2013, 3 en 2014, 4 en 2015 y 2 hasta
mayo de 2016.
Sin embargo, los salarios
mínimos fijados no permiten cubrir la canasta alimentaria o normativa y
representa una carga sustancial para las empresas que laboran en el mercado
formal. Es irónico que el salario mínimo, que –en teoría– va dirigido a
proteger la capacidad de compra del venezolano, en realidad se convierta en una
traba para hacer negocios formales y genera incentivos para que trabajadores
formales busquen mejores sueldos en el mercado informal. Aunque se esperan
al menos dos ajustes de salario mínimo en el segundo semestre de 2016, mientras
el gobierno no enfoque sus esfuerzos en atacar el problema de la inflación y en
impulsar la producción local, los aumentos del salario mínimo seguirán
generando más problemas que beneficios.
09-05-16
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