Por Tomás Páez
El incontenible aumento de
la diáspora venezolana en todo el mundo, y en particular en los países
latinoamericanos y del Caribe, testimonia una original y novedosa realidad en
términos cuantitativos y cualitativos. La oleada migratoria que hoy vivimos
crece a la velocidad con la que se profundiza la peor crisis humanitaria que ha
conocido Venezuela en el último siglo. Las evidencias de ello están a la vista
y han sido debidamente documentadas en videos, artículos y estudios y en la
incesante multiplicación de solicitudes de asilo y refugio cuya elocuencia nos
ahorra palabras.
Los ciudadanos venezolanos
devengan salarios miserables con los que resulta imposible el acceso a los
bienes más elementales, de los que además carece el país. Cuantificados en
dólares se asemejan a los que perciben los ciudadanos cubanos bajo el régimen
que la dictadura venezolana idolatra, plagia y al que obedece con indiscutible
placer, pese a que Venezuela aporta los recursos que les sustrae a los
ciudadanos venezolanos. La crisis económica está acompañada de una temible
inseguridad, aderezada con impunidad, motivos que explican e impulsan el
monumental flujo migratorio de los dos últimos años que está ejerciendo una
gran presión sobre los países vecinos, en particular sobre Colombia y Brasil.
Estos países fronterizos han
establecido centros de refugio, con el apoyo de terceros países e
instituciones, con el objeto de atender las acuciantes necesidades de decenas
de miles de venezolanos que a diario cruzan las fronteras en busca de
medicinas, alimentos y trabajo. Agradecemos profundamente a los gobiernos
democráticos su comprensión de la honda crisis que sufren los venezolanos, a
quienes acogen y facilitan su movilidad e integración en sus respectivos
países.
La nueva realidad de la
diáspora también apremia a las organizaciones y asociaciones de los venezolanos
que, con más inteligencia y tesón que recursos, siempre esquivos, ha construido
la diáspora alrededor del mundo: en más de 90 países y en varios centenares de
ciudades. Los fines iniciales con los que se concibieron son muy diversos: la
defensa de los derechos humanos y políticos, la ayuda humanitaria, la denuncia
de la grave crisis económica y social, la formulación de iniciativas y
proyectos con los que iniciar el proceso de reconstrucción de Venezuela y un
extenso etcétera.
La situación de los
venezolanos en el país empeora a diario, lo que impulsa la demanda de mayor
cantidad de remesas, medicinas y alimentos a los familiares y amigos que han
emigrado y a las asociaciones que han creado. Paralelamente se ensancha la
diáspora, cada vez más diversa económica, cultural y socialmente, lo que
conforma un complejo desafío a varias bandas que resulta imposible eludir. Para
encararlo, las organizaciones de la diáspora han comprendido que es necesario
aunar fuerzas, sumar capacidades y articular proyectos con el objetivo de
optimizar el uso de los recursos que, desafortunadamente, no son abundantes.
Para poder hacer frente a esta realidad la diáspora avanza hacia una nueva fase
organizativa que hay que celebrar con júbilo.
Las organizaciones de la
diáspora, y aquellas que en Venezuela desean relacionarse con estas, hacen suya
la afirmación de Kenichi Ohmae, quien sostenía que en un mundo crecientemente
globalizado y competitivo no era recomendable andar solo, y recomienda crear
alianzas y formas de cooperación para poder asegurar el éxito. Esta nueva etapa
revela la madurez y el grado de conciencia que han alcanzado. Se trata de
instaurar redes y sinergias con el fin de potenciar el impacto y multiplicar la
capacidad y efectos de las acciones que despliegan en todos los ámbitos.
Las organizaciones que han
fundado han servido para potenciar la acción de los individuos que las
conforman en cada uno de los terrenos: suministrar información de las ofertas
de empleo en su área de acción, fortalecer las redes de profesionales, las
redes políticas y las de ayuda humanitaria en todo el globo. En sus inicios,
estas organizaciones se caracterizaron por el despliegue de estrategias
particulares en su área de actuación. Hoy nos encontramos en una nueva fase que
se caracteriza por el hecho de trascender y ensanchar el espacio de intervención,
a través de alianzas y modalidades de cooperación y creación de nuevos
mecanismos organizativos.
Se construye una red sobre
la base de las distintas asociaciones (nodos) que operan en localidades,
ciudades y países, que en su quehacer diario se han conectado con las
administraciones descentralizadas, con los gremios empresariales, con las
instituciones, con los partidos políticos y sus representantes locales y
supranacionales y con las universidades, etc. Las asociaciones han impulsado un
intenso intercambio sociocultural con los ciudadanos de los países de acogida,
cuyas instituciones promueven iniciativas como la que adelanta el Instituto
Goethe en torno a la diáspora venezolana.
Con independencia de los
fines para los que fueron creadas, las asociaciones de venezolanos comparten un
elemento medular: su disposición e interés en trabajar por Venezuela y los
venezolanos. Lo hacen intensamente en todos los frentes y áreas, al tiempo que
lidian con el trabajo diario para su manutención personal y la de su hogar.
Atienden por igual a quienes se quedan en el país o quienes emigran: a estos
últimos, facilitándoles su inserción en el país de acogida y, a los primeros, a
través del envío de remesas, medicinas y alimentos, desplegando un potente
cabildeo y denunciando la trágica crisis humanitaria que se vive en Venezuela.
Las organizaciones de la
diáspora se esfuerzan con el propósito de sumar su capacidad emprendedora, su
know-how y su nuevo capital social al know-how y la capacidad emprendedora que
ha decidido permanecer en el país. El objetivo de esta conexión es sentar las
bases de lo que será el proceso de recuperación de la democracia para la
reconstrucción de Venezuela, esfuerzo nada sencillo si nos atenemos a todas las
evidencias de la destrucción que el “socialismo del siglo XXI” ha causado y que
va a requerir el compromiso y el concurso de todos los ciudadanos: en este
proceso todos tienen cabida.
Diversas iniciativas de
diferentes organizaciones de la diáspora en todo el mundo confirman este nuevo desarrollo.
Recientemente se llevó a cabo el “I taller de diálogo de asociaciones
venezolanas de Alemania y Europa” en el que tuve el privilegio de participar.
El mismo fue organizado por la Asociación Pro-Venezuela en la ciudad de
Francfort. En dicho encuentro intervinieron representantes de asociaciones de
las distintas regiones alemanas y de otros países: España, Inglaterra, Bélgica,
Suiza, Francia, etc. Algunas asociaciones, por distintos motivos, no pudieron
asistir pero han estado atentos a los resultados y conclusiones a las que allí
se arribó. También concurrieron ciudadanos a título personal con el objeto de
trasladar a sus organizaciones el debate y conclusiones de este primer
encuentro. En la reunión se abordaron temas específicos de los que se ocupan
las asociaciones de la diáspora: asistencia al migrante, participación y
organización ciudadana, ayuda humanitaria, papel de la diáspora en la
reconstrucción de Venezuela.
Alrededor de estos temas se
crearon las mesas de trabajo con el propósito de identificar las áreas de
consenso y los posibles proyectos que se están adelantando o que podrían
llevarse a cabo. El intercambio posibilitó aprender de las distintas
experiencias, tanto de sus logros como de sus errores, y establecer los medios
para articular proyectos más amplios, más ambiciosos y de mayor alcance. El
encuentro también sirvió para ponerle rostro a las organizaciones, establecer
nuevos contactos y conexiones con el fin de orquestar proyectos en el ámbito
europeo y global.
La convocatoria en sí misma
es un primer logro de esta iniciativa: expresa la necesidad de vincular los
esfuerzos individuales, lo que supone un cambio de perspectiva, pues coloca en
la agenda el diálogo entre organizaciones de la diáspora y de estas con el
país. Un segundo logro es la realización del encuentro que contó con una muy
buena representación de asociaciones alemanas y europeas y el respaldo y apoyo
de aquellas organizaciones que por distintos motivos no pudieron asistir.
El encuentro se convirtió en
un verdadero laboratorio de aprendizaje e inteligencia colectiva, se sacó
provecho del conocimiento disperso de cada una de las organizaciones e
individuos partícipes de la reunión. Todos tuvimos ocasión de compartir y
aprender y, en consecuencia, salir mejor preparados de este diálogo cuyas
conclusiones es posible encontrar en las páginas de Pro-Venezuela
(www.provenezuela.org).
Un tercer logro es el de la
continuidad del diálogo en el segundo encuentro que se llevará a cabo en
Montpellier, Francia, bajo la coordinación de la asociación “Wannatu” el
próximo año. Esto confirma que no se trata de un hecho coyuntural y es una
evidencia más de la necesidad de enlazar esfuerzos y organizaciones, de
articular iniciativas de mayor impacto y de establecer un proceso de aprendizaje
colectivo. Un cuarto logro radica en el hecho de que ya se está trabajando en
algunos de los proyectos que surgieron en el encuentro.
Los participantes valoran
muy positivamente el hecho de que también en Venezuela crece la conciencia y el
interés por conectar el capital humano de la diáspora al desarrollo del país y
con ese fin se han creado alianzas entre diversas organizaciones a escala local
y regional para asegurar ese acoplamiento. De este modo se facilita la
participación de todos y se logra una integración más productiva que es una
urgente necesidad para poder iniciar la reconstrucción del país en todos los
espacios.
09-03-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico