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martes, 18 de febrero de 2020

Ataque fascista contra el periodismo por @goyosalazar



Por Gregorio Salazar


En el interés manifiesto de profundizar la degradación de la democracia venezolana el régimen chavista no desaprovecha oportunidad para demostrar que siempre es posible ir más y más lejos, incluso al punto de llegar a definir a los periodistas como “agentes del imperialismo cuya función es atacar y provocar al pueblo”. Así, sin más.

Ir más lejos en la ruta de la depravación de una cúpula gobernante y de las instituciones de las cuales se ha adueñado también se logra, por ejemplo, reivindicando el salvaje ataque que facinerosos organizados y pagados por el régimen lanzaron contra Juan Guaidó a su regreso al país y los periodistas que acudieron para cumplir su labor informativa en el aeropuerto internacional de Maiquetía.

Todo esto se hace desembozadamente, sin asomo de recato, pero a conciencia de que para todo el que aspira a vivir en un país civilizado, firmemente enmarcado en las normas y valores de la democracia, esas conductas retrógradas hasta lo troglodita son inconcebibles. Por eso se aclara con sin igual impudicia: “para los puristas: asumo la responsabilidad plena y absoluta de lo que estoy diciendo. Si le quieren echar la culpa a alguien échenmela a mí, no importa, no me importa”.

Así habló el jefe de la cuestionada asamblea nacional constituyente y, para más señas, quien es tenido como segundo de abordo en la jerarquía de la cúpula dictatorial. A partir de esa afirmación tan paladina podemos presumir que nada de lo que aquí se diga como crítica o cuestionamiento será asumido como ofensa, difamación o calumnia.  Como, por ejemplo, que sus palabras significan la reivindicación de un acto injusto, inhumano, ilegal y fascista.

Hay quien ha equiparado esos ataques que ponen en riesgo la vida de personas inocentes con las sanciones que le han aplicado a la dictadura Estados Unidos y Europa, con lo cual el mensaje que estaría enviando un régimen que, como es evidente, controla todas las instancias de la justicia en Venezuela, desde la Fiscalía donde instaló un operador político radical hasta el último de los tribunales,  es que ésta se ejerce por mano propia.  Y eso incluye desde incautarle la cédula y partírsela en dos a cualquier ciudadano hasta meterlo preso inventando cualquier cargo.

Fue un ataque brutal y generalizado contra el grupo de periodistas. Desde la perspectiva humana bastaría colocarse en el lugar de la reportera Nurelyin Contreras, una de las agredidas en Maiquetía,  para entender cabalmente su significación. La joven periodista, “agente del imperialismo” como ya vimos,  se vio de repente rodeada por unas treinta personas, portando armas blancas y aplicadores de descargas eléctricas, que le arrancaron mechones de pelo, la mordieron, patearon y golpearon hasta hacerla caer al piso casi inconsciente. Otros recibieron cortaduras y fueron despojados de prendas de su indumentaria y de equipos de trabajo.


Vaya proezas las de este régimen cuyo cabecilla galáctico comenzó nombrándose “hijo de la libertad de expresión” y ahora aplica un torniquete informativo llamado hegemonía comunicacional que asfixia la diversidad, la pluralidad, la disidencia y a la cual justamente los periodistas deben abrirle hendijas todos los días para que el pueblo conozca los orígenes, las razones y las causas de las privaciones que padecen hasta obligarlo a abandonar su patria para no morir de hambre.

Es justamente lo que no se le perdona al periodismo venezolano: que a pesar de la destrucción de los medios, grandes, pequeños y medianos, la rendición o la complicidad de otros, y el cierre de las fuentes de información los jóvenes reporteros venezolanos, mal pagados como nunca, sean capaces de hacer evidente el monumental fracaso en todos los ámbitos de la vida nacional de la revolución chavista.

Esa labor consustancial a la democracia no ha cesado y estamos seguros que estos desmanes, por más que se prolongue el desquicio revolucionario, no la harán cesar. Para ello se seguirá necesitando, como hasta ahora, de la solidaridad, el respeto y el respaldo de la sociedad venezolana a los esfuerzos informativos en los que andan por la verdad y desde siempre los periodistas venezolanos.

16-02-20




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