Por Héctor Silva Michelena
Llego del hospital, anestesia,
cauterización de células malignas, quiero mirar el horizonte. Abro las
ventanas. Detonaciones, rugido de helicópteros, entra un gas que asfixia, ese
que un ídolo roto llamó “gas del bueno”, sangre en la calle. La muerte que pone
huevos en la herida. ¿Qué hacer? Invoco al Poeta, y me dice: La belleza no
siempre es bella. Lo dijo Rimbaud: “Una noche senté a la belleza en mis
rodillas —Y la encontré amarga—. Y la injurié”. Llamemos a los verdugos para
morder la culata de sus fusiles. En la batalla piensa en mí. Y a Jairo lo
devoró la muerte, con todos sus apetitos, con su egoísmo mas no sació su sed.
El poeta Rubén Osorio Canales
canta el horror con sublime fulgor:
Extraños, bárbaros golpes
suenan en el aire. Hay una onda de humo que se expande y llena el espacio. La
respiración se ahoga en medio de tanto acoso. Cada quien se pregunta dónde y
cómo empezó. No hay respuesta, nunca hay respuesta. Nada de lo ruin tiene
respuesta. Jirones de banderas bajan la orden, la pesadumbre cae a pedazos
mientras los verdugos se acompañan en su danza con el filo del hacha y de la
espada. Señor, Dios nuestro de cada día, aclara bien tu ojo, humedece bien la
punta de tu dedo, haz la señal de la advertencia, detén la planta del impostor
para que no se derrame la sangre.
El mal, el odio, el rencor
ensombrecen la Tierra de Gracia. Astucia de la razón. La suprema justicia ha
utilizado a la justicia suprema para destruir el Estado de Derecho. Dictadura
absoluta. Los ejércitos de resistencia se ponen en marcha. Se desata el terror,
el mal alza su rabo tridentífero. No hace falta recurrir al diablo, sin
embargo, para entender el mal porque pertenece al drama de la libertad humana.
Es el precio de la libertad. Porque el hombre no se disuelve en la sociedad, aunque
la forme. El hombre es transcendente. Todo sería más sencillo si la conciencia
fuera simplemente ser consciente. La conciencia se desgaja, se yergue con
libertad ante el horizonte. La consciencia puede trascender la realidad y
descubrir las trampas de la religión social, la de Rousseau.
Pero la conciencia también
puede elegir la crueldad, la destrucción por amor a ella misma. Y en el hombre
se abre así un abismo. Mussolini, Hitler, Stalin, Pol Pot, la “fría máquina de
matar” del Che Guevara. La historia trajo estas revoluciones y la historia las
arrasó. Si alguna vez reviven, lo harán desafiando la historia. Semejante
acción rozaría la locura, definida como el acto de repetir lo mismo una y otra
vez, esperando obtener resultados distintos. El Plan de la Patria para la
Tierra de Gracia.
La Patria triste, la Patria se
muere. Desafío rotundo: pensar concretamente en la política del odio, esa
política que niega social e individualmente al otro, que busca su destrucción
física o simbólica, que rechaza cualquier entendimiento. Estamos llamados a
reflexionar sobre la enemistad porque esa rabia intrusa está marcando la
convivencia o, más bien, está saqueándola. El conflicto, consustancial con
cualquier sociedad democrática, adquiere intensidad bélica. El desacuerdo no es
ya motivo de confrontación sino llamado a la supresión. Más nos vale abrir los
ojos ante el poder del rencor y tratar de ubicar sus raíces si es que queremos
hacerle frente. El rencor, fundamento del pensamiento fascista, pugna por
imponerse en nuestros días.
Recordemos la canción escrita
y cantada en Venezuela en el año 1892, cuando el Presidente Raimundo Andueza
Palacios se propuso reformar la Constitución para continuar en el poder, lo que
originó una revolución comandada por el General Joaquín Crespo, llamada
Revolución Legalista: contra el Continuismo, la Legalidad.
Ya Venezuela no quiere guerra,
porque esta tierra, se va a arruinar; generales, coroneles y bribones que no
quieren trabajar. Bandera tricolor que en Venezuela estás, ¡¡abajo el continuismo
viva la legalidad!!
La política del rencor no
brota de la nada: es el efecto de la exclusión y de la humillación cotidiana.
Mostrar el carnet de la patria para comer cada día. La política del
resentimiento no puede alentar el delito y merece, por ello, castigo. Las
ilegales sentencias del TSJ, ¿no brotan del resentimiento, del rencor, del
odio? Pero sépase que el éxito de la política del odio y del rencor es síntoma
del fracaso. Queramos o no, actuamos y, por ello mismo, reivindicamos nuestra
libertad arriesgada. Y al actuar, no podemos renunciar a la confianza en
nuestra fuerza: la verdad. Kant señaló que, en situaciones precarias, hay una
especie de deber de confiar. Este deber es la pequeña esfera de luz en medio de
las tinieblas, en medio de un bosque oscuro. La batalla hacia la aurora ha
comenzado.
La religión, de religare,
conserva una veneración ante lo inexplicable e insondable del mundo. El genio
de Alberto Einstein nos enseñó que “en épocas de crisis la imaginación es más
importante que el conocimiento”. Para la imaginación, el mundo se expande. Para
el ideólogo el mundo se encoge. Quiere explicar y curar al mundo desde un
punto. Las ideologías totalitarias del pasado siglo ofrecen ejemplos atroces.
Si bien la libertad humana sigue siendo filosóficamente enigmática, no lo es
para el disidente que cuelga de una cruz.
12-04-17
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico