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jueves, 27 de febrero de 2020

Los dinosaurios no van en carro, por @CarlosRaulHer




CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ 26 de febrero de 2020
@CarlosRaulHer

La nave del fin del mundo nos lleva a que en cuatro décadas, Londres, las ciudades ribereñas, Shangai, Tokio, Nueva York, Hong Kong estarán bajo las aguas, igual que Vietnam, Bangladesh y la costa suramericana del Pacífico, por deshielo del casco polar. Cientos de millones de personas sin agua potable, hambrientas, la Edad de Piedra. Amazonia languidecerá en inundaciones, sequías y huracanes. Nubes de zancudos traerán epidemias en nuevas zonas cálidas antes frías, debido a los altos niveles de CO2 por la actividad humana.

Miseria abrumadora. El PTB se desploma en un aterrador -20%. “Los próximos 25 años la cantidad de personas en países con falta de agua crecerá de 800 a 3000 millones… se derretirán glaciares de los Pirineos”. Añade adrenalina James Lovelock, Premio Nobel, autor de la Teoría Gala, médico, biólogo y geólogo británico que en julio pasado cumplió 100 años de edad. Fundador de la ecología científica y académica, de los más irreverentes y acertados científicos en su larga y creadora vida.

Para él ya es imposible detener la destrucción. Aunque se suspendiera hoy abruptamente el uso de petróleo en el mundo entero, la devastación duraría miles de años. Pero sostenía durante los 90, tesis antagónicas. Desestimaba que el calentamiento global fuera antropogenético, creado por la acción humana, y afirmaba que los hombres son tan arrogantes que quieren ser causa hasta de los fenómenos cósmicos.

Según modelos matemáticos hasta antes de la “astrofísica ideológica”, contracultural, los incontables cambios climáticos en 4000 millones de años fueron producto de movimientos siderales, las variaciones del sol, su campo magnético, tormentas solares, luminosidad en aumento, variaciones orbitales de la tierra y múltiples complejidades más. Hoy los trabajos de divulgación están obligados a ser políticamente correctos y no cuestionar la antropogenia.

La ciencia del delirio
Pese a que los dinosaurios no quemaban petróleo porque era su futuro, desaparecieron en un cambio climático. Erick el rojo y su hijo Leif llaman las tierras que descubrieron, Groenlandia (tierra verde) y Vinlandia (tierra de vinos) hace apenas 1000 años y fundaron comunidades que sobrevivieron hasta la pequeña glaciación, el cambio climático del siglo XV, sin industrias.

Piensa Lovelock que para finales de este siglo, solo sobrevivirán 500 millones de habitantes guarecidos en el Ártico, para entonces con temperaturas como las de Europa hoy. La salvación, “sustituir los combustibles fósiles por energía nuclear” lo que desató un escándalo. Pero el botánico y activista ecológico David Bellamy piensa que Lovelock está tan equivocado como la apocalíptica doctrina oficial de los ecologistas.

“Durante toda la vida ha sido para mí un héroe, pero es inverosímil. El dióxido de carbono es una parte minúscula de la atmósfera. ¿Cómo demonios habría una multiplicación tal de ese componente que pueda afectar la temperatura?... (porque) las plantas dirían muchísimas gracias y crecerían más rápidamente al absorberlo”. Los cambios climáticos son… “naturales en los últimos estertores de una era glacial en que las temperaturas suben y bajan enloquecidas”.

La futurología es la disciplina del delirio y una fantasía de la ciencia. En el siglo XIX Robert Malthus anunció que “la producción de alimentos crecía en progresión aritmética mientras la población aumentaba en progresión geométrica”, hambruna general, y Marx que la depauperación absoluta y relativa de la población… conduciría inevitablemente a la revolución. En los 70 el Club de Roma anunció que la civilización desaparecería a finales del siglo XX. La paradoja es que los gases del ganado producen muchos más volúmenes de contaminación que autos e industrias.

Murió el Llanero Solitario
Y la agricultura natural erosiona y saliniza la tierra, mientras la mecanizada lo preserva y además es 10.000 veces más productiva (podemos comer gracias a ella). Michael Crinchton, investigador, inspirador de películas de Spielberg y director de cine dice que “…la gente de 1900 ni siquiera sabía lo que era el átomo. Tampoco una radio, un aeropuerto, una película, la televisión, una computadora” … “un celular, un avión a reacción, una filmadora, un antibiótico o un cohete…“.

“…ni un satélite, ni un CPU, IBM, MRI, EPA, DG1, UPS, POP3, HTMI, JPG, GPS, nylon, teflón, internet, interferón, fibra óptica, túnel carpiano, trasplantes de córnea, hígado, corazón, cirugía laser, laparoscopia, y Ud. quiere predecir el mundo en 2100. Los modelos predictivos transportan el presente al futuro y están destinados a equivocarse”. A mediados del siglo XIX, NY tenía 3 millones y medio de habitantes que se movilizaban en cientos de miles de caballos.

Como cada uno de estos produce 15 kilos diarios de estiércol, en las afueras había montones de 20 metros de altura imposibles de eliminar. Elbert James, futurólogo, calculaba que para 1900 se llenaría con ellos una extensión de tres veces el Cañón del Colorado. La desesperación convocó un congreso internacional para tratar el tema que se disolvió pronosticando la muerte de la ciudad. Pero vinieron los ferrocarriles y los automóviles y ¡zuas! derrotaron la “vida natural”.

Carlos Raúl Hernandez
@CarlosRaulHer

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