Ángel R. Lombardi Boscán 06 de agosto de 2020
¿Que
pienso yo del Bolívar de carne y hueso? Fue un guerrillero exitoso. La
velocidad que imprimió en sus campañas militares nadie se le podía equiparar.
Además, fue audaz y voluntarioso en su propósito de ganarles a sus enemigos
realistas desde una constancia sin igual. ¿Guerrillero? Las evocaciones de la
palabra nos remiten a los barbudos de la Sierra Maestra en Cuba pero no es así.
La
palabra “guerrilla” se utilizó por primera vez en España al momento de la
invasión de Napoleón Bonaparte entre los años 1808 y 1814 e implicó la
insurgencia del pueblo español que le resistió adoptando las escaramuzas
rápidas y sorpresivas para sorprender a un enemigo superior pero desconocedor
del terreno.
En
el caso venezolano el denominador común en el período de la Independencia
(1810-1823) fue la ausencia de ejércitos regulares y si el tipo de una guerra
irregular, incluso, hasta los años finales del conflicto. España estuvo ausente
prácticamente de nuestra guerra lo cual corrobora lo que se ha dicho sobre la
naturaleza de éste conflicto como una guerra civil.
Siendo
un citadino y proveniente de la clase aristocrática mantuana tuvo que
«conciliar» con los jefes y caudillos rurales de la Venezuela profunda e
imponerse sobre ellos y su innata tendencia a la insubordinación. Logró
alianzas con los jefes orientales y llaneros para ganar. Bolívar hasta el año
1819 es un “jefe más” y cuestionado por su tendencia a la derrota. Morillo, le
temió más a Páez que al propio Bolívar en un principio.
Temió
a lo que él denominó la pardocracia. Es decir, la mayor cantidad de la
población de ese entonces: los mestizos, gente de color morena con derechos
disminuidos. No es casual que haya mandado a fusilar a Piar (1817) y Padilla
(1828) por considerarles pardos y rivales. Esto echa por tierra el imaginario
de un Bolívar popular.
Bolívar
fue aristócrata y murió aristócrata. La causa de la libertad fue en el mejor de
los casos una victoria política contra el partido realista y esa oligarquía
mantuana prácticamente pereció en el torbellino de la guerra. Los pardos ni se
enteraron de que hubo una Independencia.
Tampoco
es infundada su propuesta de otorgar estos territorios liberados de la Monarquía
española a los británicos como protectorado. Bolívar al final de sus días fue
derrotado por la anarquía y la lucha entre partidos. Su «arar en el mar» fue su
verdadero testamento.
Inglaterra,
sin tener una posición explicita en esto de apoyar a los rebeldes alzados en
armas en contra de la Monarquía porque fueron aliados de España en su lucha
contra el tirano Bonaparte, si apoyaron, y sin disimulos la insurgencia
americana en contra de España porque tenían el interés de relevar a España y
quedarse ellos como la potencia colonial hegemónica en América. Y Bolívar se
alió con ellos para ganar de la misma forma que se alió Miranda en 1806 cuando
intentó invadir por Coro.
Las
dotes políticas de Bolívar como pensador están muy por debajo de sus
prestaciones como genio militar o rayo de la guerra. Fue en realidad un secreto
admirador de Napoleón Bonaparte, y a larga, si bien no se coronó como Rey o
Emperador, igual asumió la Dictadura. Dictadura que le llevaría al rechazo de
sus principales aliados, entre ellos el de su propio Vicepresidente, Santander,
que organizó un complot en Bogotá en septiembre de 1828 para matarle. El
Bolívar pensador es más el producto derivado de un mito que de unas facultades
intelectuales superiores.
El
genio militar de Bolívar se nos revela en dos años: 1817 y 1819. En 1817, de la
mano de Piar que liberó la Guayana, sabe que desde ahí se puede ganar la guerra
contra Morillo y los realistas. Por eso fusila a Piar no puede permitir a un
rival de altos quilates como el curazoleño que le hiciera sombra y procura
asumir la unidad en la jefatura de un ejército sin apenas forma y con más jefes
que soldados…
En
1819, cuando ya había fracasado en 1818 en la batalla de Semen para caer sobre
Caracas, hace algo inesperado y riesgoso: atacar la Nueva Granada tramontando
la Cordillera de los Andes y ganándole a Barreiro en Boyacá en agosto de ese
decisivo año 1819. 1819 es el año de la inflexión en la carrera
político/militar de Simón Bolívar. Ya en ese entonces, de jefe cuestionado por
los suyos y los mismos realistas, es asumido por unanimidad. Y es que la
victoria es popular mientras que la derrota espanta a los partidarios.
Luego
vendrían Carabobo en 1821 y las campañas del Sur que culminarían con Ayacucho en
1824. Para algunos estas campañas fueron por la libertad mientas que para otros
como los habitantes de Lima, Pasto o Piura fue una invasión. Bolívar está en el
cenit de su gloria en vida. Esto lo sabe y lo cultiva. Es un espíritu vanidoso
en exceso y no sabe que era el momento de la retirada como si lo supo hacer San
Martín, otro libertador, que terminó radicándose en Europa, lejos de los
chismes y complots.
Bolívar
pretendió ser estadista, político, gobernante y legislador en unos territorios
indómitos. Y no fue un hombre con facultades para instalar la paz. Su elemento
fue la guerra y por ello fracasó su proyecto de la Gran Colombia (1819-1830).
Como
guerrero fue exitoso porque derrotó a España y contribuyó a la nueva
nacionalidad colombiana, nombre original, de esos territorios «liberados».
Presenció con dolor la balcanización de su obra y no pudo con la anarquía
desatada.
La
oligarquía sobreviviente junto a los militares que ganaron con él la guerra
tuvieron los pies en la tierra a diferencia del propio Bolívar. Esos
«libertadores» no hicieron la Independencia para repartir derechos a los
sectores socialmente inferiores que siguieron postergados. Una Independencia
muy costosa que cambió la condición jurídica de estos territorios de
colonia/reino a república aunque sin ciudadanos y sin apenas modificar la
estructura socio-económica. Sólo éste dato es concluyente: la abolición de la
esclavitud se produce en el año 1854.
En
conclusión el Bolívar histórico fue un militar que ganó «su guerra» porque la
mayoría de la población en ese entonces fue indiferente a una contienda de
exterminio de la cual fueron víctimas y que nadie pidió invitarles previamente.
Una Independencia capitalizada por los caudillos y militares de ese entonces
que pensaron que había que repartir el botín obtenido por la victoria contra
España encumbrándose en el poder sin asumir la promoción de la población sobre
los derroteros de la propuesta liberal, capitalista industrial y moderna. El
país devino en un archipiélago desolado con repiques continuos de una violencia
no aplacada porque la guerra no resolvió la cuestión social.
Bolívar
fue traicionado por Páez en Venezuela y Santander en la Nueva Granada. Esto
también puede verse al revés. Sus últimos años fueron los de un alma en pena. Y
muere en Santa Marta en 1830 por depresión y mascullando la decepción y derrota
del solitario abandonado por todos. Ese es el Bolívar real en una muy apretada
síntesis. Ya luego, en 1842, ante la ausencia de una identidad nacional
sostenida en algo propio porque lo indígena y lo negro poco contaban, y lo
hispánico era contra quién se había hecho la guerra, se recupera a Bolívar como
mito.
Desde
entonces el Estado, es decir, el poder, se ha abrazado al mito Bolívar
sobredimensionando todos sus actos y hechos y convirtiendo la historia en una
auténtica religión con sus rituales, pompa y demás. El venezolano promedio es
un creyente de ésta religión patriótica. Aprender a distinguir el mito de la
historia es hoy una tarea ineludible para asumir los retos del presente desde
una posición mucho más sincera y realista. Y reconocer en Bolívar el artífice
de una nacionalidad amplia y positiva alejada de los clichés al uso.
Y
sobre todo, hay que reivindicar el proyecto civil por encima del proyecto
militar que secuestró para sí mismo al mito Bolívar y lo impone a su medida
sobre los venezolanos contraviniendo la Democracia y vida moderna la cual
aspiramos la mayoría de los venezolanos.
Ángel
R. Lombardi Boscán
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico