Leandro Rodríguez Linárez 08 de marzo de 2018
Lo
primero a comprender es que estas “presidenciales” no son elecciones
democráticas, al igual que la constituyente, regionales ni municipales, solo se
enmarcan como meros actos gubernamentales. Desde el asesinato de revocatorio,
de la manera más villanesca posible (jurídicamente hablando), el gobierno vía
CNE, TSJ, y posteriormente ANC, fulminó la vía electoral, reemplazándola por
actos donde impone candidatos, electores, resultados, utilizando para ello los
recursos e instituciones que deberían ser del Estado, pero están secuestrados
por el Psuv.
Tanto
es el desespero del régimen por consumar estas “elecciones” con la actual
desinstitucionalización que trata validarlas cambiando de fecha o reaperturando
la inscripción al REP… sería simplificar la crisis, el problema es muchísimo
más profundo, para poder darle legalidad y legitimidad a cualquier proceso
electoral que permita la transformación positiva de Venezuela antes hay que
hacer del CNE un ente imparcial, profesional y debe cesar en sus funciones la
ANC.
El
gobierno se encuentra parapléjico, desconoció la Asamblea Nacional
legítimamente electa por el pueblo, como respuesta la comunidad internacional
desconoció su ANC, es decir, el régimen deambula sin poder legislativo válido,
lo cual es sumamente grave, fue merecedor de sanciones que lamentablemente
afectan al pueblo, más aún, al momento que celebre el 20 de mayo la pantomima
de presidenciales, la comunidad internacional también desconocerá al ejecutivo,
dejando al régimen políticamente cuadripléjico, por su tozudez el pueblo
sufrirá mucho más.
Sin
embargo, ante los desmanes económicos producidos por leyes que buscan
implementar el modelo castrista, la presión social nacional se incrementa, los
venezolanos protestan por los cuatro puntos cardinales, presión que tiende
incrementarse pues las secuelas de la cubanización arrecían, el gobierno
insiste continuar aplicando su proyecto, a fin de debilitar la población,
hacerla genuflexa al populismo salvaje, reducir al país a un gobierno único
capaz de suplir las necesidades, no de ciudadanos, sino de militantes ¡Tétrico!
Ahora
bien, para el gobierno se hace imprescindible lograr validar las
presidenciales, le urge la oposición participe, pues el diseño de este proceso
y la abstención generada por la desconfianza absoluta en el ente electoral, le
brindaría el triunfo a Maduro pese a su precaria aceptación popular. Incluso,
puede darse el caso que, ante la incesante presión nacional e internacional, el
gobierno pudiera permitirse entregar la presidencia, sin embargo, bajo la
sombra de la ANC y demás instituciones partidizadas, de nada valdría a los
venezolanos un presidente distinto al gobierno, amen que asumiría casi un año
después de las elecciones, tiempo que el régimen utilizaría para maniobrar, en
conclusión: por la supuesta vía electoral el gobierno tiene asegurada la
permanencia de su dantesco proyecto… al menos, alargarlo, con todo lo que
implica.
El
proyecto chavista fracasó hace rato, profundizó los errores de la “cuarta” y
creó otros peores, permanece forzadamente en el poder a través de la violencia
institucionalizada, pero su fin es inevitable. Validar la farsa electoral solo
brindaría oxígeno a un régimen en extremaunción, no participar imprimiría
velocidad hacía otro proyecto país, para lo cual solo hace falta el pueblo
asuma su rol, elija nuevos gobernantes y nunca vuelva permitirles racionen,
controlen o condicionen los derechos y garantías constitucionales ¡Así de
sencillo y complejo!
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