Por Gregorio Salazar
Con cinismo sin igual, Nicolás
Maduro se apresuró a condenar desde el desfile militar en Los Próceres el vil
ataque de los colectivos paramilitares contra la representación parlamentaria y
todo aquel que se encontrara en la sede de la Asamblea Nacional durante la
conmemoración del Día de la Independencia.
Lo hizo porque sabía que la
gravedad de lo ocurrido haría que esas imágenes infamantes recorrerían el mundo
en pocos minutos y necesitaba hacer creer –vano intento– que realmente él y el
funcionariado mafioso que lo secunda nada tienen que ver con los indignantes
hechos de barbarie, fuera de toda lógica y razón ocurridos el 5 de Julio en el
Capitolio Federal.
Al final, esa declaración
hipócrita, con gestos sobreactuados, resulta tan miserable como el mismo
ataque, pues cómo olvidar que exactamente una semana atrás Maduro había
condecorado con la “Cruz de la Guardia de Honor” al gorilesco coronel Bladimir
Lugo, jefe de la unidad de la GNB que debe resguardar la AN pero en realidad es
cómplice del asedio, luego de los inconcebibles vejámenes físicos y de palabra
que dirigió contra el presidente del Poder Legislativo, Julio Borges.
Maduro lo hace falsariamente,
pero mucho más lejos va el segundo de abordo del régimen, quien no cree en esos
payasescos desplantes de supuesto respeto por el enemigo. En el programa en que
reparte mazazos al por mayor, la misma noche del atropello a Borges no sólo
exaltó y aclamó como un héroe a Lugo, sino que agregó esta burla grotesca:
Borges dice: “Yo soy presidente de la Asamblea Nacional”. ¡Qué presidente un
carajo! ¡Eso no existe!”.
El lenguaje habla a las claras
de la putrefacción de un régimen que ha arrastrado en su caída a todo el
entramado institucional del país. Y lo que no puede pervertir debe ser arrasado
y desaparecido. Aniquilado, como dice en forma nada poética, el ex Fiscal
Rodríguez. Deliberadamente se trabaja a fondo en la desnaturalización del
componente militar. En uno de ellos, la GNB, han logrado instalar una
mentalidad criminal, esa que los lleva a abrirle las puertas de la sede
parlamentaria a la jauría que sin contemplaciones apalea, descarga tubazos,
patea inclemente, roba a hombres y mujeres a quienes el voto soberano de los
ciudadanos ha investido de legitima representatividad e inmunidad para el
ejercicio de sus funciones. Y ni hablar de los desbordes represivos.
La GNB es cómplice de los
secuestros a los que son sometidos los ocupantes de la AN. Es cómplice de las
agresiones al facilitar la entrada de los delincuentes que irrumpen en el patio
de la AN disparando, esgrimiendo tubos y cabillas, lanzando cohetones y
llevando el puñal oculto en el koala. Pero no es capaz de garantizar la pronta
entrada de una ambulancia para sacar a un diputado al que le han fracturado el
cráneo.
El discurso degradado de los
jefes encuentra fácil réplica en los de más abajo. El ministro del deporte, por
ejemplo, acusó a los parlamentarios de la terrible herida abierta a todo lo
largo del muslo que sufrió uno de los atacantes de la AN al explotarle el
cohetón que se disponía a lanzar. Para el ministro Infante, eso lo ocasionaron
los diputados, que salieron del hemiciclo “encapuchados, con armas y bombas
molotov”. Tan joven y ya de alma tan corrompida.
Por encima del feroz ataque,
la AN cumplió su misión de ese día y convocó a un referéndum contra el fraude
constituyente para el 16 de julio. La hora es decisiva. Hagamos de esa fecha un
día de gloria para el rescate de las libertades y la salvación de Venezuela.
09-07-17
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