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martes, 12 de enero de 2010

Analizando la devaluación


Por Ricardo Villasmil

Como dice la canción, todo tiene su final. Tarde o temprano, el derroche estrafalario de la bonanza petrolera comenzaría a pasar factura. Pero como dice el refrán, no hay peor sordo que el que no quiere oír. El petróleo seguirá subiendo para siempre; no devaluaremos más nunca; podemos hacer una reconversión monetaria sin reformas fiscales; estamos blindados… Ignorancia, arrogancia y poder. Qué otra cosa podía salir de esa trinidad.

Las primeras reacciones del gobierno no apuntan a la reflexión. No hay cambios de dirección ni de conducta. Están en un hoyo y siguen cavando para salir. En cualquier otro gobierno o empresa, estarían rodando cabezas. Pero Cabezas sigue allí, y Giordani también. Insólito. Su consigna pareciera ser algo así: “como no funcionó, vamos a probarlo otra vez”. No saben que mandar no es lo mismo que gobernar, y olvidan que tener la capacidad y el poder para hacer algo no significa que deba hacerse.

Dicho todo esto, analicemos muy brevemente la decisión. Desde el punto de vista financiero, no veo las grandes bondades fiscales que han encontrado algunos analistas. La devaluación logra ciertamente elevar el ingreso en bolívares proveniente de la factura petrolera, pero esto ya lo estaban logrando PDVSA y la tesorería nacional al vender dólares en el mercado paralelo de manera discrecional y subrepticia. Sin embargo, continuar con esta práctica habría traído consigo la ampliación de la brecha entre el dólar oficial y el paralelo. Más aún, y precisamente por el carácter discrecional tanto de la asignación de divisas al precio oficial como de las intervenciones del gobierno en el mercado paralelo, habría contribuido a elevar la incertidumbre que alimenta la volatilidad del dólar paralelo y eleva los márgenes de comercialización.

Desde el punto de vista social, la implantación de un sistema de tasas de cambio múltiple le permite al gobierno dirigir el subsidio implícito en la tasa de cambio hacia los sectores de menores recursos al concentrarlo en los bienes que ellos consumen en mayor proporción (o al menos transmitir políticamente la idea de que lo hace). Contribuye además a reducir las importaciones de bienes no esenciales, y al hacerlo, reduce las presiones sobre la balanza de pagos. El gobierno está consciente de las distorsiones y de los incentivos a la corrupción que un sistema de esta tipo genera (RECADI y la OTAC son, después de todo, experiencias relativamente recientes). Al mismo tiempo, sin embargo, sabe que estas distorsiones no son la causa fundamental de la ausencia de inversión privada en el país, pero cree en la posibilidad de crear una burocracia honesta cuando los incentivos empujan a lo contrario y está ideológicamente inclinado hacia la progresiva sustitución de la iniciativa privada por una economía dirigida por el Estado.

En la medida en que el gobierno logre hacer más fluida la aprobación y el otorgamiento de divisas, el nuevo esquema cambiario logrará reducir temporalmente las presiones inflacionarias, hará más predecible y ordenado el manejo de las cuentas fiscales y contribuirá a la balanza de pagos. Nada más que eso. Pero eso, y nada más que eso, es lo que quiere este gobierno por los momentos.

Publicado por:
El Pais Portatil

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