EWALD SCHARFENBERG 14 de abril de 2017
Dos
semanas después de las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia que
situaron a Venezuela en la ruptura constitucional, las protestas no dejan de
ganar en intensidad en las calles de Caracas y en otras ciudades del país.
Aunque los fallos judiciales fueron rebajados para calmar las aguas, el efecto
ha sido el contrario, y oposición contra el presidente Nicolás
Maduro.
Las
decisiones de los magistrados de dejar sin inmunidad a los parlamentarios y
retirar luego las competencias a la Asamblea Nacional fueron maquilladas para moderar sus aspectos más
controvertidos, pero sus efectos han sido exactamente los contrarios a los
deseados: en lugar de darle más poder al Ejecutivo de Nicolás Maduro, han
devuelto la iniciativa a la oposición.
El
sector opositor, aunque formalmente congregado en torno a la Mesa de la Unidad
Democrática (MUD), se muestra con frecuencia escindido entre un ala gradualista y
otra maximalista. Las tensiones entre unos y otros se hicieron evidentes a
propósito del proceso de diálogo con el Gobierno que en 2016 patrocinaron el
Vaticano y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), y en el que medió una
terna de expresidentes iberoamericanos, con el español José Luis Rodríguez
Zapatero a la cabeza.
El
naufragio en diciembre pasado de las conversaciones, debido en primer lugar a
la desconfianza insuperable que existe entre el Gobierno chavista y la
oposición, no dejó otro camino que el reencuentro de los dirigentes opositores en la movilización callejera.
Sus
principales líderes, entre ellos el gobernador del Estado de Miranda, Henrique Capriles, han sufrido con los manifestantes los
efectos de los gases lacrimógenos lanzados por las fuerzas policiales durante
las protestas de los últimos días. Mientras los dirigentes opositores recobran
así cercanía con sus bases, las protestas se desarrollan en torno a una
exigencia clara: la celebración de elecciones ya.
Desde
la semana pasada, los desórdenes se han producido en Caracas cada vez que los
manifestantes ponen rumbo al centro de la ciudad. Sin variación, piquetes de
los cuerpos de seguridad los disuaden con gases lacrimógenos y salvas de
perdigones. Hasta el momento, se han producido cinco víctimas mortales, todas
por heridas de bala en ciudades del interior del país.
Intento
de agresión
En
esta ocasión, los llamados colectivos o grupos de base armados del chavismo han
participado activamente en las labores de control de los disturbios. A
pesar de su carácter informal, grabaciones en vídeo en la ciudad de
Barquisimeto, capital del Estado de Lara (noreste de Venezuela) han mostrado a
esas agrupaciones saliendo en motocicletas desde los cuarteles de la Guardia
Nacional (policía militarizada).
Se
trata de milicias que adquieren la forma de cooperativas empresariales que
reciben apoyo financiero del Estado. Miembros de esos grupos fueron quienes
supuestamente intentaron agredir el miércoles al arzobispo de Caracas, Jorge
Urosa Savino, y pintaron grafitis contra la Iglesia por toda la ciudad de San
Cristóbal, capital del Estado de Táchira.
Las
movilizaciones de los días recientes, realizadas en medio de las vacaciones de
Semana Santa, buscan servir como preámbulo para la que la oposición ha llamado
“la madre de todas las marchas”, a la que convoca el 19 de abril, 207º
aniversario del inicio de la lucha por la independencia del dominio español. Se
prevé que la manifestación intentará alcanzar alguna sede del Estado en el
céntrico municipio Libertador.
Desde
2014, las autoridades nacionales han convertido en un asunto de honor impedir el paso hacia esa zona de Caracas, que aloja a la
mayoría de las instituciones del Estado.
REBELIÓN
EN ZONAS CHAVISTAS
Se ha
hecho evidente durante las últimas protestas la capacidad intimidatoria de los
colectivos en zonas populares que tradicionalmente votan al chavismo. El grupo
de personas que el martes rodeó a la comitiva del presidente, Nicolás Maduro, y
arremetió contra ella con una lluvia de huevos y otros objetos resultó
significativo. No tanto por la animadversión, de la que dieron fe los
testimonios gráficos en las redes sociales, sino porque ocurrió en San Félix,
baluarte electoral del oficialismo.
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