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miércoles, 26 de febrero de 2020

La repetición de la historia, por @lmesculpe




Luis Manuel Esculpi 25 de febrero de 2020
@lmesculpe

Las pretendidas revoluciones tienen unos determinados códigos en su comportamiento. Cambian de nombre a las calles, avenidas y monumentos. Rechazan las formalidades y protocolos atribuidas a los vicios y prejuicios de la burguesía o de los pequeños burgueses. Construyen un neolenguaje como el descrito por Orwell. Diseñan una mitología y una épica, en nuestro caso distante de la realidad. Minan las instituciones existentes en función de sus propósitos.Tras la fraseología pseudo revolucionaria y la defensa de un modelo político fracasado en todos los lugares donde se pretendió imponer, pretenden justificar su verdadera intención, solo les interesa el poder, ese es su único y exclusivo proyecto.

Intentan darle “fundamento jurídico” a sus arbitrariedades y atropellos, en su versión moderna, la moda es promover Constituyentes, no importa incumplir con las formalidades de “un elector un voto”, o de “la representación proporcional”, lo vital es asegurarse la mayoría para darle apariencia legal al proceso.

Sin el menor rubor se apela a figuras inexistentes para justificar lo inconstitucional, por ejemplo se inventa “leyes constitucionales”, con ese artilugio se incorpora a la milicia como un “componente especial” de la Fuerza Armada Nacional, afectando seriamente la profesionalización del estamento militar.

En nuestra tradición una de las más importantes distinciones con las cuales se honraba a personalidades venezolanas y mandatarios extranjeros era cuando el Presidente les concedía una réplica de la espada del Libertador, este régimen se las otorgó a dictadores como Mugabe, Gaddafi y Raúl Castro, entre otros, igualmente a los ex presidentes Cristina Fernández, Rafael Correa y Evo Morales.

Lo cierto es con el tiempo la concesión de esa distinción se ha venido devaluando, los criterio para otorgarla se han venido degradando, aún así no deja de sorprender que ahora la puede conceder hasta una de esas figuras inventadas y no necesariamente quien encabeza el régimen.

El “protector” de el estado Táchira, el Comisario de la antigua Policía Metropolitana Freddy Bernal, le hizo entrega de una réplica de la espada de Simón Bolívar, al presidente de la ilegítima constituyente, reunida en ese estado, supuestamente conmemorando el aniversario de la llamada “batalla de los puentes”. Ya el oficialismo no sólo la utiliza como consigna: “la espada de Bolívar, recorre América Latina”, como se puede ver le ha dado otro significado.

Los gobiernos que se auto denominaron “socialistas del siglo XXI”, en verdad vieron recorrer por esta parte del continente, la gigantesca corrupción de la “Operación Odebrecht”, investigación que avanzó en todos los países donde funcionó el mecanismo de fabulosas comisiones, a cambio de la concesión de contratos multimillonarios, Venezuela fue la excepción, el oficialismo ocultó todo el engranaje de corrupción montado con la empresa brasileña.

A Maduro todavía lo acompañan algunos de sus amigos que se dicen marxistas, les conviene recordar (si lo han leído) la frase de Marx al inicio de su obra El 18 brumario de Luis Bonaparte: “La historia ocurre dos veces; la primera como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”… Los venezolanos, en este periodo, hemos vivido la repetición de la historia en las dos facetas planteadas por el autor de El Capital.

La prédica de la lucha por la justicia social, la libertad, la defensa de los Derechos Humanos y la lucha contra la corrupción, han constituido banderas que se izan para alcanzar el poder, luego en el ejercicio del mismo, son arriadas para conservarlo. Es el mismo recorrido realizado, por los gobiernos en el siglo pasado que se cobijarlo bajo la denominación del “socialismo real” y cuya estrepitosa caída develo toda la farsa construida a partir de un discurso que contrastaba con la realidad de la vida cotidiana. El derrumbe del muro de Berlín simbolizó el inicio de esa caída, sin embargo en el régimen algunos personajes que aún enarbolan sinceramente los añejos estandartes, parecen no percibir lo ocurrido a fines de la década de los ochenta y principios de los noventa.

Luis Manuel Esculpi
@lmesculpe

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