ANDRÉS OPPENHEIMER 13 de abril de 2017
Una
entrevista con el líder opositor venezolano Henrique Capriles esta semana me
dejó más esperanzado que en los últimos tiempos de que el presidente Nicolás
Maduro no sea capaz de mantener indefinidamente su dictadura de facto.
Hasta
hace unas semanas, el consenso en círculos diplomáticos era que Maduro estaba
entroncado en el poder, y que sería muy dificil restaurar la democracia, por el
control de Maduro de prácticamente todas las instituciones, la supresión de
casi todos los poderes de la Asamblea Nacional controlada por la oposición, la
represion militar y las divisiones en la oposición.
Sin
embargo, la oposición ha recuperado su impulso. Una escalada de la presión
diplomática internacional contra Maduro y las masivas manifestaciones
provocadas por la decisión del régimen venezolano de restringir los últimos
poderes que le quedaban a la Asamblea Nacional –que el gobierno tuvo que revertir
bajo presión de la calle– han puesto al régimen venezolano a la defensiva. Dos
jóvenes ya han muerto en las protestas, y hay cientos de heridos y detenidos.
Capriles,
el gobernador del estado de Miranda y un ex candidato presidencial que perdió
contra Maduro en una cuestionable elección en 2013, fue inhabilitado la semana
pasada para postularse a cargos públicos durante 15 años.
Esto
significa que Capriles –al igual que otros líderes opositores– no podría
competir contra Maduro en las elecciones de 2018. La mayoría de ellos han sido
inhabilitados bajo acusaciones falsas de “incitación a la violencia” o
“irregularidades administrativas”.
“Como
consecuencia de una multa de 10 dólares, se me impone una inhabilitación
inconstitucional por 15 años”, me dijo Capriles. “Es algo inaceptable, porque
el gobierno no puede decidir quién es su oposición o eligir a su adversario”.
Cuando
le pregunté qué le hace pensar que, a diferencia de lo que ocurrió en ocasiones
anteriores, esta vez las manifestaciones opositoras tendrán consecuencias
políticas para Maduro, Capriles señaló: “Estamos viviendo en una etapa
totalmente diferente de las anteriores”.
En
primer lugar, el régimen se ha quitado los guantes y ya no puede pretender ser
una democracia. Mientras que el fallecido presidente Hugo Chávez se ufanaba de
convocar más elecciones que nadie, Maduro ahora está cancelando las elecciones,
señaló.
El
pueblo venezolano sabe que le han robado su victoria electoral de 2015, cuando
ganó la mayoría de la Asamblea Nacional, y que el régimen entre otras cosas
prohibió un referendo revocatorio para el cual la oposición había recogido las
firmas requeridas por la Constitución, añadió.
En
segundo lugar, el contexto internacional ha cambiado dramáticamente contra
Maduro. La Organización de los Estados Americanos (OEA), con el apoyo de las
principales democracias de la región, envió el 3 de abril un ultimátum al
régimen de Maduro para que permita “la restauración total del orden
democrático” o corra el riesgo de ser suspendido de la comunidad diplomática
regional.
No
sólo la OEA, sino también las Naciones Unidas y la Unión Europea se han
pronunciado, y lo han hecho en un momento en que el régimen necesita más apoyo
internacional que nunca, dijo Capriles.
“Si
Maduro decide aislarse, creo que saca muy mal sus cuentas, porque aislarse
significa acelerar su salida”, me dijo Capriles. “Hoy más que nunca el gobierno
venezolano depende del mundo en el tema de financiamiento y de recursos”.
Tercero,
la oposición venezolana no volverá a caer en la trampa de un diálogo
fraudulento con Maduro, dijo. “No nos vamos a volver a dar con la misma piedra”,
me dijo Capriles. Maduro ha demostrado una y otra vez que no está dispuesto a
llevar a cabo un diálogo significativo, agregó.
En
cuarto lugar, la oposición está más unida, dijo Capriles. “Casi que tendríamos
que agradecerle a Maduro”, porque el “autogolpe” del gobierno contra la
Asamblea Nacional y su creciente represión “han ayudado a dejar de lado
cualquier diferencia que pudiera haber existido” entre los líderes opositores,
dijo.
Mi
opinión: Maduro se enfrenta a una tormenta perfecta por el desplome económico,
la creciente presión internacional y la escalada de protestas en Venezuela. Si
se mantiene la presión regional y los líderes de la oposición ponen de lado sus
ambiciones personales y permanecen unidos, podríamos ver un giro político en Venezuela.
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