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miércoles, 19 de febrero de 2020

La verdad contra la barbarie, por @martadelavegav




Marta de la Vega 18 de febrero de 2020
@martadelavegav

La lucha incesante y la resistencia de muchos ciudadanos demócratas, de gente a la que sigue importando el prójimo como su semejante, de voluntarios altruistas y solidarios que entregan su tiempo y energía para aliviar las necesidades básicas de una población desamparada frente al Estado forajido que preside Nicolás Maduro,  a riesgo de ser brutalmente agredidos como ocurrió con la señora golpeada de manera inmisericorde para robar en un comedor de caridad, “María Auxiliadora”, en Los Teques, cerca de Caracas, parecieran impotentes al estrellarse contra un régimen criminal, despiadado e insensible ante el sufrimiento de mayorías golpeadas por la violencia, el hambre y la precariedad, no solo material sino también intelectual y moral.

Vimos el coraje y tenacidad con los cuales diputados consecuentes con sus responsabilidades y el mandato que asumieron como nuestros representantes en la legítima AN, llegaron al aeropuerto, pese a los piquetes policiales y de la Guardia Nacional, para recibir al Presidente encargado de la República, Juan Guaidó, después de su gira extraordinaria por Europa y América del Norte.

Igualmente, presenciamos la criminal persecución y brutales golpes a los periodistas que cubrían su llegada, la serenidad y contención del presidente Guaidó, así como la flagrante impunidad con la cual el propio director de seguridad del aeropuerto Simón Bolívar, coronel Franco Quintero, acusado de crímenes de lesa humanidad, cuyas actuaciones y depravada crueldad son hoy muy conocidas, dejó entrar al área restringida a su amiga Dubraska Padrón, disfrazada de empleada de Conviasa, para acosar e insultar al mandatario interino, y después, a su salida, dirigir las agresiones contra este.

No nos acostumbramos a los funcionarios que incumplen con sus obligaciones elementales, que mienten con desparpajo y han corrompido a la gente en sus prácticas cotidianas para dañar, agredir o sacar al máximo provecho del otro, como mecanismo de sobrevivencia y a la vez como medio de control social del gobierno, pues los convierte en forzosos cómplices de la descomposición moral y la podredumbre generalizadas. No aceptamos la barbarie convertida en acción política, la violencia como lenguaje de chavistas y seguidores de Maduro, el irrespeto total a los otros que no piensan como yo,  la intolerancia como virtud, que puede incluso llegar a matar. No podemos aceptar las reglas de juego impuestas por el proyecto totalitario del régimen.

A pesar de tantos desmanes, como escribió Vaclav Havel en El poder de los sin poder (Encuentro, 1990): “vivir en la verdad” significa todo lo contrario de lo que busca la dominación del régimen actual sobre la realidad venezolana: “El poder es prisionero de sus propias mentiras y, por tanto, tiene que estar diciendo continuamente falsedades. Falsedades sobre el pasado. Falsedades sobre el presente y sobre el futuro. Falsifica los datos estadísticos. Da a entender que no existe un aparato policíaco omnipotente y capaz de todo. Miente cuando dice que respeta los derechos humanos. Miente cuando dice que no persigue a nadie. Miente cuando dice que no tiene miedo. Miente cuando dice que no miente.”

Y, en último término, obliga a los individuos a “vivir en la mentira” (pp. 26-27) o a simular creérselo, a fin de salvaguardar su dignidad  y  a la vez “evitarse problemas”. Se plantea entonces un duro dilema existencial: ¿hasta dónde la resistencia? ¿O se sucumbe a la cohabitación o a la resignación porque la desesperanza termina por imponerse al aceptar que “habrá que acomodarse” ya que nada va a poder cambiar? ¿Se pueden conciliar metas legítimas como emprender, estudiar, distraerse, ganar y a la vez no ser cómplices del régimen?

La respuesta de Havel a este dilema que vivieron los checos después de la invasión a Praga sigue vigente para Venezuela. Sin desdeñar la articulación que se requiere para vencer un régimen político inicuo, entre la dirigencia democrática y los partidos idóneos con la sociedad civil, son sus archipiélagos de disfrute, creación y producción, cual oasis que contrarresta las penurias diarias, los que catalizan el cambio no solo político. Se desmorona la pretensión totalitaria: “…brota de este campo vastísimo y anónimo alguna iniciativa más pertinente y más visible, que sobrepasa las fronteras de la rebeldía individual “pura y simple” para transformarse en un trabajo más consciente, más estructurado y más eficaz. Esta frontera más allá de la cual “la vida en la verdad” deja de ser ‘solo’ negación de la ‘vida en la mentira’ y comienza en cierto modo a articularse creativamente, es el punto en que comienza a brotar algo que se podría llamar “vida independiente espiritual, social y política de la sociedad” (pp. 82-83).

Inicio de la derrota del régimen frente a los ciudadanos. Es la hora de la verdad.

Marta de la Vega
@martadelavegav

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