Históricamente, en épocas de incertidumbre y crisis, una de las primeras consecuencias psicosociales en aparecer es la tendencia en algunos sectores a dudar sobre las capacidades de la población por superar tal crisis. Y esta duda suele venir reforzada por mensajes -algunos intencionados y otros no- de minusvalía, inutilidad y pobre autoimagen. Pero mientras más oscuridad y sombras haya, más necesaria es la luz. Es precisamente en estos momentos de incertidumbre y crisis cuando es más necesario combatir esta tendencia que, aunque demostradamente falsa, suele ser para algunos pábulo para el desaliento y la desmovilización.
El próximo 12 de noviembre se cumplen 127 años del nacimiento de una de las figuras civiles más importantes de nuestra historia republicana reciente, el escritor y educador Augusto Mijares. Considerado uno de los grandes ensayistas venezolanos del siglo XX, Mijares cursó estudios de Derecho en la Universidad Central de Venezuela, y de Educación en el Instituto Pedagógico de Caracas. Fue fundador de la entonces Facultad de Filosofía y Letras de la UCV, ministro de Educación, Premio Nacional de Literatura en 1952, creador de la Revista Tricolor (declarada Patrimonio Cultural de Venezuela en 2019), propulsor de las escuelas técnicas y rurales en el país, y prolífico escritor de libros y ensayos sobre la realidad venezolana. Y es precisamente en este último rol que su figura cobra mayor relevancia y utilidad para momentos de oscuridad como los que hoy vivimos.
La producción literaria de Mijares es una búsqueda constante de las raíces positivas y optimistas de los venezolanos como una forma de fortalecer nuestra conciencia colectiva como país, reforzar nuestro carácter nacional, y resaltar la realidad de lo afirmativo venezolano como un faro de luz permanente que guía la construcción del porvenir. De los trabajos de Mijares afirma Pedro Grases que ellos persiguen “trazar el esquema de las más nobles cualidades políticas y humanas del país, en pro de la formación de la conciencia en la capacidad política del pueblo venezolano. Cifra su esperanza en que en Venezuela se han conservado muchas virtudes humanas aunque se hayan perdido muchas virtudes políticas, que son «fuerzas espirituales impalpables»” (Prólogo de la 3ra edición de Lo afirmativo venezolano, con motivo del centenario de su nacimiento Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1998).
Justamente su obra más conocida, Lo afirmativo venezolano (1963), una hermosa e inteligente colección de ensayos unidos por un elemento común que es la fe en los venezolanos debería ser de obligatoria lectura en momentos como los que corren, dada su capacidad para demostrar que la luz de las características psicológicas de los venezolanos es más fuerte y permanente que las sombras que con frecuencia le rodean.
A lo largo de toda su obra, Mijares critica y confronta con argumentos a quienes promulgan juicios superficiales y propagan visiones negativas y desmoralizantes sobre los venezolanos. A estos propagandistas de la desesperanza los llama “sembradores de cenizas”, aquellos que, según sus palabras, “se empeñan en regar esterilidad sobre el suelo de la patria”:
“Los sembradores de cenizas son, en la vida privada, esos padres que maltratan de palabra a sus hijos con juicios despreciativos sobre su carácter: «este chico es muy voluntarioso», «este chico es cobarde»; o bien: «es malvado», «es torpe», «es incorregible». A veces eso se hace simplemente por impaciencia y necedad, a menudo por mal entendido cariño y creyendo corregir a los niños; a veces con verdadera sevicia y por deseo de ostentar superioridad y dominio. Se nos encoge el corazón al presenciar que al niño se le señala así una falsa y humillante personalidad, y que se le condena a luchar contra ese fantasma durante toda la vida. Aquellas afirmaciones irreflexivas son como un espejo deformante que el chico encuentra ante sí en todo momento, durante el período más delicado de su integración psicológica, y esa imagen obsesionante de sí mismo tiene que producirle —hasta que se liberte de ella, si es que algún día lo logra— innumerables conflictos de rencor, vergüenza, frustración, timidez y desesperación”.
Lo afirmativo venezolano es una invitación a la reflexión y revalorización de las muchas virtudes y rasgos positivos que nos definen como nación, y un necesario recordatorio de que, a pesar de los problemas y obstáculos, los venezolanos poseen y han demostrado una capacidad constante para superar las adversidades y superar los entornos hostiles. Explorar, valorizar y defender esas dimensiones espirituales, psicológicas y culturales de Venezuela, parafraseando a Mijares, “es tan importante como cuidar de su integridad material. O más.”
No es que los momentos por venir requieran lo mejor de la capacidad política de los venezolanos. Es que si no rescatamos la confianza en esa capacidad política, esos momentos no llegarán nunca. Es la conciencia de nuestra propia capacidad política la que permitirá construir los momentos necesarios que los venezolanos en justicia aspiran y merecen. Y la reconstrucción de la confianza en nuestra propia capacidad política parte del convencimiento sobre los muchos rasgos positivos y loables que nos caracterizan, y que forman parte nuclear de nuestra identidad.
https://www.elnacional.com/opinion/luces-para-disipar-sombras/
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