Por Alberto Lovera
Si el Frente Sandinista
no hubiera entendido el significado de la derrota que sufrió en las elecciones
frente a Violeta Chamarro y actuado en consecuencia, difícilmente hubiera
llegado de nuevo al poder. Aunque no estaban preparados para ese revés, Daniel
Ortega se movió para preservar la fuerza política y social que el FSLN aún
conservaba. Negoció una retirada ordenada y ayudado por la desastrosa gestión
de quienes lo sucedieron, fue capaz de recomponer sus fuerzas, a pesar de la
fractura en sus propias filas de aquellos que consideraron que el nuevo perfil
político estaba lejos de lo que fue el sandinismo.
Al parecer el
chavismo-madurismo no recuerda estos eventos. Y se olvida que en la política la
marea sube y baja. Un largo período donde tuvieron el favor popular ha
concluido, aunque tengan muchos recursos de poder para prolongar su permanencia
cada vez más precaria.
Ya no sólo son las
encuestas, que muestran el creciente rechazo al gobierno, en vivo pudieron
constatar la avalancha de ciudadanos que se manifestaron por un cambio político
pidiendo el revocatorio, por si no hubiera bastado el resultado de las
elecciones parlamentarias, que la cúpula del poder cree poder neutralizar
apoyándose en el TSJ y en los militares que los acompañan. Deseos fútiles de un
intento de sobrevivencia de un régimen en terapia intensiva que alarga cada vez
con más dificultades sus signos vitales.
En vez de leer adecuadamente
la realidad, abrirse al diálogo y prepararse para la ya evidente modificación
de la correlación de fuerzas políticas y sociales, el cogollo del PSUV se ha
embarcado en una operación suicida, que está profundizando la crisis que sufre
nuestro país, ante la negativa de una rectificación a fondo, ante un modelo
político-económico que hacer aguas por todos lados.
Por intentar prolongar su
permanencia en el poder están sacrificando al pueblo venezolano con
posibilidades cada vez más inciertas de que puedan impedir un cambio de
gobierno. Se empeñan en proteger prebendas personales al elevado costo social
de conducir al colapso a nuestro país. Ya su palabra está tan devaluada como
nuestra moneda.
Como lo han advertido
incluso algunas voces chavistas, no podrán evitar someterse al veredicto
popular. De nada valdrán actitudes a lo Jalisco, que si no gano, arrebato. Más
bien deberían entender que la iniciativa de la MUD de promover el referendo
revocatorio abre una ruta constitucional, electoral y pacífica para atender la
encrucijada peligrosa en la que nos encontramos como país.
Pregúntenle a Daniel Ortega,
que tan buenos negocios ha hecho a costa de Venezuela, cómo actuar cuando ya no
hay manera de evitar la salida del poder. Si la cúpula del PSUV y sus
beneficiarios civiles y militares se empeñan en su comportamiento suicida para
prolongar sus privilegios, hundirán aún más a nuestro país, pero además la
posibilidad de preservar la menguada fuerza política que les queda.
La posibilidad de una
consulta electoral abre una esperanza para la resolución pacífica al drama nacional.
Algo en lo cual deberíamos estar de acuerdo todas las fuerzas políticas y
sociales de nuestro país. El Gobierno debería entender que en democracia la
alternabilidad es moneda corriente. No hay ningún ungido que pueda pretender
que está por encima de la voluntad popular. Si les queda alguna sensibilidad
por las necesidades de la gente, no deberían obstaculizar una salida en sana
paz de la crisis que nos agobia, aunque ello suponga que los actuales
gobernantes deben empezar a preparar sus maletas para que otros ocupen su
lugar.
06-05-16
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