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jueves, 11 de noviembre de 2010

Obama en el banquillo


Por Ana julia Jatar

Los estadounidenses votaron para castigar a su Gobierno en las elecciones del martes con una mezcla de frustración y rabia. Un Barack Obama muy distinto del que ganó las elecciones reconoció su derrota y la de su partido. A sólo dos años de su histórica victoria, los demócratas han sufrido la pérdida más estruendosa de sillas en el Congreso desde los tiempos de Franklin Delano Roosevelt en 1938. ¿Qué pasó? ¿Qué siente el pueblo estadounidense que salió a votar para sacar a 61 diputados demócratas y darles el control a los republicanos con 239 sillas en la Cámara Baja? En el Senado la cosa tampoco estuvo buena para el Presidente.

Si bien el Gobierno mantuvo la mayoría, salieron 6 senadores demócratas entre los cuales se encontraba el sustituto temporal de Barack Obama por el estado de Illinois. Más triste aún, luego de estas elecciones, el Senado de ese país ha quedado sin ningún representante negro. ¿Qué refleja este nuevo Congreso? Obama pierde porque muchos de los que votaron por él salieron a votar contra su gobierno el martes pasado. Una de las cosas que reflejaron claramente los exit polls es que el origen del desencanto está en la alta tasa de desempleo provocada por el bajo dinamismo de la economía y del sector privado. La gente fue a votar con rabia porque quiere trabajar y no consigue como ni dónde hacerlo. Uno de cada diez norteamericanos en edad laboral está sin empleo y 60% de los que tienen trabajo dicen que el salario no les alcanza. Es verdad que, al igual que en nuestro país, en tiempos de angustia y frustración la mayoría de la gente puede expresar lo que siente sin tener una clara idea de cuáles serían las medidas que les gustaría ver del Gobierno para disminuir su descontento. Pero a diferencia del nuestro, el claro mensaje del pueblo norteamericano a Obama, un presidente de izquierda, es que en Estados Unidos quieren más trabajo y más sector privado.

Claro está, esto no significa que una victoria de los republicanos lleve a satisfacer este clamor generalizado. De acuerdo con algunos economistas, Paul Krugman entre otros, la propuesta republicana de bajar los impuestos no hará sino empeorar las cosas, pues la razón por la cual no baja la tasa de desempleo es porque el paquete fiscal de reactivación por 800 millardos de dólares más bien se quedó corto. Lo cierto es que luego de estas elecciones no veremos más planes fiscales ni más reformas sociales semejantes a la de salud recién aprobada. El resultado está por verse, pero si este Congreso no logra reactivar la economía y bajar el desempleo, la frustración y la rabia aumentarán y la polarización se agudizará.

Y es que también estas elecciones han resultado ser una de las más polarizadas de la historia norteamericana, lo cual refleja un electorado igualmente dividido. El martes pasado nueve de cada diez norteamericanos de raza negra votaron por candidatos del Partido Demócrata y ocho de cada diez representantes de la raza blanca votaron por los republicanos. Esta división se refleja también de manera geográfica, al ganar los demócratas en las grandes ciudades mientras los republicanos dominan claramente en las más pequeñas.

Pero a pesar de estas divisiones, la preocupación por el desempleo en Estados Unidos no tiene afiliación partidista.

Lo que dicen las encuestas es que, independientemente de si son de derecha o de izquierda, los votantes quieren trabajar y este gobierno les ha fallado en lo que es un aspecto fundamental de la ética social de ese país.

Las obvias comparaciones con los nefastos mensajes que se estimulan desde nuestro Gobierno se las dejo al lector.

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